Carlos Soroa (Madrid, 1991) acaba de recibir un mensaje a través de Instagram. No es el primero del día, pero al igual que el resto le saca una sonrisilla. Se trata de una joven que, tras descubrirle en Bienvenidos a Edén (2022), no ha podido resistirse a escribirle. Le da las gracias por dar a sus sueños un presente. Y, sobre todo, por aplacar los temores que rondan a las personas no oyentes. Él también los vivió en su momento, aunque con una diferencia: en su infancia no había referentes en los que apoyarse. Hoy, la realidad es bien distinta: él se ha convertido en el primer actor sordo de Netflix tras años de lucha incansable.
“Si bien nunca me han rechazado, tampoco me han tenido en cuenta para personajes de mi perfil. Ha sido duro ver cómo mis compañeros progresaban y, en cambio, a mí no me llegaban propuestas“, revela en lengua de signos. Todo lo que ha logrado en la vida ha sido a base de puro tesón. Primero, como cocinero. Y, más tarde, como intérprete de éxito. En cualquier caso, sus padres siempre tuvieron claro que a su hijo nada ni nadie podría pararlo. De ahí que se emocionaran tanto al verle en la piel del popularísimo Eloy.
Antes de deslumbrar en la plataforma, Soroa participó en el documental Capacitados (2015), el spot Sí a todo (2016) y la serie Centro Médico (2017). Así como en la obra Manual básico de lengua de signos para romper corazones (2022), que estrenó en el Centro Dramático Nacional de la mano del fallecido Roberto Pérez Toledo. “Gracias a él, las cosas cambiaron”, apunta. Y, poquito a poco, fue ganando confianza. Sin miedo al terremoto constante que azota esta profesión: “Somos muchas las personas con discapacidad que queremos dedicarnos a ella y, aunque cada vez haya más presencia, las oportunidades son escasas“, añade.
Por ello, no le queda otra que seguir peleando. Corazón mediante, por supuesto. Pues él no concibe la batalla si no es con la pasión que le caracteriza: “Venimos de una estirpe de luchadores que ansiaba una sociedad equitativa. Si seguimos buscándola, continuaremos avanzando. No podemos parar”. Sólo así, algún día, seremos capaces de disfrutar a secas de quien tenemos en frente, sin importar nada más que su pericia frente a la cámara.
Hasta la fecha, aún queda bastante por hacer. Así lo atestigua el Observatorio de Diversidad en los Medios Audiovisuales, que en su último informe vislumbra cierta esperanza: en las producciones de 2021, hay 38 papeles con discapacidad frente a los 15 del 2020. No obstante, la representación sigue siendo ínfima, pues suponen un 3,6% (en series) y 2,8% (en largometrajes) de los casos analizados en el documento. “Si conseguimos que un personaje diverso llegue a cualquier espectador, incluido aquel que no entiende los problemas asociados a no pertenecer a la norma, estaremos añadiendo un ladrillo a ese puente. La cotidianización de la diversidad es vital para romper la polarización y, para ello, el poder del audiovisual es evidente”, aclara Jorge Gonzalo, presidente de esta organización.
Uno de los primeros en liderar este cambio fue Alberto Domínguez-Sol, que dio voz al celador Ernesto en Médico de familia (1995). Hoy, hacen lo propio producciones como Vida perfecta (2019), HIT (2020), Madres, amor y vida (2020), La fortuna (2021), Loco por ella (2021), Maricón perdido (2021) y Los espabilados (2021). No obstante, no todos los personajes con discapacidad son encarnados por profesionales con ella.
Este es un debate que controla Anna Marchessi (Sitges, 1992), que acaba de lanzar Fácil (2022). La última apuesta de Movistar+ es la adaptación televisiva de la novela de Cristina Morales y relata la historia de cuatro mujeres con diversidad funcional que quieren vivir juntas en un piso de Barcelona. De ellas, ni Anna Castillo, ni Natalia de Molina ni Coria Castillo la poseen. “Yo entiendo que se dé esta situación porque nuestro trabajo consiste en alejarnos de uno mismo. Sin embargo, para mí, cuando se dan este tipo de personajes, habría que intentar facilitarlos a la gente con discapacidad. Al menos, hasta que llegue el día en que nos dejen interpretar papeles en los que ésta sea una característica más. Y no su eje central”, sostiene.
Ella nació con parálisis cerebral, pero eso no le ha impedido estudiar dos carreras. Aparte de ser guionista de Amar es para siempre (2017) y Luimelia (2020), también se sube cada semana a las tablas del Valle Inclán para liderar la adaptación teatral de Lectura fácil (2022). A la par, prepara una serie autobiográfica dentro del programa de residencias de la Academia de Cine. “Los límites están en tu cabeza. Suena a tópico de Mr. Wonderful, pero es asquerosamente cierto”, dice entre risas.
