Luciano Lutereau: “El miedo al fracaso y a equivocarse aterroriza a muchos adolescentes”

“El primer punto de preocupación de los adolescentes tiene que ver con encontrarse con que se acercan los 18 años, que quizás vivieron en un mundo de cierta ilusión y tienen que empezar a desidealizar sin desilusionarse. Esto es comprender que el mundo es difícil”, plantea.

“El propósito de la crianza es que un hijo sea una persona autónoma y capaz de enfrentar la adversidad”, sostiene. “Se habla de la “crianza respetuosa”: no es la crianza basada en darle al niño todo lo que necesita. La crianza respetuosa es la crianza que apunta a que se pueda convertir en un sujeto activo y que pueda ser responsable por sus propios actos”, explica. “En otro momento histórico, a los 18 o 19 años, alguien tenía la suficiente autonomía como para dedicarse a trabajar o para ser un estudiante que se ocupase de sus propias cosas. Hoy, los chicos necesitan un acompañamiento mayor. Siguen siendo chicos”, describe. “La simetría entre padres e hijos no existe”, subraya. “Otro punto que preocupa a los padres es el de la sexualidad en los adolescentes. ¿Desde cuándo? ¿En casa?”, señala.

“En sentido estricto, el adolescente es alguien que está haciendo un trabajo mental y psíquico para empezar a descubrir por sí mismo el mundo y a sí mismo”, clarifica. “Lo decía Freud: el adolescente tiene que hacer una cosa en su vida, en su adolescencia, que es enamorarse y decepcionarse”, sostiene y agrega: “Tiene que aprender a sufrir por amor y sufrir con cierta dignidad”. “Es muy común, y algo actual, que para muchos jóvenes, el pasaje por el primer amor tiene como contracara un repliegue narcisista: el adolescente se plantea que no va a amar nunca más”, desarrolla. “En la adolescencia, la mentira vuelve con la intención de engañar a un otro que está demasiado encima, que mira demasiado”, afirma y desarrolla: “La mentira tiene propósito de preservar la intimidad, que se puede pensar dentro de la dinámica vincular: el por qué me miente tanto, que lleva a pensar qué estamos haciendo para que un hijo mienta”. “Hay jóvenes que tienen una dificultad para la diferencia entre fantasía y realidad. Tiene que ver con la construcción narcisista de un show grandioso sin correlato en la realidad para dejarse tranquilo a sí mismos”, clarifica.

“Que un hijo tenga que pasar un mal momento es parte de su vida; no hay que superponer esa transferencia de angustia en la cual absorbemos los conflictos de un hijo”, propone. “La angustia es fuente de conflicto y el conflicto, es crecimiento”, resume.

“El modelo gratificador produjo niños que no crecen, con una inmadurez acentuada, con una dificultad enorme para la frustración”, argumenta. “Uno cría a un hijo para que el día de mañana pueda prescindir de uno, no para ser reconocido como un buen padre”, subraya. “Introducir a los hijos en la experiencia del deseo es saber que van a tener que atravesar conflictos y que, muchas veces, lo que van a obtener es distinto de lo que esperaban, que nada va a ser tan inmediato. Una crianza o un acompañamiento basado en el goce es que todo es inmediato, que nada tiene resistencia y si te genera resistencia, dejalo y buscá otra cosa. Eso genera vidas extraviadas”, reflexiona.

El psicoanalista Luciano Lutereau estuvo en La Repregunta. Lutereau es doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctor en Filosofía, también por la UBA donde es docente e investigador. Es autor de numerosos libros, entre ellos, Más crianza, menos terapia. Ser padres en el siglo XXI y Esos raros adolescentes nuevos. Narcisistas, desafiantes, hiperconectados.

