Un grupo de gansos graznan en el límite justo que separa la zona seca de la encharcada. El nivel del agua apenas supera un palmo del suelo. Dos turistas cruzan la pasarela de madera camino de la Isla de la Entradilla, previo paso de la Isla del Pan. Los colores que predominan son amarillentos, cenizos. Hay varios tarays, el árbol emblema del parque, secos, abiertos en canal, deshechos. Es primavera, en teoría la época más fértil de uno de humedales más importantes de Europa, cuando debería ser un festival de aves y vegetación, pero hace muchos años -al menos ocho- que en Las Tablas de Daimiel ya no es primavera. “Da mucha pena, la verdad, yo recuerdo de venir de niña y no tiene nada que ver, ¡pero si está todo seco!”, exclama Susana, una joven que ha venido junto a su pareja de Cádiz hasta este bello rincón de Ciudad Real que ha perdido paulatinamente el esplendor de antaño.
De las 1.750 hectáreas del humedal, considerado Reserva de la Biosfera, sólo están encharcadas 152, el 9%, según los últimos datos del Organismo Autónomo de Parques Nacionales. “La situación es mala, pero hay esperanza de que se pueda recuperar”, explica el director del organismo, Javier Pantoja. Buena parte de la comunidad científica clama por una solución urgente porque pese a ser un ecosistema “muy resiliente” a la degradación ambiental, “el grado de perturbación que puede soportar está cercano al límite”.
Así lo expresaron recientemente 500 científicos en un comunicado donde instaban al Gobierno de Pedro Sánchez a actuar ya porque si no el humedal podría desaparecer en unos años. Detrás de la paulatina degradación del parque está la prolongada sequía y, por encima de ello, las extracciones de agua para abastecer a las explotaciones agrícolas desde el acuífero de la Llanura Manchega Occidental, que lleva alimentando el humedal en los últimos 30.000 años. “Está sobreexplotado y no tiene atisbo de solución ni a corto, ni medio ni a largo plazo”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, Salvador Gutiérrez, científico del CSIC y uno de los investigadores que promovieron el manifiesto.
Combustión
“Hay una zona, la del tablazo, que recorre una de las sendas, que no se inunda desde hace ocho años. El problema es que el humedal se mantiene a base de bombear agua del acuífero para mantener encharcada esa zona y reducir el riesgo de combustión de la turba que está acumulada en los sedimentos... No llega el agua porque no hay posibilidad física de que llegue”, aprecia Salvador sobre un hecho que ya provocó un incendio grande en 2009, a la que siguió un periodo muy húmedo de 2010 a 2014 donde hubo un rebrote de agua en el cauce del Guadiana y fue una época buena para el parque.
Pero ya hace mucho que la mayoría de los ríos -Gigüela, Azuer y Guadiana- han perdido su conexión con el acuífero, cuyas perdidas de agua son debidas en un 90%, según estimaciones oficiales, al bombeo realizado para regadío. De acuerdo a los científicos, para que Las Tablas de Daimiel asegure sus necesidades ecológicas debería asegurarse un caudal regular de 17 hectómetros cúbicos de agua al año -el máximo permitido por ley-, a través de la llamada Tubería manchega, mientras se buscan otras alternativas.
El año pasado la Comisión Central de Explotación del Acueducto Tajo-Segura ya autorizó un trasvase de seis hectómetros desde la tubería: tres para la reparación y puesta a punto de la infraestructura y otras tres como dotación de agua para Las Tablas. “Llegaron en julio o agosto, el peor periodo para enviar agua, apenas encharcaron nada porque, además, se evaporó muy rápido. Nosotros no somos partidarios del trasvase pero es la única solución para salvar el ecosistema. El parque tiene derecho por Ley a ese trasvase”, aprecia Salvador.
Agua del acuífero
Para el director de Parques Nacionales, donde se deben poner “los esfuerzos”, sin embargo, es “en regular los usos que se hacen del agua del acuífero”, ya que, como recuerda, el agua de la Tubería manchega debe estar destinado “para consumo de boca [para beber]”. En ese sentido, explica que aquellos seis hectómetros transferidos en 2022 fueron dentro de las pruebas para “poner a punto” de nuevo la Tubería. Según Pantoja, recuperar el funcionamiento hídrico para el Alto Guadiana pasa por regular los usos para que el acuífero no esté exigido “más allá de sus posibilidades”.
El problema es complejo, ya que la solución pasa por varias administraciones y organismos. Por un lado la Confederación Hidrográfica del Guadiana, que regula el uso del agua; por otro, la comunidad autónoma, en este caso Castilla La-Mancha, que es la encargada de regular la agricultura, y por último del Organismo de Parques Nacionales, que sigue manteniendo, como una rara avis, la gestión de Daimiel y Cabarceno, mientras el resto de parques nacionales está transferido a sus respectivos gobiernos autonómicos.
Extracciones de agua
Entre las soluciones que contempla el Plan Hidrológico que prepara la Confederación Hidrográfica está un mayor control de las extracciones del Alto Guadiana “reduciendo la presión sobre las masas subterránea de agua” o establecer compra de derechos de agua a los agricultores. Es decir, se trataría de que el Ministerio de Transición Ecológica comprara el derecho de una determinada cantidad de uso de agua que tiene el agricultor ya autorizado. Así esa cantidad se dejaría de extraer y el acuífero podría ir mejorando. “Pero esto no se cambia de un día para otro”, advierte Pantoja.
Los científicos apuntan otras posibles soluciones que podrían tomarse ante lo que califican de situación “insostenible”, como la reutilización de las aguas residuales que se generan en el entorno, la captación de agua de lluvia a gran escala -a pluviometrías esta zona es bajísima, cercana a los 400ml. al año, o la cosecha del vapor de agua. Cualquier solución necesitaría de años para devolver a la normalidad al parque nacional.
“La desaparición de Las Tablas supondría un daño irreparable para la riqueza natural de España y del planeta, una pérdida irremediable de un acervo genético y ecológico irrepetible, fruto de cientos de miles de años de evolución”, insisten desde el colectivo de científicos, donde subrayan que Las Tablas no solo es zona de paso de miles de aves migratorias, sino “refugio” de 2.000 especies, muchas de ellas endémicas de La Mancha.
En sus lagunas e isletas están representados hasta once hábitats de interés comunitario, además de desarrollar un servicio esencial para “inmovilizar gases de efecto invernadero” o eliminar exceso de nitrógeno. Y toda la red trófica del parque tiene su origen en el agua, de la que parten las bacterias y nutrientes de las que se alimentará la biofauna. “Si no hay agua no hay alimento, y si no hay vegetación y posibilidad de tener cobijo para reproducirse, las especies emblemáticas buscarán otros lugares”.
Para los expertos el problema es claramente político. “Hay riesgo de que el humedal muera del todo, toda esa microfauna que vive en los sedimentos puede desaparecer y morir mientras los políticos llevan años puestos de perfil. Es una patata caliente. Nadie quiere asumir responsabilidades. Que decidan que quieren hacer, si restaurarlo o olvidarlo. Si es así que lo digan, ya haremos las denuncias pertinentes”, insiste el científico del CSIC, recordando que recientemente Bruselas ha dado un ultimátum a España para proteger el humedal de Doñana antes de acudir al tribunal de Justicia de la Unión Europea para pedir una multa.