La "ola roja" de américa latina puede haber alcanzado su pleamar

Por Brad Haynes

22 dic (Reuters) – Dramáticas elecciones en Brasil,
Chile y Colombia llevaron al poder a gobiernos de izquierda en
gran parte de América Latina en 2022, en la pleamar de una
segunda “ola roja” en la región en dos décadas.

Sin embargo, dificultades en un contexto económico
complicado sugieren que la cresta de la ola ya está a la vista.
La tendencia contraria a los Gobiernos conservadores que animó a
la izquierda podría pronto inclinar la balanza de las grandes
elecciones hacia el otro lado.

Para tener el mismo poder de permanencia que el renacimiento
de la izquierda a principios de siglo, los Gobiernos deberán
reactivar unas economías que han frustrado tanto a los votantes
como a los inversores durante una década de crecimiento
mediocre.

El presidente chileno Gabriel Boric, de 36 años, asumió el
cargo en marzo como el líder más progresista de su país en medio
siglo y el más joven de la historia, pero los reveses sufridos,
incluido el rechazo de una nueva Constitución, han mermado su
popularidad y le han obligado a hacer concesiones al centro,
incluido el cambio de algunos de los miembros más jóvenes de su
gabinete por figuras más experimentadas de la política
tradicional.

Colombia también viró bruscamente a la izquierda con la
elección en junio de Gustavo Petro, un exguerrillero de 62 años
que prometió abordar la desigualdad con reformas fiscales y
agrarias. Con la primera ha apuntalado los problemas fiscales,
pero ha asustado a los inversores con su propuesta de prohibir
nuevas prospecciones de petróleo y gas y de cuestionar la
política del banco central.

El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva,
de 77 años, que se impuso por un estrecho margen al actual
mandatario, Jair Bolsonaro, en octubre, es un vestigio de la
primera ola roja de la región, cuando el auge de las materias
primas le ayudó a terminar la presidencia de 2003 a 2010 con una
aprobación récord.

Sin embargo, los escándalos de corrupción y la mala gestión
económica de su sucesora empañaron el legado de Lula. La
profunda polarización, el envejecimiento de la población activa
y una mayor carga de deuda pública harán casi imposible que
vuelva a ser tan popular.

Por qué importa

Aunque las repercusiones internas aún no han terminado, el
sesgo progresista de América Latina -que también incluye a los
presidentes electos de México, Argentina y Bolivia- ha
reconfigurado la diplomacia regional.

Muchos líderes de izquierdas han adoptado una actitud más
amistosa hacia los Gobiernos autoritarios de Venezuela,
Nicaragua y Cuba, lo que dificulta la presión de Estados Unidos
y sus aliados.

Mientras que el chileno Boric ha rechazado los abusos a los
derechos humanos bajo el mandato del presidente venezolano
Nicolás Maduro, tanto Petro como Lula se han mostrado ansiosos
por restablecer los lazos diplomáticos con Caracas.

Las simpatías ideológicas de la región se pusieron de
manifiesto en diciembre, cuando el expresidente izquierdista de
Perú, Pedro Castillo, intentó disolver el Congreso antes de que
este lo destituyera en una votación.

Los Gobiernos de México, Colombia, Argentina, Bolivia y
Honduras condenaron la destitución de Castillo, que algunos
calificaron de “golpe” El Departamento de Estado de Estados
Unidos dio la “bienvenida” al nombramiento de su sucesora, la
presidenta Dina Boluarte.

Lula reconoció que la destitución de Castillo era
“constitucional”, pero no condenó su intento de cerrar la
legislatura.

Lo que significa para 2023

La nueva ola roja de la región tiene un claro tinte verde,
ya que los movimientos progresistas han abrazado la lucha contra
el cambio climático. Mientras que los izquierdistas de la vieja
guardia, como el presidente mexicano Andrés Manuel López
Obrador, siguen apostando por los combustibles fósiles, muchos
de sus pares están adoptando las energías renovables y la
conservación.

El principal asesor exterior de Lula ha pedido que Brasil
acoja una cumbre de países de la selva amazónica en el primer
semestre de 2023, junto con países desarrollados interesados en
su conservación.

Sin embargo, ese y otros esfuerzos por lograr una
“integración regional” basada en una ideología común podrían
estar perdiendo su oportunidad.

Castillo, destituido un año y medio después de su elección,
podría no ser el único líder de izquierdas que se enfrenta a
tiempos difíciles.

El presidente argentino, Alberto Fernández, tiene un índice
de aprobación en torno al 20% antes de las elecciones de
octubre, en las que él y sus aliados se enfrentarán a grandes
dificultades, lo que recuerda que la marea roja podría cambiar
pronto.
(Editado en español por Javier López de Lérida)

 

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