Luciano Lutereau (Hernan Zenteno/)

Datos y noticias instalan muchas preguntas sobre adolescentes, niños y su crianza. El asesinato del joven Fernando Baez Sosa a manos de un grupo de adultos jóvenes, entrando a la veintena de la vida, abre interrogantes. También, la muerte de preadolescentes en la soledad de sus cuartos, viendo redes sociales. O la información sobre la tasa de suicidios entre adolescentes que ya venía creciendo en la Argentina y que, después de la pandemia, dio otro salto preocupante. Por otro lado, información que llega desde Estados Unidos sobre el aumento de horas de pantalla de los adolescentes: un 17 por ciento más que en los cuatro años anteriores a la pandemia. Y finalmente, una investigación que empieza a establecer que el cerebro de los adolescentes y de los niños cambia por la exposición a las redes sociales y afecta a la sensibilidad a la recompensa social.

¿Cómo ser buenos padres en estos tiempos? ¿Qué es ser buenos padres hoy? Lutereau hizo su análisis. Aquí, la entrevista completa.

Los “padres cansados” y el difícil arte de criar niños y adolescentes

-Parecen ser tiempos muy difíciles para ser padres. De hecho, es una una idea con la que usted insiste: que hay pocas tareas más difíciles como las de criar niños en estos tiempos. También como las de ser padres de adolescentes. ¿En qué basa su afirmación?

-Porque, por un lado, la sociedad en la que vimos es una sociedad de múltiples estímulos. Todos nos dedicamos a criar o acompañar mientras hacemos otras cosas. El tiempo del trabajo se modificó: ya no trabajamos durante una cantidad de horas y, después, regresamos a nuestros hogares; también seguimos trabajando en casa. Entonces, mientras trabajamos, criamos. Y a eso se suma la hiperconectividad que nos tiene en contacto con el afuera de forma permanente. La interioridad del espacio doméstico hoy está abierta hacia una cantidad de estímulos del exterior: en el tiempo de la mesa familiar, con la gente que come al mismo tiempo con los teléfonos; el tiempo de la organización de las habitaciones. Es decir, nos cuesta estar donde tenemos que estar.

-Y el cuarto del niño o del adolescente, que antes era un lugar de protección porque se cerraba y no estaba conectado con el afuera, queda abierto continuamente por las redes sociales y los celulares aún cuando los padres están durmiendo.

-Exactamente. El tiempo de exposición a la pantalla aumentó muchísimo. Y eso no solamente vale para los jóvenes. Un ámbito de preocupación significativo hoy son los desafíos virales, cuando chicos que todavía no entraron en la adolescencia y están en esa bisagra de la pre pubertad, cometen actos muy trágicos. Por eso se empezó a hablar de fenómenos de la pre adolescencia, previos a la adolescencia propiamente dicha: chicos que todavía son muy chicos, cuya autonomía no está consolidada, cuya capacidad de discernimiento y para tener un criterio propio no está establecida, con un criterio de realidad endeble. Se encuentran con líderes y movimientos que impulsan episodios de ese estilo en las redes.

Padres de adolescentes hoy: ¿qué los preocupa? Tiempos, consumo y sexo

-Como cada edad y cada etapa de la vida tiene su problemática y sus condiciones biológicas tan particulares, quiero que nos concentremos en la adolescencia. Usted es un psicoanalista que atiende pacientes. Pensemos este tema de los dos lados del mostrador, del lado de los padres y del lado de los adolescentes. Estos “padres cansados” de criar en tiempos actuales, como usted los define en uno de sus libros, ¿qué preguntas llevan al consultorio? ¿Qué preguntas se detectan como sistemáticas para definir los desafíos de la paternidad de padres adolescentes que además son padres cansados?

-Un tema recurrente es la extensión de la adolescencia. La pregunta que siempre aparece es a partir de qué edad sucede tal cosa. En otro momento histórico, a los 18 o 19 años, alguien tenía la suficiente autonomía como para dedicarse a trabajar o para ser un estudiante que se ocupase de sus propias cosas. Hoy, los chicos necesitan un acompañamiento mayor. Siguen siendo chicos. El tema de los rugbiers, que son adultos, mayores de edad, tiene algo que ver con eso.

