Croacia y Brasil se juntaron en un nuevo emparejamiento para dilucidar el tercer cuarto de final del torneo. No sin apuros los europeos, vía penaltis, y mediante un paseo para los americanos, que despacharon a Corea del Sur con dos goles en 15 minutos, cuatro en 36 minutos, para que empezaran a sonar los tambores sin cesar. Hasta el viernes, día del duelo, como pronto.
El desigual balance de resultados en sus enfrentamientos (seis victorias y un empate para Brasil, con un 1-5 en Seúl en junio) tuvo su traslación inmediata sobre el terreno de juego, como si los surcoreanos hubieran salido aplatanados. La desgracia acentuó sus miedos, golpeados sin piedad en cada intento brasileño. La estadística llegó a marcar un 4-3 en remates a portería, pero lo que reproducía el resultado era un rotundo 4-0.
Los cinco minutos añadidos al primer tiempo correspondieron solo a las dilatadas celebraciones brasileñas. Primero montando un corro colectivo, del que solo estaba excluido Alisson; después con coreografías más reducidas, luego el agradecimiento a dios que estás en las alturas, cuando no había un abrazo a un lesionado (el sevillista Alex Telles) o un pedido a Tite para que se pusiera a bailar. Como si no hubieran marcado un gol en toda la vida. Bien es verdad que solo festejaron tres en tres partidos de la liguilla, y anoche se empacharon con cuatro antes de concluir el primer tiempo.
No pudo oficiarse mejor despedida al estadio más efímero de la historia. Inaugurado el campo de los contenedores con un triste 0-0 en el México-Polonia, se cerró el séptimo partido con el festival de la pentacampeona, un chorro de luz y color y goles para abrillantar los coloridos rectángulos metálicos que han configurado un estadio. Nada cutre, por cierto. No se llenó, sin embargo, el 974 pese a que jugaba uno de los favoritos que ofreció una inesperada pero festivalera ceremonia de clausura: 43.847 personas, presuntamente, sobre una capacidad de 44.089. Números maquillados.
Alisson niega la esperanza
Inesperada porque Brasil no anduvo fina en ataque hasta la explosión ante Corea. Alisson hizo dos paradas que le negó la posibilidad de reengancharse al partido, al menos para conservar la opción de seguir viva, pero su falta de agresividad defensiva la sepultó. Son Heung-Min tiró fuera nada más iniciarse el segundo tiempo, pero solo habría reparado el honor surcoreano. No dejaron de intentarlo, seguramente después del broncazo que les debió caer del vehemente Paulo Bento.
La espectacular finura de la puntería brasileña no tuvo tanto que ver con la reaparición de Neymar como con las concesiones surcoreanas, que se va del Mundial de la mano de Japón. El 10 brasileño anotó de penalti (dos transformó contra Corea en junio) y se colocó a un gol de Pelé en la selección: 77 en 92 partidos del astro al que hoy todos rezan, 76 en 123 del astro en quien todos confían. A Neymar, con su séptimo gol en los Mundiales, le quedan aún lejos los 15 de Ronaldo.
Brasil perdió en el segundo tiempo el perfecto índice de acierto (Raphinha, que había creado el gol de Vinicius, falló el quinto remate con la derecha en un mano a mano con el portero) y mucha de la disciplina inicial en el repliegue, cuando el 4-3-3 defensivo se transformaba en un 4-4-2 con Raphinha y Vinicius retrocediendo y liberando a Neymar de la servidumbre defensiva.
El buen plan de ataque de Corea, inútil por su pésimo dispositivo defensivo, y también su orgullo acabó por dominar el partido. Demasiado tarde anotó Paik Seung-Ho, aquel viejo valor que llegó a la Masia del Barça, antes de que Tite, que había dado entrada a Alves, brindara el debut del tercer portero, Weverton, para contentar a los 26 de la plantilla.