Marruecos desplegó sus alas y voló. Voló alto, tanto como le permitió el aliento de los miles de seguidores que casi llenaron los asientos blancos, rojos y verdes del precioso estadio Thumama, el mismo en el que España avasalló a Costa Rica. Este domingo, los marroquíes transformaron el campo en una ‘pequeña Rabat’ y sus futbolistas correspondieron con una victoria epopéyica, reducida a escombros una Bélgica que siente que sus años dorados llegan a su fin.
Se mimetizaban con el campo los aficionados marroquíes, tan rojos y tan verdes como los asientos del campo que homenajea a la ‘ghayifa’, el gorro de lana tradicional de estas latitudes del planeta. Era complicado al principio diferenciarles de los belgas, teñidos también de rojo, pero la sonora pitada a la presentación en el vídeomarcador de los jugadores de Roberto Martínez evidenció que los africanos eran incontestable mayoría en la tórrida tarde qatarí.
Bélgica no lo sabía, pero se avecinaba una tormenta perfecta en este pequeño e improvisado rincón de la geografía marroquí. Los futbolistas acompañaron desde el césped el entusiasmo de su pueblo y la crepuscular Bélgica del irrelevante Eden Hazard y del decepcionante Kevin de Bruyne claudicó. Venían avisados del duelo frente a Canadá. Entonces Thibaut Courtois les salvó parando un penalti, pero este domingo el portero del Real Madrid erró, humano como es, y desató la gran fiesta de Marruecos, que llega a la tercera jornada con cuatro puntos en su buzón.
Bélgica jugaba claramente a domicilio, seguramente en el ambiente más ensordecedor que se ha escuchado en una semana de Mundial. El diseño compacto del Thumama ayudaba a potenciar los debicelios y distraía del resto de cuestiones. Pero eso no justifica el pobre nivel exhibido por los jugadores de Roberto Martínez, que deberán jugarse el pase a la siguiente ronda frente a la Croacia de Luka Modric. Otra selección con una generación dorada en declive. Muy probablemente, una de las dos agotará su vida en Qatar en esta fase de grupos.
Bono no juega
Todo ellos pese a que Marruecos arrancó la tarde con malos augurios, debido a la sustitución in extremis de Bono, que escuchó los himnos con sus compañeros, pero ya no posó en la foto ni jugó el partido. Al parecer, una indisposición estomacal fue lo que motivó el reemplazo del portero del Sevilla instantes antes de que arrancara el duelo.
Con el melillense Munir bajo palos, Marruecos arrancó algo tímida la tarde y fue Bélgica la que tomó la iniciativa. Con respecto al primer partido, un experimento fallido pese al triunfo, Roberto Martínez realizó tres cambios de jugadores, pero el más importante fue el de esquema, rompiendo la línea de tres centrales que ha ido convirtiendo en seña de identidad de esta selección.
Poco a poco, sin embargo, Marruecos se fue arrancando los reparos iniciales, ganando protagonismo en el partido gracias al empuje de Ziyech y Boufal, mientras que Bélgica, con Hazard desaparecido en combate y De Bruyne aparcado en una banda, era incapaz de subir la apuesta.
Gol anulado
Justo antes del descanso, el Thumama estalló debido a un gol de falta directa de Ziyech. El VAR, sin embargo, avisó con buen criterio al árbitro principal debido a un fuera de juego posicional de Saiss. Era evidente que el central marroquí condicionó la pobre respuesta de Courtois, aunque no tocara el esférico.
El portero del Real Madrid se sintió salvado entonces… pero su pesadilla se iba a repetir. Sabiri, un minuto después de ingresar al campo, probó a mandar a la portería una falta que cualquier jugador del mundo habría convertido en un centro al área. Saiss se volvió a colocar por ahí para enredar y entre unas cosas y otras el balón se le coló a Courtois por el primer palo.
Agobiada pero sin recursos, pese a tirar del renqueante Lukaku en el tramo final, Bélgica intentó buscar al menos empate. Nada más lejos de la realidad. Ya en el descuento, Aboukhal marcó el segundo y definitivo gol del duelo tras un centro de Ziyech, terminando de desatar la locura más absoluta en la ‘pequeña Rabat’.