Unos hechos dignos de una hipotética cuarta temporada de Baron Noir. Si al guionista y exmilitante socialista Eric Benzekri le pidieran que retomara la exitosa serie política —algo muy improbable dado que Canal+ la dio por terminada—, podría inspirarse del esperpento dado por el Partido Socialista (PS) en las últimas semanas en Francia. La centenaria formación de izquierdas celebra, entre este viernes y el domingo, su congreso nacional en Marsella, marcado por las tensiones internas, un ajustado proceso de votación y un acalorado debate sobre la conveniencia de mantener la actual coalición unitaria con el resto de partidos de izquierdas.
El secretario general del PS, Olivier Faure, partidario de mantener la alianza de la NUPES, fue reelegido con el 51% de los votos en el escrutinio interno del 19 de enero, en que participaron unos 20.000 militantes, una baja participación que refleja el declive del partido. Aunque las papeletas fueron recontadas varias veces y el resultado certificado por un agente judicial, su adversario Nicolas Mayer-Rossignol (49%) sigue contestándolo, debido a las irregularidades observadas en algunos pocos puntos de votación.
Incluso el alcalde de Rouen llegó a reivindicar su victoria la noche de esas primarias, que coincidieron con la multitudinaria huelga general. Mientras más de un millón de franceses se manifestaron contra la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron, los dirigentes socialistas se despellejaban. Todo ello para asumir las riendas de una formación que apenas obtuvo el 1,75% de los votos en las presidenciales de abril.
La continuidad de Faure
Una semana después de ese recuento con tintes trumpistas o bolsonaristas, la temperatura bajó en el partido de la rosa. Varias veteranas dirigentes pidieron enterrar el hacha de guerra. “Debemos parar, el Partido Socialista no es una banda de tramposos”, aseguró la alcaldesa de Lille (norte), Martine Aubry, que en 2008 ya había asumido las riendas de la formación en un congreso muy tenso, en que se enfrentó a Ségolène Royal. El mismo Mayer-Rossignol, que contó con el respaldo del expresidente François Hollande y de la alcaldesa parisina Anne Hidalgo, ha dejado de reivindicar su victoria, aunque se resiste a reconocer la reelección del actual secretario general.
Salvo una sorpresa mayúscula, los delegados del PS confirmarán en Marsella la victoria de Faure, de 54 años, al frente un partido decadente a nivel nacional, aunque con una importante implantación local —gobierna en cinco de doce regiones y participa en los gobiernos municipales de la mayoría de grandes ciudades—. Uno de los asuntos que se zanjará en el congreso es si la dirección integrará a los representantes de las corrientes disidentes o bien quedarán fuera, lo que abriría la puerta a una escisión.
Debate sobre la coalición unitaria
En el concilio en la ciudad foceana, también se certificará la apuesta por la actual alianza electoral del PS con la Francia Insumisa (afines a Podemos), los verdes y los comunistas. “La línea política ha quedado zanjada, la NUPES no está peligro”, aseguró Faure. Se refería a la coalición unitaria con los distintos partidos de izquierdas que compusieron de cara a las legislativas de junio —en que se convirtieron en la principal fuerza de oposición a Macron en la Asamblea Nacional— y que al actual secretario general del PS le gustaría revalidar de cara a las elecciones presidenciales y legislativas de 2027. En cambio, en las europeas de 2024 lo más probable es que las formaciones progresistas se presenten por separado.
El debate sobre mantener (o no) esta estrategia unitaria ha estado en el centro del proceso interno en el PS, cuyas discrepancias son mucho más tácticas que ideológicas. Los militantes votaron el 12 de enero los distintos textos de orientación. Entonces, la hoja de ruta de Faure logró el respaldo del 49% de los militantes. Apenas obtuvo el 20% una corriente claramente opuesta a la NUPES, liderada por Hélène Geoffroy, una exministra de Hollande. Y Mayer-Rossignol consiguió el 30% tras defender una línea más ambigua: afirmaba ser partidario de la alianza con los otros partidos de izquierdas, pero con un mayor peso del PS, que cuenta con 31 diputados de los 151 de la NUPES.
Los dirigentes y militantes de otros partidos de izquierdas han acogido con alivio la continuidad de Faure. Pero las tensiones de la última semana en el PS amenazan con debilitar a una gauche, lastrada en los últimos meses por una sucesión de affaires. En un momento en que las multitudinarias protestas contra la reforma de las pensiones ponen contra las cuerdas a Macron, la izquierda podría desaprovechar este contexto propicio. Sus tensiones internas le están pasando factura.