Meritxell Batet se revuelve contra la violencia verbal en el Congreso y lee la cartilla a los diputados

El desagradable episodio que vivió el Congreso el miércoles pasado, cuando la diputada de Vox Carla Toscano dijo sobre Irene Montero que su “único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, colea en la Cámara. Seis días después, tanto en la reunión de la Mesa como en la de la Junta de Portavoces, los dos órganos encargados de gobernar la institución y de definir sus agendas y sus tiempos, los grupos han discutido sobre cómo evitar más lances así.

Sin embargo, la controversia no sólo se ha ceñido a los grupos. Ha tomado la palabra la presidenta, Meritxell Batet, la tercera autoridad del Estado. Fuentes parlamentarias presenciales en la Junta han informado a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, que ha tomado la palabra después de los posicionamientos de casi todos las formaciones para expresar su enfado y leer la cartilla a los parlamentarios. Ya la semana pasada se expresó en el pleno, pues pidió respeto, pero este martes ha sido más tajante y más contundente. “Estaba muy enfadada“, opinan dos las cinco fuentes consultadas.

Por un lado, ha insistido en la necesidad de que los diputados, representantes de los ciudadanos, tengan respeto por el adversario y en que sean responsables debido al cargo que ejercen, ni más ni menos que legisladores del Estado. Al mismo tiempo, ha recalcado que el Congreso dispone de instrumentos adecuados para conducir los debates por el decoro. La cuestión a debate, a su juicio, no es tanto reformar el reglamento o el código ético como que los diputados se autorregulen, es decir, que se contengan.

Fuentes de la Mesa reconocen la preocupación compartida en el órgano de gobierno, aunque en distinto grado y en diferente intensidad. Se da por hecho que en la Cámara hay diputados/as que cuando salen a la tribuna de oradores del hemiciclo buscan, ante todo, la ofensa al adversario. Aspecto secundario es la defensa de los argumentos y la dialéctica política. Se ha devaluado el debate. Ha caído a límites difícilmente soportables.

Pero, ¿qué hacer ante ello? Los grupos han chocado al respecto. En la reunión de la Junta de Portavoces, Gabriel Rufián, de ERC, ha sido el primero en hacer alusión a la polémica, ya en el turno de ruegos y preguntas. Se ha mostrado a favor de sancionar conductas como la de Carla Toscano, para lo que ha pedido una reforma del reglamento. Acto seguido, Aitor Esteban, del PNV, ha abogado por la aplicación de los artículos 102, 103 y 104, que son los regulan la correspondencia de las alocuciones con los asuntos que se vayan a dirimir.

Para reconducir a los diputados, el reglamento de la Cámara tiene una figura que es “llamamientos a la cuestión”, perfilada así: se aplicará cuando “por digresiones extrañas al punto de que se trata” haya de volverse “sobre lo que estuviere discutido o votado”. Más adelante, el 102.2, señala: “El Presidente retirará la palabra al orador al que hubiera de hacer una tercera llamada a la cuestión en una misma intervención”.

A partir de aquí, en el reglamento, la regulación de los llamamientos al orden, que se usan cuando los oradores “profirieren palabras o vertieren conceptos ofensivos al decoro de la Cámara o a sus miembros, de las Instituciones del Estado o de cualquiera otra persona o entidad”. O “cuando en sus discursos faltaren a lo establecido para la buena marcha de las deliberaciones”. O cuando “con interrupciones o de cualquier otra forma alteraren el orden de las sesiones”. O cuando “retirada la palabra a un orador, pretendiere continuar haciendo uso de ella”. Tres llamadas al orden suponen expulsión.

Tras Aitor Esteban, ha tomado la palabra Mari Carmen Muñoz, de Ciudadanos, que ha sustituido a Edmundo Bal. Según las fuentes, ha anunciado que su grupo redactará un borrador de declaración institucional en contra de la violencia verbal de los debates y de los ataques personales. Una vez hecho, lo trasladará a los grupos para que hagan las observaciones pertinentes y pueda rubricarse un documento consensuado.

El portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, ha intervenido para censurar la actitud que durante el discurso de su compañera, el miércoles pasado, tuvo el secretario tercero de la Mesa, el diputado de Unidas Podemos Javier Sánchez, quien, según su versión, fue ofensiva contra Toscano a pesar de su cargo. De hecho, apuntan fuentes parlamentarias, el grupo que preside Santiago Abascal ha dirigido un escrito a la Mesa en este sentido. Para esta formación, hay que evitar actuaciones así en representantes que, por su posición, deberían guardar la neutralidad.

En el PP, representado por el secretario general del grupo, Carlos Rojas, se ha hecho constar la preocupación por el tono de los debates y el hostigamiento que con frecuencia se produce en el hemiciclo y en las comisiones. En similares términos se ha pronunciado el portavoz socialista, Patxi López.

Si bien el cariz de esta discusión ha sido respetuoso, a pesar de que ha provocado que la Junta alargara su duración más de lo habitual, Batet ha tomado la palabra para destacar las tres ideas citadas: hay instrumentos en el Congreso para dirigir los debates con la premisa de la concordia y el respeto, que los diputados deben autorregularse y priorizar la defensa argumental y la dialéctica política por encima del ataque personal o del insulto y que, pese a todo, va a llevar lo que aparece en el reglamento a sus últimas consecuencias.

Apenas dos horas antes, en la Mesa, en la que previsiblemente ha sido la última sesión de Adolfo Suárez Illana, quien ha avanzado este martes que renuncia al escaño, la discusión se ha producido. No habría lugar a reformas del reglamento, ni siquiera a retoques del código ético, herramienta dirigida sobre todo a evitar conflictos de intereses, a criterio de la mayoría de la Mesa. Quien ejerza la Presidencia ha de ser autónomo para dirigir los debates, aplicando siempre el reglamento y anteponiendo el decoro. Vox y Unidas Podemos han hecho observaciones sobre la actitud de algunos grupos.

 

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