Como Jesús Vidal (Vamos Juan, 2020), Pablo Pineda (Yo, también, 2009), Noelia Pompa (Paraíso, 2021), Telmo Irureta (La consagración de la primavera, 2022), Ángel Casanova (Hierro, 2019), Gloria Ramos (La que se avecina, 2019) y José de Luna (Campeones, 2018), Marchessi es la cara visible de un sector de la población que se ha revelado contra los prejuicios y que ha luchado, ni más ni menos, por lo que han considerado justo.
“Hubo una época en la que me reboté contra la discriminación positiva: cuando supe que daba lo mismo mi nota para entrar en la carrera porque había un cupo del 3% reservado al alumnado con discapacidad, me cabreé. Entonces, me puse a estudiar como nunca y saqué Matrícula de Honor en Bachillerato. La tontería ya se me ha pasado, es una iniciativa que nos acerca a un futuro utópico en el que estamos en igualdad de condiciones”, puntualiza la actriz, que en la adolescencia tuvo que usar bastón para desplazarse. Se lo fabricó su abuelo con un palo de fregona y una empuñadura de pescar, quien antes le construyó un andador con bandeja para llevarle los deberes a la maestra: “Fue bonito y traumático a la vez”.
El peso de las burlas
Esta mezcla de sentimientos es una constante en los sujetos que rompen la regla general. A su ahínco por encajar hay que sumar las dificultades que la comunidad impone. “Cuando nos mudamos a Madrid, noté miradas, preguntas y cuchicheos a mi espalda”, recuerda Sofía García (Badajoz, 2003), que tiene acondroplasia. Se trata de una alteración ósea por la que los huesos largos están acortados simétricamente. Tiene 18 primaveras, mide 1,20 metros y ha grabado junto a Macarena Gómez Y todos arderán (2021), de David Hebrero.
“Esta es de las pocas discapacidades que aún sigue arrastrando un tono de burla. Y eso es muy peligroso para las próximas generaciones. Yo no tengo nada en contra de hacer de enana, pero me gustaría que no se me redujera a ello. Además de esta particularidad, tengo otras en las que también podrían fijarse. No quiero sólo enfrentarme a historias de superación. Quizá, en el futuro, pueda ser la amiga del prota y abordar los dramas que viven cada día”, sugiere. En su caso, llegó a su primer proyecto gracias a la fundación de la que forma parte.
Durante el rodaje, lejos de sentirse apartada, notó como el equipo se involucraba con ella por ser la nueva. Entre secuencias, se hablaba de arte. No había nada que la separara de sus compañeros. Y eso le agradó en especial, pues por primera vez en mucho tiempo Sofía era sólo Sofía. “Me trataron con absoluta normalidad”, destaca la joven, que desde pequeña se ha fijado en la trayectoria de Peter Dinklage. De sobra conocido por ser Tyrion Lannister en Juego de tronos (2011), siempre ha dejado claro que jamás haría nada que le denigrase. Un propósito que debería convertirse en una máxima en cualquier ámbito de la vida. Sobre todo, en aquellos en los que la exposición es enorme.
“Las risas duelen… No obstante, estamos viviendo un momento de transición y la sociedad se está percatando de que somos personas. Tenemos que aprender a respetarnos”, proclama. De hecho, ella nunca se ha dado por vencida en este objetivo. Y, tras su debut, ha decidido no marcarse más líneas rojas: “Mi discapacidad no me incapacita para nada”.
De ello sabe bastante El Langui (Madrid, 1979). Lleva 20 años demostrando que su parálisis cerebral no le ha impedido conquistar la taquilla y liderar las listas. Rapero, actor y director, tiene claro que la discapacidad le ha enseñado a comerse el mundo de otra manera. Ni mejor ni peor. Sino una en la que cada detalle cuenta. “He aprendido a ser camaleónico. A sobrevivir cada día. A abrir los ojos. A hacerme más fuerte…”, comenta el ganador de dos Goya por El truco del manco (2008).
Esa ha sido, asimismo, la fórmula con la que ha ido tranquilizando a sus progenitores en cada etapa: cuando les confesó a los 14 que quería ser artista, se echaron a temblar. “Yo era un chaval que daba dos pasos y se caía. Tenía el cuerpo deformado. Y quería hacer una música que antes era minoritaria. Todo ello les aterraba… Desde entonces, cada vez que me presento ante el público, intento hacerlo andando. Tardaré más que el resto, pero les haré reflexionar. Y los jóvenes que me vean y quieran intentarlo, ya no tendrán tanto pánico como ellos”, asegura.
