Madres de niños LGBTQ unen fuerzas en América Latina

Fabu Olmedo está tan nerviosa con respecto a los clubes y restaurantes de Paraguay que antes de salir por la noche a menudo se comunica con uno para asegurarse de que la dejarán entrar y que no será atacada ni acosada.

Olmedo no sabe si puede salir a la calle sin riesgo porque el día a día es duro para las personas transgénero en la capital, Asunción. Ahora, un nuevo grupo de aliados en América Latina está tratando de mejorar la vida cambiando las mentalidades en esta región socialmente conservadora y, a menudo, muy religiosa.

Fundado en 2017, el Movimiento Latinoamericano de Madres de Hijos LGBT+ presiona a los gobiernos para eliminar leyes perjudiciales y para que hagan respetar mejor las prohibiciones de la violencia y la discriminación.

Es una lucha difícil que requerirá paciencia y años de esfuerzo, pero las madres están trabajando juntas para ayudar a otras en su situación y funcionar como un refugio para los hijos LGBTQ cuyas familias no son tan solidarias con ellos.

“Es reconocer la fuerza y el poder que tenemos como mamás para acompañar a nuestros hijos, y ayudar a otras familias”, dijo Alejandra Muñoz, de 62 años, de la Ciudad de México. Su hijo Manuel se declaró gay hace 11 años y sufrió tanto acoso en el colegio que pasaba los recreos con los profesores.

“Está constantemente en riesgo que le griten en la calle, o peor, por su sexualidad”, agregó.

Olmedo, de 28 años, dijo que en julio le prohibieron la entrada a un club nocturno de Asunción con sus amigos.

“Muchas veces el local te deja entrar, pero hay gente violenta dentro”, señaló.

El Movimiento Latinoamericano de Madres de Hijos LGTB+ realizó su primera reunión presencial hace algunos días en Buenos Aires, donde asistieron a la marcha masiva anual del orgullo gay el 5 de noviembre.

“Nuestra gran lucha es para que toda Latinoamérica tenga los mismos derechos para nuestros hijes”, dijo Patricia Gambetta, de 49 años, líder del Movimiento, que tiene miembros en 14 países y la meta de expandirse a todas las naciones de la región.

El trabajo de las madres a menudo se complica más por la influencia de la Iglesia católica, que enseña que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados”. La fe evangélica, cada vez más popular, también predica a menudo en contra de las relaciones entre personas del mismo sexo.

Existen marcadas diferencias en la aceptación de las minorías sexuales en América Latina. Argentina y Uruguay han sido pioneros regionales en el matrimonio igualitario y los derechos de las personas transgénero. Otros países de la región aún tienen que instituir protecciones para la población LGBTQ.

El matrimonio igualitario se convirtió en ley en todos los estados de México el mes pasado. Honduras y Paraguay prohíben el matrimonio entre personas del mismo sexo. En Guatemala, un Congreso conservador ha intentado repetidamente aprobar una legislación que censuraría la información sobre las personas LGBTQ. En Brasil, existen proyectos de ley y leyes a nivel federal y estatal que prohíben o prohibirían la información sobre orientación sexual e identidad de género, dijo Cristian González Cabrera, investigador de derechos LGBT para América Latina y el Caribe de la organización Human Rights Watch.

Y las leyes a menudo no cuentan la historia completa.

González Cabrera considera que, independientemente del régimen legal en el que se encuentre un joven, el prejuicio y la discriminación en la región siguen siendo comunes.

Vitinia Varela Mora dijo que su hija, Ana María, decidió ocultar que era lesbiana después de ver a otros estudiantes homosexuales acosados en su escuela en Tilarán, Costa Rica, que está a unos 200 kilómetros de la capital, San José. Se lo confesó a su madre por primera vez hasta los 21 años.

En algunos países, las madres que intentan ayudar a sus hijos a lidiar con la discriminación de pronto se encuentran bajo escrutinio.

Claudia Delfín trató de buscar ayuda en las oficinas del gobierno para sus mellizos transgénero, quienes sufrían acoso y discriminación en su escuela en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, cuando tenían 16 años.

“Me mandaron que vaya y que asista a mi iglesia y que busque un camino mejor. Me mandaron prácticamente a rezar”, declaró.

Varela Mora de Costa Rica dice que le tomó casi dos años aceptar a su hija después de que le dijo que era lesbiana, algo que le cayó como “balde de agua fría”.

“Hay falta de educación, nadie la prepara a uno para esto”, dijo Varela Mora, de 59 años. Ahora trata de compensar eso apoyando a otras madres cuyos hijos se han declarado homosexuales.

“Es importante que los jóvenes sientan que hay una mamá que los apoya cuando no son acompañados en sus hogares”, añadió.

Los grupos de padres LGBTQ son de vital importancia para mostrar que los proyectos políticos regresivos no responden a las necesidades de las diversas comunidades de la región, señaló González Cabrera de Human Rights Watch.

Delfín dijo que ella es una de las dos madres en Santa Cruz que son activistas que luchan por sus hijos LGBTQ. Elena Ramírez, madre de Olmedo, dice también que muchos hijos trans que tienen problemas en casa acuden a ella para refugiarse.

“Soy una mamá para todas ellas”, dijo Ramírez, de 66 años. “Sé que hay madres a quienes no las voy a convencer, pero hay otros chicos que realmente necesitan”.

Gambetta dice que todas las madres en la organización de hecho terminan entrenándose unas a otras en sus reuniones mensuales virtuales.

“Como madres tenemos otra llegada a la población, somos más escuchadas”, manifestó Gambetta. “Cuando tu familia te apoya tenés el 99 por ciento ganado”.

 

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