Los efectos colaterales no son patrimonio exclusivo de las contiendas bélicas. En los vaivenes económicos, especialmente en aquellos derivados de cambios rápidos, las valoraciones empresariales sufren también las consecuencias. Una de las consecuencias directas de la inflación actual para las compañías es el estrechamiento continuado de los márgenes, que abre un complejo debate interno sobre si trasladar o no el incremento de sus costes a el precio de sus productos o servicios. La inflación llegó en julio del pasado año al 10,8%, moderándose hasta el 5,8% interanual este enero, con una inflación subyacente del 7,5%. Desde el punto de vista empresarial los efectos son múltiples, lo mismo que determinantes para el futuro de las empresas en función de las estrategias que tomen para mejorar su posición frente a la competencia.
La política monetaria restrictiva (que reduce la cantidad de dinero en circulación y la facilidad de crédito) tiene un efecto en la economía en general, en las familias pero también en las empresas que no avanzan medidas de adaptación a ese contexto. Los rendimientos de la deuda pública a largo plazo han aumentado con fuerza y muchas empresas han acusado los efectos de una inflación de los precios de las materias primas y los costes laborales (y, en algunos casos, una cotización bursátil sustancialmente inferior).
Benigno Prieto, socio de Digital Controlling Solutions de KPMG en España, sitúa el eje de actuación de las empresas en cuatro ámbitos: “Crecer en ingresos, reducir costes, planificar para prever y mitigar riesgos y hacerlo con la ayuda de las nuevas tecnologías”. Los expertos de KPMG aconsejan a las empresas que vayan planteándose de qué manera les afecta a sus cuentas el efecto de la subida de la inflación y los tipos de interés, especialmente cómo van a reflejar ese cambio en las cuentas de la compañía.
Las empresas suelen tener en cuenta el efecto de la inflación en los costes laborales, de materiales y de servicios estimados para el futuro durante un periodo de previsión más o menos amplio (normalmente, los cinco años siguientes). Los costes de los materiales y las materias primas (incluido el precio de la energía) han aumentado de forma sustancial y en poco tiempo debido a los problemas en la cadena de suministro y las sanciones impuestas a Rusia en el marco de la invasión de Ucrania. “Todo apunta a que muchos de los efectos de estos factores persistirán, al menos a corto plazo”, explican en KPMG.
Alza de precios
Por ejemplo, según datos del sector agrícola (que influye en el sector de la alimentación en general), en 2022 la electricidad se encareció un 78,81%; los sulfatos el 106,18%; el gasóleo un 89,47%; el pienso para los animales subió el 44,31%. Según CaixaBank, los precios de los materiales de la construcción tienden a moderarse pero tras subidas de gran impacto en múltiples sectores. Según los datos del Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, el coste de los materiales de la construcción residencial era, en septiembre de 2022, un 26,7% superior al registro de enero de 2019 (algo inferior al crecimiento máximo del 27,6% que llegó a alcanzar en junio de 2022). El cemento y el hormigón subieron el 20% en dos años y la madera, un 28%. El acero llegó a encarecerse un 84% en un año. En septiembre de 2022 el precio era de un 61% superior al de enero de 2019, según el análisis de CaixaBank.
Ante esa variación en el alza de precios, la utilización de referencias como el IPC no refleja los elementos que influyen en la marcha de las empresas. El nivel previsto de variaciones en los costes de materiales y servicios en el periodo de previsión pueden diferir en gran medida del nivel general de inflación. Pero la subida de precios a los clientes es una estrategia cortoplacista y se espera que las guerras de precios vuelvan a aparecer, según KPMG. “La capacidad de una empresa para repercutir el incremento de los costes y mantener sus márgenes de beneficio suele ser limitada y depende de la naturaleza de sus productos (o servicios) y su posición competitiva”, explican en KPMG. El profesor del IESE José Luis Nueno, experto en el sector de la distribución, reconoce que los consumidores cambian sus hábitos de consumo cuando su renta disponible se erosiona debido a la inflación y, por ejemplo, optan por productos más asequibles o reducir directamente su gasto. Un ejemplo de ese comportamiento es el crecimiento de la marca blanca en los supermercados, que podría alcanzar el 50% del gasto familiar este año, según Nielsen (el 46% al cierre de 2022).
Inversiones rentables
En entornos inflacionistas, no puede asumirse que la inversión de una empresa para mantener el inmovilizado material será igual a su gasto por amortización. La idea es que cualquier inversión debe tener en cuenta los precios actuales y futuros del inmovilizado, mientras que el gasto por amortización se basa en el precio histórico (lo que costó la inversión o los plazos acordados de pago que pueden oscilar más de lo previsto). La gran amenaza empresarial en un entorno de inflación es que el crecimiento sea menor del esperado y no proporcional a esa inflación. Ir en contra de esa espiral del crecimiento real y tener una estrategia conservadora puede causar problemas.
El análisis de las cuentas de las empresas es actualmente más complicado. Distinguir entre el crecimiento real y el crecimiento inflacionista puede hacerse si se analiza la evolución del precio medio unitario, el número de puntos de venta y su eficiencia, unidades vendidas… La facturación y hasta el beneficio operativo con crecimientos menores que la inflación pueden anunciar una gestión ineficiente. “El incremento de los tipos de interés a largo plazo en 2022 podría haber reducido de forma significativa el importe recuperable de los activos, especialmente inmobiliarios, a no ser que las proyecciones de flujos de efectivo se hayan ajustado al alza”, advierten los expertos de KPMG. El tópico empresarial que apunta que ‘no crecer implica inexorablemente la desaparición’ se hace más temible en un entorno de inflación. En la actual coyuntura, las empresas tendrán que incluir en sus auditorías sus hipótesis claves sobre el futuro y otras fuentes principales de incertidumbre en las estimaciones si presenta un riesgo significativo de que esto derive en un ajuste sustancial de los valores contables del activo y pasivo en el siguiente ejercicio financiero.