Lenguaje de señas, incluir al dialogar

Unos 360 millones de personas, esto es más del 5% de la población mundial, tiene algún grado de discapacidad auditiva, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cuando la capacidad de oír sonidos es parcial, se habla de hipoacusia y, cuando es completa, se la denomina cofosis. Puede también ser unilateral o bilateral, según afecte o no a ambos oídos; permanente o temporal; de nacimiento o adquirida. Todo esto, sin considerar que muchos pierden progresivamente calidad de la audición, no la cantidad, y que la persistencia conlleva para algunos el riesgo de mala salud mental por el impacto psicológico de la dolencia, aun cuando son muchos más los que conviven con su discapacidad satisfactoriamente, pero lamentando no ser debidamente incluidos.

Uno de cada cuatro adolescentes utiliza dispositivos de audio con volúmenes de entre 75 y 105 decibeles, y muchos acuden a discotecas con música que supera los 100, dos condiciones que favorecen la pérdida de audición.

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La exposición a sonidos por encima de los 80 decibeles activa el riesgo a corto, medio o largo plazo. La investigación de la OMS, con diferencias demográficas y personales –y algunas imprecisiones en opinión de expertos– habla de aproximadamente mil millones de jóvenes en peligro por comportamientos de riesgo.

En este escenario, debe celebrarse que el proyecto de ley que reconoce la Lengua de Señas Argentina (LSA) como natural y originaria en todo el territorio nacional ya haya sido aprobado por la Cámara de Diputados y enviado al Senado para su correspondiente debate. El presidente de la Comisión de Discapacidad de la Cámara baja, Luis Di Giacomo (Juntos somos Río Negro), sostuvo que la llamada lengua “visogestual” debe ser jerarquizada y oficializada, en tanto permite “poner en pie de igualdad a las personas sordas…”.

Graciela Caselles (FdT-San Juan) destacó que tener “un lenguaje natural y propio es evidentemente un camino de inclusión social”, en tanto Diana Rezinovsky (Pro-ciudad de Buenos Aires) utilizó ella misma en el recinto el lenguaje de señas para pedir perdón a la comunidad sorda por haber demorado tanto en reconocer su sistema de signos lingüísticos. Más de un millón cien mil compatriotas sordos, a los que se suman sus familiares, se verán beneficiados por esta ley que otorga indudables derechos.

La iniciativa fue motorizada por la Confederación Argentina de Sordos, con el apoyo de varias peticiones iniciadas en la plataforma Change.org, que recogieron decenas de miles de firmas. Si bien habrá quienes puedan leer los labios, establecer un diálogo con las manos genera un ambiente más afable para la comunidad sorda, agradable desde el esfuerzo y la alegría por empatizar. Actualmente existen unas 300 lenguas de señas en el mundo por lo que está claro que no se trata de un lenguaje universal como muchos creen.

Su aprendizaje demandará tiempo. Incorporarlo constituye un nuevo movimiento que busca incluir a todos frente al lenguaje estándar. Se trata de acciones concretas y no de artificios discursivos que pretenden disfrazar una realidad duramente exclusiva. Confiemos en que la sanción de la ley en el Congreso llegue antes de fin de año para saldar, con bombos y platillos, esta deuda silenciosa.

 

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