“Este equipo entiende todas las facetas del juego”, dijo Lionel Scaloni en la conferencia de prensa posterior al 2-1 contra Australia, que clasificó a la Argentina a los octavos de final de Qatar 2022. Y agregó, sobre el aliento de los hinchas en cada uno de los cuatro partidos que su equipo lleva disputados en la Copa del Mundo: “Es emocionante estar acá. Parece que estamos jugando en Argentina. Ver a estos chicos y a Leo (Messi) jugar así son recuerdos inolvidables e imborrables; momentos únicos. Estos chicos están hechos para competir al máximo nivel. Nacieron para jugar este tipo de partidos. Están capacitados para esto”.
Durante el encuentro ante los oceánicos, Lionel Scaloni parece un monje tibetano. Cultiva la onda zen. Grita en cuentagotas, muy lejos del frenesí contra México, el segundo partido en Qatar 2022, el que había que ganar para no quedarse afuera en primera ronda. Enfrente está Australia y son los octavos de final. El entrenador argentino cambió los gestos ampulosos y las indicaciones permanentes por las manos en la cintura. Lo suyo ya no es una montaña rusa de emociones y parece confiar en los once futbolistas que eligió para el partido que se juega en el estadio Ahmad Bin Ali, de Al Rayyan. Ya no tiene la mochila de hace una semana. Quizás, incluso, hasta se permita en algún momento disfrutar de la Copa del Mundo.
“Tuvimos situaciones para no terminar de esta manera. Si terminaba 2-0, no estaba mal. El fútbol tiene estas cosas y al final lo terminás pagando”, dijo el DT en la conferencia de prensa. Y destacó la dificultad que entrañó Australia: “Hoy encontramos un rival muy difícil y está bueno que todo el mundo entienda. La dificultad es máxima. Australia hace una presión bastante inteligente. Cuando el equipo logró salir de esa presión, creó muchísimas situaciones como para estar más tranquilo”.
El DT se libera, al fin, con el segundo gol argentino, un producto genuino de la presión en toda la cancha que tanto pregona. Los autores intelectuales son Rodrigo De Paul y Julián Álvarez, el último en impulsar la pelota a la red. Scaloni, que no celebra el primer tanto de la noche, convertido en la etapa inicial por Lionel Messi, esta vez sí levanta los brazos en señal de celebración. Es la conquista que puede catapultar a la Argentina a los cuartos de final. A estar entre los ocho mejores equipos del torneo.
El director técnico de Argentina, Lionel Scaloni, y su gesto durante el partido (Aníbal Greco/)
En la conferencia de prensa, Scaloni insistió sobre el poco descanso entre el partido con Polonia y este compromiso de hoy con Australia: “Físicamente nosotros estábamos justos. El partido fue a menos de 72 horas. Y jugando a las 10 de la noche. Zanjado el tema, el Mundial empezó el 22. Ya arrancó, y cada vez que juega Argentina es esto”. Y eligió un momento para sintetizar el valor del pasaje a octavos de final; a estar entre los ocho mejores equipos del Mundial: “Resumo todo en el festejo con la gente. Es una inyección de moral única. Me gustaría que todo el mundo pueda vivir lo que siente el jugador al vivir eso”, completó. Más tarde, en una nota con TyC Sports, el entrenador recordó que “el Mundial es muy traicionero” y que “a veces el Mundial no lo gana el que viene arrasando. Países Bajos será una buena medida”.
Durante el partido, el entrenador sí mantiene la intensidad de siempre, que brota desde el banco de suplentes. Scaloni presta atención a cada jugada como si todavía jugara con la camiseta de Deportivo La Coruña, con la que salió campeón en España. O con la de Newell’s o la de Estudiantes de La Plata. No quiere dejar ningún detalle librado al azar. Sabe que en un Mundial los detalles son vitales y pueden significar la diferencia entre pasar una ronda o volverse a casa. Por eso le protesta al cuarto árbitro, el guatemalteco Mario Escobar, tras una mano de un defensor australiano que el árbitro no cobra. Y en la que el VAR no llama. El ambiente en el banco argentino es muy distinto al partido con México. Pablo Aimar, por ejemplo, ya no se emociona como aquel día. Ahora, en Al Rayyan, todo es fútbol. Como si el entrenador y sus ayudantes supieran que, si Argentina juega a lo suyo hay dos o tres goles de diferencia con Australia.
