Lecciones para la próxima pandemia (II): La guerra no está ganada y el sistema de salud japonés es el ejemplo

En una reciente encuesta se preguntó a miles de personas cuál creía que iba a ser la causa de su muerte. Muchos pensaban que el cáncer, otros que un infarto o un ictus. Bastantes creían que sería una enfermedad degenerativa o simplemente la vejez.

Sus respuestas son un ejemplo de cómo en la actualidad nos cuesta mucho darnos cuenta del enorme peligro latente que encierran las enfermedades infecciosas.

Esto se debe a que el desarrollo científico consiguió impedir -casi siempre- que los agentes infecciosos desaten pandemias en nuestra especie gracias a unos avances tan fundamentales como:

El saneamiento de aguaLa seguridad alimentariaLa higiene de los animales domésticos y del ganadoLa vacunación masiva de humanos y animalesEl empleo de fármacosEl diagnóstico masivoEl rastreoEl aislamiento de los enfermosLa salud públicaLa asistencia hospitalaria y un largo etc.

Nos acostumbramos demasiado rápido a ganar la partida a las enfermedades infecciosas, hasta el punto de que hoy en día nos parece totalmente antinatural asistir a la muerte por enfermedad de alguno de nuestros hijos.

Damos por hecho que nos sobrevivirán.

Sin embargo, la historia dice justo lo contrario.

360. VALENCIA, 23/04/2020.- Una mujer observa la calle desde la ventana de su casa, mientras otro vecino ha colocado un cartel de apoyo a todos los trabajadores de un superermercado | EFE

La guerra contra los agentes infecciosos no está ganada

Hasta hace 3 o 4 generaciones lo más normal era que los padres enterrasen a varios de sus hijos, que morían por enfermedades infecciosas durante su infancia.

De hecho, se estima que del alrededor de ciento quince mil millones de seres humanos de nuestra especie que vivieron durante los últimos 250.000 años, la mayor parte murieron como consecuencia de alguna enfermedad infecciosa.

Pandemias y epidemias condicionaron nuestra historia diezmando, e incluso terminando con muchas civilizaciones.

Pero a pesar de nuestro extraordinario éxito en la lucha contra las enfermedades infecciosas, la guerra no está, ni mucho menos, ganada.

Los agentes infecciosos evolucionan muy rápido. Las bacterias consiguen resistencia a los antibióticosY los virus saltan a menudo la barrera entre especies infectando a humanos.

La más importante lección que debemos extraer de la COVID-19 es que todavía no estamos totalmente a salvo de pandemias.

Los datos de brotes infecciosos potencialmente epidémicos son abrumadores

Aunque tomemos todas las medidas necesarias para evitar que los patógenos emergentes den el salto a los seres humanos, y aunque apliquemos todos los procedimientos de contención para limitar al máximo la transmisión de la enfermedad desde los individuos infectados a los susceptibles, existen miles de agentes infecciosos que tienen el potencial para desatar brotes pandémicos en nuestra especie.

Los registros de la red mundial de enfermedades infecciosas y epidemiología (GIDEON) son abrumadores.

Anualmente se producen en el mundo más de 1.000 brotes de agentes infecciosos potencialmente epidémicos, cualquiera de los cuales, si no se controla a tiempo, tiene potencial para generar graves problemas.

Está claro que no siempre vamos a hacer bien las cosas.

Nunca debió haber murciélagos y pangolines vivos vendiéndose como alimento en mercados al aire libre en WuhanY nada más detectarse los primeros casos se debió impedir totalmente la movilidad, rastreando y aislando a todos los posibles afectados.

Archivo – Imagen de archivo de la pandemia de coronavirus en Japón | Rodrigo Reyes Marin/ZUMA Wire/dp / DPA – Archivo

Lección 3

Incrementar los servicios de salud

Además de nuestros propios fallos debemos tener en cuenta que los nuevos brotes de enfermedades infecciosas aumentan con el cambio global, de manera que se duplican cada 10 años.

Por eso los expertos en salud son unánimes. Por más que hagamos es seguro que nunca podremos detener a tiempo todas las enfermedades infecciosas al principio de su diseminación.

Y lanzan una severa advertencia:

“Si no queremos ver de nuevo hospitales sobresaturados, gente muriendo sola, morgues improvisadas llenas a rebosar, nuestra tercera estrategia contra futuras pandemias pasa por incrementar significativamente los servicios de salud pública para salvar la vida del máximo número de personas, que irremediablemente enfermarán por algún nuevo brote epidémico o pandémico.

Literalmente la Comisión Lancet, en sus “Lecciones para el futuro a partir de la pandemia de la COVID-19” indica que:

“Demasiados gobiernos no se han adherido a las normas básicas de la racionalidad”. En especial “Los países deben fortalecer los sistemas nacionales de salud sobre la base de la salud pública y la cobertura universal de salud, basados en los derechos humanos y la igualdad de género”. “El sistema de atención de la salud debe incluir una cobertura sanitaria universal que se centre en la atención primaria de la salud y garantice que los pacientes tengan acceso a una atención de calidad para los problemas de salud relacionados y no relacionados con la pandemia”.