Hospital central (2012), Chiringuito de Pepe (2014), Cuerpo de élite (2018), Que baje Dios y lo vea (2018) y La cripta, el último secreto (2020) son algunos de los títulos en los que ha reivindicado su derecho a trabajar, a relacionarse, a vivir. Ha sido uno de los primeros en abrir camino y, a pesar de los obstáculos que eso conlleva, se siente satisfecho de los avances que se han ido realizando.
“Las cosas no se consiguen de la noche a la mañana. Estamos mejorando y, cada vez, hay más pluralidad en esta industria. Ahora bien, hay días en los que me planteo hasta qué punto esto es una moda más. Tras el éxito de Campeones, muchos quisieron subirse al carro y empezaron a contar con nosotros. Por un lado, me alegro de que ocurra. Pero, por otro, me entristece que las minorías tengamos que esperar a que pase algo para que nos llamen”. Para alcanzar la paridad, los números deberían dejar de interesar tanto. Un ideal que parece harto complicado visto el modelo de negocio que rige en el cine y en la televisión. Aunque hay excepciones.
Una villana Down y LGBTIQ+
Una de ellas es Señoras del (h)AMPA (2019). La serie abanderada por Malena Alterio, Toni Acosta, Nuria Herrero y Mamen García tuvo como villana a Ana Fernández (Madrid, 1994). “Las personas con síndrome de Down valemos un montón”, recalca la actriz, que supo bien pronto dónde encontrar la felicidad. Su pasión por actuar le acompaña desde los tres años, cuando empezó a practicar psicoballet. Esta disciplina le ha permitido crecer y sumarse a producciones como el filme Rencor (2002, Miguel Albadalejo) y la obra El amor no dura para siempre (2017, Andrés Lima).
Fue en ésta última donde Abril Zamora y Carlos del Hoyo la descubrieron. De inmediato, la ficharon para su proyecto: a lo largo de dos temporadas, el personaje de Asun dejó patente que se puede ser malvada y diversa perfectamente. Pues, además, era lesbiana. Lo que la volvía aún más singular: “Adoraba que fuese una macarra. Por eso, la primera vez que me vi sentí tanta emoción”. Casi la misma que revivió con Todo lo otro (2021), la gran baza de HBO la temporada pasada.
“Mi rutina empezaba temprano. Al llegar al plató, tenía maquillaje, peluquería y vestuario. Una vez finalizada esta parte, tocaba grabar”, explica con suma gracieta. Igual de metódica era con los guiones: “Al principio, mi hermano Álvaro me ayudaba a memorizarlos. Pero, a las semanas, empecé a hacerlo por mi cuenta. Yo subrayo los textos. Y, si encuentro una palabra difícil, utilizo varios colores para remarcarla. Es verdad que alguna vez me he quedado en blanco… Nunca ha pasado nada: continúo al rato y listo”.
En la actualidad, trabaja como auxiliar administrativo a la espera de nuevos retos. “Me fascinaría un largometraje que mezclase cine y danza”, ahí lo deja. Pues, para ella, esta es la vía idónea para acabar con los prejuicios que continúan instaurados entre nosotros. A veces, no somos conscientes de ellos. Pero, gracias a Ana y compañía, empiezan a ser aniquilados: “Soy muy luchadora. Hace falta más integración. Las personas Down también necesitamos salir en series y películas. Tan sólo hay que apostar por capacidades diferentes”.
Dicho esto, la gran pregunta es: ¿qué motivos hay para que no se conciban más personajes con diversidad funcional? “La mayor barrera es el desconocimiento, incluso el miedo a fallar y que esa circunstancia pueda causar rechazo”, manifiesta Juan Antonio Ledesma. Para el presidente de la Comisión de Medios del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), “el déficit de ciudadanía que soportan los 4,3 millones de personas con discapacidad en España se ha reflejado durante lustros en la ficción, ya que los pocos personajes que saltaban a la pantalla estaban estereotipados”.
En este sentido, se pronunció Martin Norden en 1997. Este profesor de Comunicación en la Universidad de Massachussets (Estados Unidos) señaló, en su libro El cine del aislamiento, que muchos de ellos eran catalogados como “enfermos dementes, cómicos desventurados, dulces inocentes…”. En definitiva, etiquetas que suelen originar “pena, lástima, odio…”. A día de hoy, incluso, se les sigue atribuyendo un carácter místico y fantástico.
La parte positiva es que, paulatinamente, la diversidad va ganando notoriedad en las tramas y se está abordando con mayor creatividad. “Hay que evitar perpetuar estereotipos trasnochados que para nada retratan a las personas que la tienen”, insiste Ledesma, quien anima a derribar los muros mentales que aún existen en el imaginario. De lo contrario, las historias seguirán obviando los anhelos, las dudas y las ilusiones de un colectivo que puede aportar visiones distintas a las ya asentadas. Estamos ante una ocasión maravillosa para abrir la mira y descubrir otros modos de ver el mundo.
