El 15 de enero de 2022 el volcán submarino Tonga-Hunga (así llamado por las dos pequeñas islas del Pacífico Central que se asentaban en su borde) entró en erupción, desatando una potente explosióneste estudio publicado en la revista Nature6,5 kilómetros cúbicos de roca
que pudo sentirse en Alaska, a 10.000 kilómetros de distancia. No era la primera vez que sucedía, pero la del año pasado fue la más intensa provocada hasta la fecha. No solo del Tonga, sino que probablemente también de cualquier otro volcán, según dedujeron diversas investigaciones científicas, entre ellas
en el que se especifica que la caldera volcánica alcanzó los 850 metros de altura y arrojó hasta
a la superficie.
Aquella violenta erupción destruyó por completo la isla Hunga Tonga Hunga Ha’apai, surgida en una erupción producida entre 2014 y 2015. Como estaba deshabitada, no hubo que lamentar víctimas ni destrozos materiales, pero sí una importante pérdida biológica originada en este mundo submarino que fue abriéndose paso durante los 7 años en los que discurrieron ambas erupciones.
Aquella nueva isla era un laboratorio natural sin parangón para estudiar cómo surgen las primeras formas de vida en una masa de tierra recién formada. Ahora, una nueva investigación científica llevada a cabo por expertos de la Universidad de Colorado en Boulder y publicada recientemente en la revista especializada ASM Journal ha desvelado la composición de los primeros microorganismos que la poblaron. Los resultados han sido sorprendentes.
Al contrario de lo que se esperaba, los científicos no encontraron rastro de cianobacterias, unos microorganismos primitivos que proliferan en las nuevas tierras, como, por ejemplo, la que aparece después de la fusión de un glaciar. En su lugar, hallaron una gran proliferación de otras bacterias, entre ellas, algunas que no necesitan oxígeno para vivir o que son capaces de metabolizar azufre inorgánico. Organismos microscópicas similares a las que normalmente pueden encontrarse en ambientes extremófilos, como pueden ser chimeneas hidrotermales o aguas volcánicas, fueron los primeros colonizadores de aquel nuevo mundo surgido tras una explosión.
Los primeros colonizadores fueron organismos similiares a los que habitan las chimeneas hidrotermales o aguas volcánicas.
Una oportunidad única para estudiar los primeros organismos colonizadores
La isla volcánica de Hunga Tonga Hunga Ha’apai, en el Reino de Tonga, es una rareza, por lo que ofrece una oportunidad única para el estudio de los organismos que colonizan en masa una nueva masa de tierra. Lo que más sorprendió a los científicos es que los primeros signos de vida observados en esta nueva isla son radicalmente distintos a los documentados en otros entornos terrestres. Descubrieron que los primeros microbios colonizadores utilizaron estrategias metabólicas únicas para sobrevivir en este entorno recién formado, incluida la capacidad de generar energía a partir del azufre o de los gases traza, como el argón, el ozono o el dióxido de azufre. Nuevas investigaciones aportarán nuevos datos, y quizás, nuevas sorpresas.