-Sí, son jóvenes de más de 20 años, 21, 22, 23.

-Pero hay que ver si tienen la madurez psíquica. Su comportamiento era mucho más regresivo. Seguían funcionando de acuerdo con el grupo de pares propios de la adolescencia temprana aunque son jóvenes que ya tendrían una edad para ser independientes. Tienen a su familia detrás como grupo protector cuando ellos son capaces, al menos en la realidad, de cometer ciertos actos por los que tienen que responder y no saben si pueden responder o no. En ese sentido, independientemente del caso de los rugbiers, un primer punto de preocupación es a partir de qué edad, qué cosa, hasta cuándo qué cosa. En segundo lugar, otro tema de preocupación muy frecuente entre los padres es el tema de los consumos. Vivimos en una sociedad donde el consumo ya dejó de tener el estigma de lo prohibido, de lo ilegal. Con respecto a la marihuana, está ampliamente socializado y difundido.

-Casi como el alcohol.

-También, y creo que el alcohol hoy tiene una peor imagen que la marihuana. Muchos jóvenes de 15 o 16 años ya están cultivando. Muchos padres plantean: “¿Qué hacemos? ¿Fumamos o no con nuestros hijos? ¿Compartimos o no? Ellos saben que nosotros fumamos.” Una cuestión sumamente importante es que la simetría entre padres e hijos no existe. En todo caso, puede ser una disimetría porque la no simetría no es necesariamente una asimetría.

La “disimetría”: el nuevo balance entre padres e hijos

-¿Cuál es la diferencia entre asimetría, simetría y disimetría?

-Simetría no hay.

-No somos pares.

-Nos toca estar en generaciones distintas.

-Y los hijos son menores sobre los que tenemos responsabilidades.

-Y al mismo tiempo, los jóvenes también va ir teniendo responsabilidades pero nosotros tenemos la responsabilidad de estar en una generación precedente. Los adultos funcionamos como aquellos que transmiten y tienen la obligación de transmitir una experiencia. Con esa experiencia, los jóvenes verán qué hacen. Cuando digo que el vínculo no es asimétrico, me refiero a que ya no es la época en la que podemos decir “esto es así porque yo lo digo porque ésta es mi casa; el día que tenga tu casa, fíjate” porque esos discursos no funcionan.

-Un vínculo jerárquico y autoritario.

-Exactamente. Eso es la asimetría. La disimetría implica que hay diferencia pero no es igualdad. En ese caso, se confunden muchos escenarios. Hay que ver qué podemos compartir y qué no. El último punto eterno que preocupa a los padres es el de la sexualidad. Muchos padres plantean desde cuándo, si conviene que lo hagan en casa. Hay muchos padres que dicen que pareciera que quienes tienen sexo en la casa son más los jóvenes que ellos mismos. Empieza a aparecer un espacio donde se trastocan las cuestiones del pudor y de la vergüenza. Hay un punto muy común en los adolescentes de hoy sobre la sexualidad, como si la sexualidad fuera solamente tener una práctica sexual activa. En realidad es también un ámbito de responsabilidad, de cuidado, de crecimiento. No es solamente iniciarse, desarrollarse y entonces tener una práctica sexual.

Adolescentes de hoy: ¿qué los preocupa? El sentido de la vida, el fracaso, el sufrimiento amoroso

-Y desde el lado de los adolescentes, ¿cuáles son las preguntas que llevan a la consulta? ¿Sus preocupaciones coinciden en algo con las preocupaciones de los padres?

-Sí y no. Muchos adolescentes son adolescentes por la edad que tienen pero no por su mentalidad. Permanecen en una actitud mucho más infantil.

-Así como los jóvenes son más adolescentes, los adolescentes son más niños.