No llegamos a atender ni el envejecimiento de la población

Los mejores expertos en salud pública del mundo advierten de que tras la crisis financiera que se inició en 2008 muchos países han hecho grandes recortes en la sanidad pública. Y la pandemia de COVID-19 terminó de tensionarla.

“Ahora la sanidad pública de muchos países europeos es insuficiente no ya para hacer frente a una nueva pandemia, sino para abordar con éxito las exigencias sanitarias derivadas del envejecimiento de la población”.

Pero además de fortalecer al máximo los sistemas de salud pública:

“Cada país debe ampliar los planes nacionales de preparación para pandemias para prevenir y responder a las enfermedades infecciosas emergentes”. 

Estos planes deben incluir:

“vigilancia y seguimiento mejoradosProtección de grupos vulnerablesDirectrices sobre intervenciones sociales y ambientalesProtocolos de viajesAulas y lugares de trabajo segurosY sólidas cadenas de suministro de productos para la salud”.

Tailandia, el país de las sonrisas, se aferra a las mascarillas tras la covid |

El ejemplo del sistema de salud pública está en Japón

Respecto a la mejor manera de conseguir una sanidad pública eficaz, numerosos expertos realizaron un ingente trabajo comparando con extremo detalle la relación de coste-eficiencia en distintos sistemas de salud pública en una larga serie de países del mundo.

Como resultado de estos estudios los expertos reconocen que, con mucha diferencia, el mejor sistema de salud pública del mundo es el de Japón.

En gran medida su calidad es responsable de que los japoneses tengan la mayor esperanza de vida del mundo.

Y si además tenemos en cuenta los índices de esperanza de vida saludable, Japón todavía se despega más del resto del mundo en esa primera posición.

La comparación de la prestigiosa revista The New England

A este respecto The New England Journal of Medicine, -una publicación científica norteamericana considerada como la mejor revista médica del mundo-, ha publicado diversos estudios comparando los resultados asistenciales de los mejores hospitales norteamericanos con los hospitales del sistema sanitario japonés.

En todos los casos estudiados la calidad asistencial de los hospitales japoneses supera con mucho a los mejores hospitales norteamericanos.

Por ejemplo los índices de supervivencia de enfermos graves a 5 años tratados en hospitales medios japoneses prácticamente duplican a la de los norteamericanos tratados en sus mejores hospitales.

Otros estudios han comparado aspectos específicos de la sanidad norteamericana con la japonesa.

Por ejemplo, la Sociedad Estadounidense de Oncología realizó una serie de estudios de supervivencia a tumores, demostrando que frente a un mismo tipo de cáncer los japoneses sobreviven casi 5 años más que los norteamericanos.

Resultados similares se obtienen con otras dolencias.

Y eso que los japoneses son los que más van al médico

También se realizaron estudios generales sobre la calidad asistencial, demostrando que de toda la OCDE los japoneses son:

·      Los ciudadanos que más van al médico (algo más del doble de los europeos)

·      Los que gozan del mejor equipamiento (con la mayor tasa de camas UCI del mundo)

·      Los que disponen de más sistemas de diagnóstico avanzado por habitante (hasta 7 veces más que en Estados Unidos)

·      Y encima, sus listas de espera son, con mucho, las menores.

¿Cómo es la sanidad japonesa? ¿Es muy cara?

System of Health Accounts-SHA realiza detallados estudios sobre el coste de la sanidad en los distintos países.

Así el gasto sanitario en Estados Unidos supera ya los 10.000 euros por habitante y año, mientras que el coste por habitante y año de la emblemática sanidad en Japón es de 3.249€ al año.

Ante estas cifras los expertos se preguntan cómo consiguen los japoneses su modélico sistema de sanidad.

Lo que más llama la atención es que la sanidad pública y los índices de longevidad japoneses durante la primera mitad del siglo XX no eran nada buenos.

Pero en la década de los 50 del pasado siglo Japón reformó radicalmente su sistema de salud pública. Su nueva ley de sanidad fue elaborada por una comisión de expertos más allá de los partidos políticos.

La ley de sanidad japonesa blindó un sistema de atención médica universal que garantiza la igualdad de acceso de todos los japoneses a un sistema sanitario en el que los pacientes pueden elegir libremente médico y hospital.

Lo extraordinario de la ley japonesa es que prohíbe expresamente que cualquier organización, entidad, corporación o particular haga negocio con la sanidad.

La sanidad es un bien común, no un objeto de beneficio.

Además, los hospitales, organizaciones e instituciones sanitarias, solo pueden ser administrados, gerenciados y dirigidos por médicos.

Archivo – Un profesional sanitario prepara una dosis de la vacuna contra la COVID-19 de Pfizer y BioNTech, foto de recurso | Lino Mirgeler/dpa – Archivo

La sanidad norteamericana es todo lo contrario

Los expertos coinciden en que el modelo de la sanidad norteamericana es el contrario al japonés.