“Se trata de una realidad poliédrica que puede abordarse desde la cotidianidad a la singularidad. Y que resulta igualmente atractiva”, mantiene el experto. El balón está, por ende, en otro tejado: “Los generadores de contenido deben desterrar los reparos a enfrentarse a argumentos y papeles con discapacidad. Contar con actores y actrices de estas características no encarece ni la producción ni el proceso”.
Fulminar el paternalismo
El cambio está siendo lento, pero existe. A él ya se enfrentó la comunidad LGBTIQ+, que hoy aparece en el audiovisual con mayor naturalidad que hace tres décadas. “Venimos de un mundo con tres canales y con series de un presupuesto de 700.000 euros en el mejor de los casos. Ahora nuestra oferta es competitiva y viaja a mercados internacionales. Eso ha hecho que nos volvamos más exigentes. De ahí que los personajes tengan que ser más auténticos. El mundo es diverso, no todos somos heterosexuales, blancos, de rasgos caucásicos y de medidas perfectas. Qué aburrido sería eso, ¿no?”, se pregunta Ruth García, creadora de Paraíso (2021).
Hay quien duda de que esto sea así, pero contra las ideas supremacistas sólo caben buena dosis de realidad. “Aportan verdad a la narración. La ficción es una imitación de la vida y, cuantos más elementos de ella podamos incorporar, más eficaz será”, zanja Pepe Coira, guionista de Hierro (2019).
De esta manera, se generarán conversaciones y se removerán conciencias. Su testimonio importa tanto como el de los demás. Por ello, hay que darles el valor que se merecen. “Casi siempre son personajes secundarios que se usan como alivio cómico o para mostrar que el protagonista tiene un gran corazón. Basta ya de instrumentalizarlos. Les debemos más representación, pero ésta también debe ser con matices y sin caer en clichés“, señala Carlos del Hoyo, artífice de Señoras del (h)AMPA (2019).
Para conseguirlo, el primer paso lo deben dar precisamente ellos. “Tiene que haber un guionista sensible a este marco. Alguien que se dé cuenta de que el mundo no sólo está hecho por y para los capacitados“, añade Héctor Lozano, responsable de Merlí: Sapere aude (2019). Una vez superada esta valla, toca la más compleja. Así lo considera Anna R. Costa, directora de Fácil (2022): “Tenemos que cambiar el paternalismo, la infantilización, la condescendencia… y tratarlos como a iguales. Debemos revisar la moral de lo que suponemos como correcto. Hay que ofrecer a los espectadores una mirada inédita de las cosas. En definitiva, aceptar la diferencia como algo positivo”. Sólo así, ganaremos todos.
Bendita (im)perfección
Las productoras juegan un rol clave en este proceso de reformulación. De hecho, son uno de los eslabones principales para favorecer el cambio. “Ya no se busca la perfección en los protagonistas, sino personajes que te hablen desde la incomodidad que supone según qué clase de situaciones. A este respecto, es nuestra responsabilidad gestionar la complejidad de ficcionar realidades diversas”, razona Arlette Peyret, productora ejecutiva de Brutal Media. De ella ha salido Bienvenidos a Edén (2022), el pelotazo de Netflix que cuenta con Carlos Soroa en el elenco. Rozar ese fin es complicado, pero no imposible. Para ello, habría que intentar pegar las historias lo máximo posible al contexto en el que se gestan. “Cambiar las oportunidades para personas con otras capacidades requiere políticas de inclusión y de educación. Lo mismo ocurre en el audiovisual, necesitamos implementarlas para ver estas perspectivas concretadas”, manifiesta Alfonso Blanco, CEO de Portocabo. Entre sus éxitos se halla Hierro (2019), donde aportaron su granito de arena: a Nico lo encarna Ángel Casanova, un muchacho herreño con parálisis cerebral.
Desde su puesta en marcha, Netflix ha apostado por relatos que agiten los cimientos. “El mayor impacto es promover la empatía y la comprensión a través de las historias que contamos. Nos comprometemos a crear oportunidades frente y detrás de las cámaras”, resaltan en la compañía fundada por Reed Hastings y Marc Randolph. Gracias a este interés, han surgido títulos como Atypical (2017), Special (2019), Campamento extraordinario (2020), Rising Phoenix (2020)… Y, a nivel nacional, Vivir dos veces (2019). En España, uno de los primeros en tratar esta cuestión fue Médico de familia (1995). La serie producida por Globomedia marcó un antes y un después en la televisión gracias a Alberto Domínguez-Sol. “Es fundamental que, cuando nos llegue un proyecto, desglosemos los personajes y pensemos en el talento posible para cada uno“, declara Tonucha Vidal, directora de casting de The Mediapro Studio. De plantearse, la pared caerá y cualquiera podrá optar al papel de sus sueños: “Si entre todos sumamos esfuerzos se ganará visibilidad”.