-Exactamente. Algunos adolescentes son niños grandes, incluso, niños con sexualidad. En sentido estricto, no son adolescentes. El adolescente es alguien que está haciendo un trabajo mental y psíquico para empezar a descubrir por sí mismo aquello que delegó en el adulto, aquello que le venía del adulto en relación a la heteronomía, eso de que la ley le venga del otro. Tiene que descubrir sus frustraciones y sus propios límites. Tiene que empezar a ver que muchos ideales no se corresponden con la realidad y pasar entonces a tener una conducta realista. Para los adolescentes propiamente dicho, hay tres puntos de preocupación. El primero de ellos tiene que ver con encontrarse con que se acercan los 18 años, que quizás vivieron en un mundo de cierta ilusión y tienen que empezar a desidealizar sin desilusionarse. Esto es comprender que el mundo es difícil, las oportunidades son pocas, no es un mundo igualitario. Ahí aparece la pregunta acerca de qué voy a hacer de mi vida. Para muchos, es una cuestión muy inquietante porque no le encuentran sentido a las acciones. Nuestra generación queda en un lugar un poco desvalido: cómo decirle a un joven esforzate y trabajá frente a un mundo en el cual se trata más de pegarla que de realizarse personalmente. El trabajo terapéutico con muchos jóvenes es un espacio de trabajo para tratar de ubicar la conexión con los propios actos y tratar de incorporar la frustración como algo que es intrínseco a todo ensayo y error.

-Y al mismo tiempo, sin asimilarse a un sistema que lo supera y que los hace perderse y perder su propia individualidad.

-Absolutamente. Esto nos lleva al segundo punto que aterroriza a muchos jóvenes, que es el miedo a equivocarse, el miedo al fracaso. Se popularizaron mucho las ideas del miedo al fracaso, de la zona de confort, de cómo salir porque no me animo. Nunca sirve decirle a alguien “el no ya lo tenés, animate igual, probá”. No sirve porque en ese caso hay inhibiciones muy fuertes para encontrarse con que la propia imagen no es la imagen idealizada de la infancia sino que no le vamos a caer bien a todo el mundo, no le vamos a gustar a todos. A veces nos dirán que no; a veces, por más esfuerzo que hagamos, no va a alcanzar. Empezar a encontrarse con esa limitación de la propia imagen es un segundo ámbito de dificultad. Y el tercero, ya no tiene que ver tanto con la sexualidad en sí pero se corresponde con lo que veníamos hablando, que es el amor. Lo decía Freud: el adolescente tiene que hacer una cosa en su vida, en su adolescencia, que es enamorarse y decepcionarse.

-El amor como la gran experiencia constitutiva.

-Exactamente. Y aprender a sufrir por amor y sufrir con cierta dignidad. Saber que el amor es algo que también tiene su límite. Los primeros amores son muy efusivos, hay mucho pegoteo. Son casi simbióticos porque son según el modelo de la experiencia infantil pero, en un momento, terminan. El tema es cómo no quedar resentido. Es muy común, y algo actual, que para muchos jóvenes, el pasaje por el primer amor tiene como contracara un repliegue narcisista: el adolescente se plantea que no va a amar nunca más: “Me desencantó el amor. El amor no es lo mío. No quiero volver a estar con nadie. Si estoy, voy a estar solamente en vínculos superficiales. Voy a estar sexualmente con distintas personas pero no me voy a fijar en ninguna porque yo ya sufrí, no quiero volver a sufrir”.

-No correr el riesgo profundo. No volverse vulnerables.

-Es uno de los términos más usados. Cuando la sociedad pone en cierto lugar algunas palabras, eso habla de los procesos anímicos. “Vulnerabilidad”, “fragilidad”, “cuidado”: ¿por qué de repente tenemos que empezar a hablar de que es importante cuidarse? Porque no nos cuidamos mucho, porque el repliegue hace que muchas, después de haber sufrido, alguien se retraiga y se mantenga en un nivel de conducta instrumental. Ahí aparecen para muchos jóvenes estos sufrimientos que son tan comunes hoy como el ghosteo, la clavada del visto, que tienen que ver con una experiencia juvenil del amor aunque a veces también la encontramos en adultos.