Mayoritariamente está en manos privadas y constituye uno de los sectores de negocio que más dinero mueve y que resulta más rentable.

Pero a cambio de este beneficio económico se genera una enorme desigualdad.

Varios países europeos disponen así mismo de muy buenos sistemas de salud.

Según los expertos, estos excelentes sistemas sanitarios públicos son una de las principales causas de que los europeos gocemos de una de las mayores esperanzas de vida del mundo.

Y además, estos sistemas sanitarios que también funcionan mejor que el norteamericano son también más baratos. En Alemania el gasto por habitante y año es de 5.192€ y en Francia de 4.160€.

Honduras recibe 299.520 dosis de la vacuna bivalente contra la covid-19 |

¿Y la sanidad española?

Un caso muy estudiado es el de la sanidad pública española.

Conseguimos una buena sanidad a un coste muy bajo (2,594 € como media por habitante y año según datos del System of Health Accounts-SHA).

Estas cifras provocaron incluso que diversas revistas económicas se hiciesen eco del tema.

Por ejemplo “The Economist” publicó un llamativo titular sobre el tema “Perplejidad en EEUU: gasta el triple que España en sanidad, pero su esperanza de vida es mucho más baja”.

Pero los expertos advierten del caso particular de la sanidad pública española.

Aunque es extraordinariamente barata para los buenos resultados que obtiene, paradójicamente fueron los bajos salarios de médicos y enfermeras los que consiguieron que durante muchos años hubiese numerosos profesionales en nuestro sistema sanitario gastando muy poco.

Pero con los sucesivos recortes se traspasó un límite y las condiciones de muchos profesionales sanitarios se han vuelto insostenibles.

El personal de medicina y enfermería necesita estar altamente cualificado.

Para ser médico se requiere:

Además de un gran talento y una extraordinaria capacidad de trabajo…

Los médicos entran en las universidades con una altísima nota de corte, cursan la carrera con más créditos de la UE y su formación postgrado prosigue durante 4 o 6 años más. Para formarse como especialista un médico necesita de 10 a 12 años. Comparativamente, tras solo 4 años de carrera (a la que accede con una nota de corte mucho menor) un ingeniero ya accede al mercado laboral a menudo en mejores condiciones.

Aún peor es el caso de enfermería.

Según diversos análisis de dificultad de cursar la carrera, enfermaría es significativamente más difícil que muchas de las nuevas titulaciones del mundo de la informática que sin embargo van a contar con condiciones laborales mucho mejores.

La Comisión Lancet amonesta severamente a los políticos

La Comisión Lancet es tajante en su advertencia: “A cambio de su singular esfuerzo los profesionales de medicina y enfermería deben sentirse apoyados y bien tratados”. Amonesta severamente a los políticos. El maltrato que dan a los profesionales sanitarios está pasando factura.

La OMS advierte seriamente:

Ya no hay suficientes médicos bien formados para garantizar nuestras necesidades de salud.

Estrechamente asociada a esta protección a la sanidad pública y a los profesionales sanitarios los expertos insisten en que es necesario lograr la “equidad sanitaria”: la sanidad tiene que proteger a todos los individuos.

La desigualdad social es un factor de riesgo importante

La desigualdad social sigue aumentando a cada año que pasa. Y miles de personas caen en la marginación.

Pero a nivel de salud pública debemos tener en cuenta que los patógenos infecciosos emergentes aprovecharán cualquier oportunidad que se les brinde para proliferar.

Sin suficientes recursos sanitarios ni higiénicos, los marginados suelen terminar sosteniendo cargas virales significativamente mayores que la gente bien atendida.

Es en los marginados sanitarios donde los agentes infecciosos encuentran un excelente lugar donde expandirse, mutar, recombinar y originar nuevas variantes más infectivas que finalmente se diseminarán por toda la población.

Y aunque el tema sigue bajo estudio, hay sólidos indicios de que la mayoría de las variantes más peligrosas del SARS-CoV-2 se originaron en personas marginadas.

Pero aunque pueden empezar por los marginados, de ellos pueden expandirse al resto de la gente.

Diversas encuestas indican que frente a la pandemia de COVID-19 en general las personas más privilegiadas sintieron que sus recursos les protegerían. Estaban equivocadas.

Carlos Falcó, marqués de Griñón, falleció en 2020 a causa del coronavirus | EFE

Ante una pandemia nadie está a salvo.

Millonarios como Alfonso Cortina, Carlos Falcó, Francisco Hernando (el Pocero)…Aristócratas como Maria Teresa Borbón-Parma…Políticos como Juan Cotino, Enrique Múgica…Famosos como Luis Eduardo Aute o Carlos Marín (Il Divo)

Todos ellos murieron por COVID-19 sin que el virus tuviese en cuenta su historia ni sus circunstancias.

 

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