A los 23 minutos del primer tiempo, y cuando su equipo pierde la pelota, Scaloni se refugia en el banco de suplentes. Comparte algunas palabras con Aimar. Imagina alguna modificación para evitar que el rival le robe protagonismo. En sus gestos no hay preocupación ni nerviosismo, sino algo parecido a una certeza: Argentina, su selección, sabe a lo que juega. Y mantiene su identidad: eso tranquiliza al entrenador.
Lionel Scaloni, entrenador argentino, da indicaciones durante el partido entre la Argentina y Australia (Aníbal Greco/)
Scaloni pendula en su corralito de acuerdo a los movimientos de sus jugadores. Si la Argentina ataca, enfila hacia el arco australiano. Si, por el contrario, defiende, va hacia la posición de Dibu Martínez. Toma agua. Piensa. Vuelve a refugiarse en su asiento y debate modificaciones con Aimar y Walter Samuel. Se tapa la boca para que nadie adivine sus decisiones. A los dos minutos del segundo tiempo decide el ingreso de Lisandro Martínez por Alejandro Gómez, quien debe ser atendido por un problema muscular. A los 25, más retoques: Lautaro Martínez por Julián Álvarez y Nicolás Tagliafico por Marcos Acuña. Puesto por puesto y línea de 5 para defender.
Esta vez no hay ni muecas ni gritos desaforados. Es un partido mucho más cerebral del entrenador argentino. La historia de México, motivada por la derrota en el debut contra Arabia Saudita, no volverá a repetirse en el emirato. Si bien el Mundial entró en etapa de definición y una derrota significa eliminación, la Argentina ingresó en el grupo de los ocho mejores equipos del Mundial. Es muy distinto volverse a casa tras la primera fase que hacerlo en cuartos o en semifinales.
De repente, un gol de Australia cambia un poco el semblante del entrenador argentino. Faltan diez minutos para el final y un remate de Craig Goodwin que se iba a la tribuna termina en el arco defendido por Dibu Martínez. Es un tanto sacado de contexto. El DT argentino tenía previstas dos modificaciones (los ingresos de los ex River Exequiel Palacios y Gonzalo Montiel) y las deja en suspenso. Tres minutos después, las confirma y agota las modificaciones. Scaloni termina convencido en lo que muestran sus futbolistas adentro de la cancha.
Otra alarma: Lisandro Martínez cruza para salvar in extremis el arco argentino. En el banco albiceleste aparecen algunos sobresaltos. No hay tiempo de modificaciones: Scaloni tiene que arreglarse con lo que hay en el campo. Hace unos minutos que dejó el corralito y ya camina por fuera de sus límites. La incertidumbre en el marcador (y la mínima diferencia de un gol) sembraron algo de nerviosismo. Es lógico en el Mundial de las sorpresas y en una instancia decisiva como los octavos de final. Scaloni les pide a los suyos más presión en campo contrario: sabe que la mejor defensa es un buen ataque. Y quiere que los minutos pasen lo más rápido posible.
Sobre el final se le escapa un insulto al aire, tras una aproximación australiana. El resultado parece no correr riesgos, así como la clasificación argentina a cuartos de final. En los 90 minutos, el equipo albiceleste es mucho más que su rival. Scaloni lo sabe y eso lo tranquiliza. Termina de calmarse con el pitazo final del árbitro polaco Szymon Marciniak. Y, por fin, cumple con el ritual de ir al vestuario a festejar. La procesión va por dentro.