Adultos infantilizados… ¿crianza en problemas?

-Hay una pregunta en ese punto. ¿La crianza de los adolescentes en este mundo actual es también más difícil porque ese adulto esté infantilizado?

-Totalmente. Hay un punto ahí, independientemente de la edad cronológica, algo para hacer una revisión crítica de nuestras sociedades. Pienso en mi generación, aquellos que tenemos 40 a más de 40 años y que permanecimos en una dependencia amorosa muy cercana a la de la adolescencia, como una forma de amar juvenil, eso de pedirle al otro que sea todo, de pedirle al otro que entienda que tenemos que ser una prioridad en su vida; que si no somos una prioridad, entonces no nos interesa. A muchas personas les pasa que empiezan relaciones y vínculos y los primeros tres meses son maravillosos pero después se derrumban como si hubiera una dificultad para la construcción vincular. Una cosa es el amor y otra cosa es la pareja. Sobre el amor, uno mucho no puede decir. Pero construir pareja es un desafío vincular que muestra la experiencia que uno tuvo a lo largo del tiempo. ¿Qué le pasa a las personas de 40 años hoy en día? Les cuesta mucho construir pareja porque tiran de la sábana del amor y el amor es una sábana corta. Y cuando ya tiraron demasiado, se les cae la pareja del otro lado.

-Como si esperara una incondicionalidad que es propia de la relación de una madre o de un padre con su hijo pero no es propia del mundo de relación entre adultos.

-Exactamente. La adolescencia es la etapa de la vida en la que la reedición de las dependencias infantiles del amor, incondicionales, donde te fusionás, se da para curarse de esa idea. Como no nos curamos en la adolescencia, se prolongó hoy en día hasta los 40 o 50 años.

Los adolescentes de hoy, ¿mienten más? Autonomía e intimidad… ¿demasiado temprana?

-Hay una preocupación que se da mucho en este mundo, esta Argentina y este Buenos Aires donde los adolescentes tienen mucha autonomía, van a la escuela solos, salen de noche, se encuentran con sus parejas y los padres nunca sabemos dónde están o, si están en casa, están con los cuartos cerrados y tienen una intimidad que era muy difícil de concebir en nuestra generación. En ese contexto en el que la autonomía está entregada a adolescentes que están en proceso de maduración, muchas veces los adolescentes encuentran la mentira como para sacarse de encima la mirada controladora y de cuidado de sus padres. ¿La mentira es una preocupación de los padres? ¿Hay efectivamente un problema mayor con la mentira de los adolescentes, entregados ahora a una vida libre de la mirada de sus padres pero sin las herramientas para poder manejar lo que están haciendo?

-Está buenísima la pregunta. La mentira tiene una historia. El niño descubre la mentira en la más temprana infancia. La mentira aparece en torno a los cuatro o cinco años cuando es muy común que un niño empiece a mentir, entre comillas, para no decirle todo al otro. Cuando se da cuenta de que el otro no sabe todo. Aparece más como un juego, no necesariamente como voluntad de engañar, sino con la intención de construir su propia intimidad. En la adolescencia, la mentira vuelve a veces con la intención de engañar a un otro que está demasiado encima, que mira demasiado. Hay que pensar la diferencia entre los tipos de mentira. Por un lado, cuando tiene este propósito de preservar la intimidad, que se puede pensar dentro de la dinámica vincular: el por qué me miente tanto, que lleva a pensarse uno, qué estamos haciendo para que un hijo mienta. Por otro lado, la mentira en otro caso: jóvenes que tienen una dificultad para la diferencia entre fantasía y realidad. Son más bien fantasiosos y tienen una forma de mentir, con fantasías prolongadas.

