Las luces que iluminan tu patio, balcón o jardín durante la noche están perjudicando al desarrollo de las orugas. Esas luminarias alteran por completo los ciclos biológicos de estos insectos y, por tanto, de las otras especies que dependen de ellos. Eso es así porque dichas luces allanan el camino de los depredadores para que puedan encontrar a las orugas cuando aún no han crecido lo suficiente para cumplir su función. Es una consecuencia más de la contaminación lumínica, un problema creciente que afecta a la astronomía, el descanso humano y también las especies naturales, que precisan de la oscuridad para desarrollarse adecuadamente.Las pequeñas orugas suelen tener recursos suficientes para escapar de aves, artrópodos u otros insectos. Arrastran su cuerpo entre las hojas, donde se camuflan de ellos, hasta desarrollar alas y ponerse a volar, ya como polillas. Pero cuando las luces LED iluminan la zona, quedan al descubierto y son un plato fácil para los depredadores. Estas conclusiones son los resultados de un estudio realizado por la Universidad de Cornell (EEUU), publicado en Proceedings of the Royal Society, Biological Sciences. Haciendo uso de unas replicas realistas de estos insectos, creadas a partir de arcilla blanda, los investigadores encontraron la relación entre la iluminación nocturna y la supervivencia de estos insectos.
Para llegar a esta conclusión, los científicos colocaron más de 550 diminutas réplicas de estos insectos en un bosque para evaluar los patrones de caza de sus depredadores con y sin la influencia de la luz artificial. “Medimos las tasas de depredación de estas orugas de arcilla, que parecen reales”, resume el investigador John Deitsch, primer autor del artículo. En poco tiempo, se dieron cuenta de que los depredadores “dejaban marcas en la arcilla” de las orugas que seleccionaban para saciar su apetito.Las réplicas utilizadas eran de color verde para imitar el cuerpo y tamaño de dos tipos de oruga diferente: las Noctuidae (polillas mochuelo) y las Notodontidae (polillas prominentes). Los científicos eligieron estas dos especies por ser las más comunes dentro del bosque elegido para los experimentos: Hubbard Brook. Este emplazamiento, ubicado entre las ciudades inglesas de Woodstock, Ellsworth y Thornton, funciona como un gran laboratorio al aire libre y es idóneo para este tipo de experimentos.
Al recuperar los modelos de oruga, se dieron cuenta de que había diferencias en los surcos que habían marcado los depredadores, dependiendo de si el lugar en el que se encontraban estaba más o menos iluminado.Un 27% más con luz de farolas
De las 552 orugas de arcilla que se colocaron sobre distintos tipos de plantas, se recuperaron 521 ejemplares al finalizar el experimento. De ellos, 249 (47,8%) mostraron marcas debidas a un intento de depredación. Sin embargo, en aquellas parcelas donde la luz tenía la intensidad de una farola (entre 10 y 15 lux de brillo), las tasas de depredación eran un 27% más elevadas que la norma general en todo el bosque. De hecho, “cuando enciendes la luz de un porche, de repente ves un montón de insectos ahí fuera”, destaca Sara Kaiser, del Laboratorio de Ornitología de Cornell. “Pero cuando atraes a esos depredadores artrópodos añadiendo aún más luz, se produce un riesgo adicional: la posibilidad de ser devorado”.Esta investigación demuestra una vez más los perjuicios que ocasiona a la naturaleza la contaminación lumínica, pues no solo afecta a la contemplación del cielo estrellado o al descanso nocturno de las personas, sino que también expone a la fauna silvestre a nuevos peligros.
Artículo de referencia: https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rspb.2023.0153
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