Confianza absoluta en Luis Enrique. Como no podía ser de otra forma. Luis Rubiales, presidente de la Federación Española, no ha cuestionado jamás la capacidad del técnico asturiano como líder de la selección. Ni siquiera cuando el propio entrenador decidió abandonar el cargo hace más de tres años por motivos personales. Cuando se encontró física y anímicamente en condiciones de regresar, Rubiales le devolvió el mando de España sin dudarlo. Es su equipo. Forjado a su imagen y semejanza. Con su personalidad. Con su carácter. Y seguirá al frente mientras él quiera. Su contrato acaba cuando termine el Mundial, pero el presidente desea que siga. Pase lo que pase en Qatar.
La continuidad de Luis Enrique solo depende de Luis Enrique. El decidirá su futuro. Como ha hecho siempre. Ajeno a las críticas, a los menosprecios y a los ataques, algunos ruines, que ha recibido, recibe y recibirá. El técnico está por encima de estas batallas absurdas y terrenales. Ni le interesan ni le afectan. Libre de espíritu, solo hace y hará lo que considere más oportuno para conseguir su objetivo: construir una selección campeona. Está en el camino. Fiel a su modelo y a un estilo de juego heredado de su etapa blaugrana. Rubiales, que también lleva tiempo sufriendo una persecución mediática, es el mejor aliado de Luis Enrique en este proyecto. Juntos forman un tándem perfecto para llevar a cabo una misión: el relevo generacional del combinado español.
España está a cuatro victorias de volver a ganar un Mundial. Lo hizo en Sudáfrica’2010 con un equipo formado por los mejores futbolistas de la historia de la cantera del Barça. Doce años después, con el veterano Busquets como único superviviente de la mítica final de Johannesburgo, la selección española vuelve a tener opciones reales de conquistar el título. La derrota ante Japón fue un accidente. Muy doloroso, sí. Sorprendente. Pero fue un revés que acabó siendo positivo porque permitió evitar a Brasil y Argentina (que ya está en cuartos tras superar anoche a Australia por 2-1 con una buena actuación de Messi, que abrió el camino del triunfo albiceleste con un golazo en su partido número 1.000) en un hipotético camino hacia la final. El martes, España se enfrenta a Marruecos con la lección aprendida y con ilusiones renovadas. El susto ante los nipones fue un aviso. Pero la confianza sigue intacta. En Luis Enrique y en sus soldados.