-La construcción de un mundo paralelo.

-Que pasa mucho más de lo que te imaginás. Te cuenta un relato y te habla de sus amigos en el club, de que la pasan bárbaro y después te dicen no, viene al club, se sienta a un costado, está ahí solo todo el tiempo. Y te nombra amigos con los que quizás nunca habló.

-¿Una puesta en escena ante los padres para dejarlos tranquilos o para dejarse tranquilo a sí mismo?

-Diría que para dejarse tranquilo a sí mismo. Tiene que ver con la construcción narcisista de un show grandioso sin correlato en la realidad.

Cuidar sin vigilar. ¿Cómo ser padres hoy?

-¿Cómo se maneja ese límite delicado entre cuidar y criar de una manera que permita al hijo o a la hija florecer y el límite que roza la vigilancia y el control improductivo? Que inclusive resulta un control censor que al otro lo hace esconderse en la mentira.

-Hay un indicador claro. En la relación de dependencia inicial entre un padre o una madre y un niño, los padres absorbemos la angustia de los hijos, nos angustiamos por ellos. Es un fenómeno muy corriente: lo vemos angustiado, nos angustiamos nosotros. Después se le pasó y uno se quedó angustiado. Esa transferencia de angustia en la relación parentofilial es esperable que esté en un primer momento. Si uno no revisa ese aspecto personal, uno con su angustia refuerza conductas de control y lo que busca es no estar angustiada. Así, va a limitar las posibilidades de experimentación de los hijos, va a reforzar la gratificación, no va a permitir que se ponga a prueba, le va a ahorrar a un hijo que se desenvuelva, que tengan que encontrarse con la angustia. Porque si yo me angustia con la angustia de mi hijo, voy a hacer todo para que no se angustie. Ahora, si no se angustia, ¿cómo crece? Porque la angustia es fuente de conflicto y el conflicto, fuente de crecimiento. Mi generación tiene que ser muy cauta respecto de lo que son los modelos de crianza basados en la gratificación que muchas veces infantilizan prolongadamente. En ese caso, el consejo más significativo es que un hijo tenga que pasar un mal momento es parte de su vida; no superponer esa transferencia de angustia en la cual absorbemos los conflictos de un hijo. A uno como padre le duele quizás más. Como cuando lo retás: lo retaste y vos te sentís peor.

-Como querer ahorrarle todos los sinsabores de la vida.

-En la adolescencia, uno ve los resultados de la crianza y no puede volver para atrás. Por eso hay que arrancar desde el principio, desde muy chicos. Hay que transmitirles a los niños la idea de lo que es la responsabilidad. La responsabilidad no es culparlos porque la culpa es por algo que se hizo. La responsabilidad llega a partir del efecto que ya ocurrió y da la posibilidad de la reparación. Educar en la responsabilidad es eso. Se habla de la “crianza respetuosa”: no es la crianza basada en darle al niño todo lo que necesita. La crianza respetuosa es la crianza que apunta a que se pueda convertir en un sujeto activo, que pueda ser responsable por sus propios actos, que se oriente hacia acciones constructivas.

Felicidad o autonomía. ¿Cuál es el objetivo de una crianza responsable?

-Hay experiencias generacionales, de padres de 40 o 50 años que fueron criados en otros moldes más rígidos en ese vínculo con los padres, aunque fueran buenos vínculos. Había zonas de la intimidad de las que no se conversaba, experiencias que no se compartían. Evitábamos que fueran porosas para que cada uno preservara la asimetría. Ser padres que generen un vínculo basado en esta crianza responsable tiene desafíos. ¿Cómo hacerlo? ¿Cuándo uno está haciéndolo bien y cuándo está sobrereaccionando? Hay un periodista muy interesante que piensa temas de una manera muy lateral, Esteban Schmidt. Él dice que, con ese objetivo de preservar a nuestros hijos de los rigores de la vida, no aprenden ni a cantar el himno. Como si para que los niños sean felices, buscamos ahorrarle todos los sinsabores de la vida. ¿La felicidad de nuestros hijos es el objetivo de la crianza?

-El propósito de la crianza es que un hijo sea una persona autónoma y capaz de enfrentar la adversidad. Uno cría a un hijo para que el día de mañana pueda prescindir de uno, no para ser reconocido como un buen padre. El propósito es que alcance su autonomía y que uno, finalmente, pueda dejarlo ir, algo que cuesta muchísimo. Venimos de un modelo que era eminentemente disciplinario; nuestros padres seguían un modelo disciplinario. Después vino un modelo que fue fuertemente gratificador y hoy estamos viendo las consecuencias de ese modelo. El modelo gratificador produjo niños que no crecen, con una inmadurez acentuada, con una dificultad enorme para la frustración. Decimos que les falta límite pero en realidad faltaron muchas otras cosas antes. Hoy en día, en esta nueva década, estamos entrando en una nueva modalidad que no es ni una cosa ni la otra, que vuelve a restituir el papel de la responsabilidad y a pensar en el niño como sujeto. Pensamos que al niño o al adolescente o al joven hay que darle amor indiscriminado porque así va a estar todo bien. Pero el amor indiscriminado genera mucha confusión.

-El amor como aquello que resuelve todos los obstáculos que le van apareciendo en la carrera de la vida no genera buenas consecuencias.

-Exactamente. El modelo gratificador surgió como modelo alternativo cuando se empezó a criticar a la crianza tradicional. Planteaba que el niño sabe lo que quiere, que hay que preguntarle al niño qué quiere, que no hay que frustrarlo de ninguna manera porque él es quien mejor nos va a indicar lo que quiere. Pero nos encontramos, por ejemplo, con niños que dejaban los pañales muy tardíamente, niños que estaban destetados y sin embargo seguían tomando la teta. El propósito de la crianza, al contrario, es que el niño finalmente reconozca al adulto como un otro, no que sea un objeto a su servicio.

La crianza y el rol del deseo. ¿Cómo alentar la autonomía de los hijos?

-Y la última cuestión tiene ver con el deseo. Esto de padres que le abren la puerta de sus hogares a sus hijos con sus novias para que se encierran en los cuartos para tener sexo, o los adolescentes que se pasan horas en internet y con un solo click, obtienen el cumplimiento de su deseo en ese mundo virtual: esa satisfacción tan rápida del deseo, ¿es un obstáculo para la adolescencia y para ese volar de una manera más interesante?

-Está buenísima la pregunta. Podemos distinguir entre lo que es el goce y lo que es el deseo. El goce se caracteriza por la inmediatez: si algo viene con un click, es un puro goce. El deseo siempre tiene alguna resistencia. Siempre supone alguna fricción y algún conflicto. Introducir a los hijos en la experiencia del deseo es saber que van a tener que atravesar conflictos y que, muchas veces, lo que van a obtener es distinto de lo que esperaban, que nada va a ser tan inmediato. Una crianza o un acompañamiento basado en el goce es que todo es inmediato, que nada tiene resistencia y si te genera resistencia, dejalo y buscá otra cosa. Eso genera vidas extraviadas, vidas perdidas, no vidas de personas que no saben muy bien para dónde van. En este tiempo, me parece que es muy importante volver a pensar en el deseo en su dimensión de esfuerzo, de resistencia, aunque no de sacrificio. En la vida tiene que haber algo que se te resista porque ésta es la realidad: lo que une el deseo a la realidad, lo que te permite ver que tu fantasía no fue solamente una imaginación sino que al mismo tiempo se puede materializar, es cuando te encontrás con la fricción, con lo que te resiste de alguna forma, y te dice “lo que obtuviste no era lo que vos querías pero sin embargo, vos estás en lo que obtuviste”.

 

Generated by Feedzy