A principios de los noventa la música de raíz folklórica se proyectaba hacia nuevos horizontes influida por formas surgidas en la década anterior y movimientos como Alternativa Musical Argentina, en distintos puntos del país. En la zona Norte del Gran Buenos Aires nacía una agrupación llamada La Gringa, creada a instancias del cantante y compositor Alejandro “Turco” Guyot. Hubo shows y hasta canciones propias, pero nunca llegaron al disco. Fue la impertinencia de los hijos de Guyot, al revisar arcones familiares, lo que les permitió encontrar un viejo casete. El resto de la historia está contada en un álbum de nueve canciones llamado Cosecha tardía (1990-2022) que será presentado en vivo con el concierto que la banda dará este viernes, en Café Berlín, del barrio de Devoto.
El Café Berlín, que es una sala joven dentro del circuito musical porteño, tiene una larga historia si hablamos de su casa matriz, en Madrid, por donde pasaron durante décadas grandes figuras de la música popular de distintos países. El disco Cosecha tardía es nuevo, de este año, pero tiene una larga historia detrás, una de 32 años (de ahí aquello de 1990-2022), que conviene descubrirla en las palabras de su protagonista.
“Mis hijos se largaron a la aventura de la música. Y la historia fue así. A mi siempre me impactó el camino que hicieron músicos como Cuchi Leguizamón, Chango Farías Gómez y Manolo Juárez, y los de afuera, Caetano (Veloso), Djavan, Pat Metheny. Creo que hay un hilo común. Todos ellos utilizaron recursos mundiales para tocar músicas locales. Y eso lo encontrás hasta en el último disco de Caetano. En aquellos años, los noventa, me pegó mucho el primer disco de Liliana Herrero. Fuimos con La Gringa a tocar con ella, a Rosario, y ella vino acá a tocar con nosotros. Más allá de eso pensaba que toda esa gente podía hacer cosas que no se podían hacer: música nacional, argentina, desde un enfoque innovador. Todavía no se usaba tanto el bajo y la batería en el folklore”, dice Guyot, para poner la historia en su contexto.
Tapa del disco Cosecha tardía, del grupo La Gringa
Guyot formó La Gringa junto al guitarrista Willy Burgos, hoy un destacado luthier radicado en Alemania; el bajista Gustavo Cantero, el percusionista “Lechuga” Beckerman y el arreglador y tecladista Richard Núñez. “Ensayábamos cuatro o cinco veces por semana, cosa que para un grupo que no estaba consagrado era un montón. Muchas ilusiones, muchos sueños. Alquilamos una casa y varios de nosotros nos fuimos a vivir ahí”.
Así comenzaron a surgir las canciones pero, con los años, el proyecto se diluyó. Cada uno tomó su rumbo, más o menos relacionado con la música, según el caso. “Durante unos diez años trabajé con los jingles, y luego la vida cambió con otras profesiones y trabajos. Soy abogado, fui gerente general de una empresa, pero la música siempre estuvo ahí. Y fue así que un día mis hijos encontraron un casete de un ensayo y pensaron que esa música había que tocarla. En ese momento me reencontré con el bajista de La Gringa, se realinearon los planetas y hace cinco años rearmamos el grupo. También tuvo mucho que ver con que los chicos estaban ya en estudios avanzados de música. Creo que les resultaba un trabajo práctico de lo que estudiaban”.
La Gringa, liderada por Alejandro “Turco” Guyot (Vero Wener/)
El reencuentro se fue dando despacio, con versiones de temas clásicos del folklore y temas propios, hasta que surgió la posibilidad de armar un estudio para grabar. “Creo que los shows funcionan. Creo que a la gente le llega lo que estamos haciendo. La gente no pierde el hilo, porque a veces no es fácil que te siga cuando la música es toda propia y no la conoce”.
Felipe Guyot, hijo mayor del Turco, es el actual guitarrista de la banda. Juan Cruz Guyot hace su aporte de multiinstrumentista. El sobrino de Alejandro, Marcos del Molino Torres, es el tecladista. Gustavo Cantero es el bajista original del grupo y Lucas Piedimonte es el baterista. “Lo que pasó fue que hicimos un estudio en casa. Les dije a mis hijos que en vez de gastar el dinero afuera lo invirtiéramos en un estudio nuestro. Pensé que así íbamos a aprender un montón. Y funcionó. De hecho hoy producen a otra gente en este estudio. La idea se garpó a si misma y es de lo que hoy viven ellos”.
-¿Cómo llegan para el show del Café Berlín?
-Muy afilados. Es una plaza con muchos nombres importantes. Es un desafío.
-¿El disco tiene temas de principios de los noventa y otros más actuales?
-Uno no compone igual a los 24 que a los 60. “Dori Dori”, el tema que cierra el disco, lo escribí hace cuatro años, más o menos, y me identifica bastante. Es muy para esta época. Habla de perdonarse, de sacarse las piedras de la mochila. Las cosas salieron como salieron. Hay que relajar y dejarse ir. Eso es lo que transmitimos en vivo con ese tema. A los 24 no sabía donde estaba parado. “Tucumán”, en cambio, es una saga verídica. Mi mamá es tucumana. Ahí habla de mi abuela.
-¿Qué pasó con el piano de la abuela que mencionás en la canción?
-Conseguí un diario que cuenta cuando mi bisabuelo salió a Europa en barco a comprar el piano para mi abuela. Lo tengo documentado. Cuando se repartió la herencia le pedí a mi mamá que lo pidiera, que le tocara a ella. Pero no quiso porque el Steinway de cola iba a ocupar todo el living. Se lo terminó quedando un tío mío que se lo dio a un tipo para que lo venda. Pero nunca apareció la plata ni el piano. Por eso la letra dice: “Sus nietos y bisnietos le salieron musiqueros, donde andará ese piano, en manos de un usurero”. Lo que uno daría porque ese piano se hubiera conservado en esta familia.
Alejandro “Turco” Guyot, cantante de La Gringa (Vero Wener/)
-Y el disco tiene unos muy buenos detalles de piano.
-Sí, ese es mi sobrino Marcos. Creo que el foco estuvo puesto en que todo tenga su espacio. Es un grupo en el que si uno de nosotros no puede ir al show y dice: “mando un cambio”, no se puede hacer el show. El más reemplazable soy yo, porque puede venir un pibe a aprenderse las canciones y listo. Pero por los arreglos que tiene la banda se hace imposible un reemplazo. Requiere seis ensayos por lo menos. La música exige estar muy pendiente. Hay una cosa que nos pasa en lo que hacemos. No me creo el más original del mundo, pero no es una música que tengas de donde copiar. Siempre pretendo que los shows tengan originalidad pero también entretenimiento. No dejo de ver la música como algo que tiene que entretener. Lo que apunta a ser demasiado erudito, deja a mucha gente afuera. No hay que perder la visión de que del otro lado hay un público. La magia es cuando la gente está en silencio.
-¿Qué hubiera sido de la banda si uno de tus hijos no descubría aquel casete?
-Nada hubiera sido posible. Abrieron una ventana que yo ya ni sabía adonde estaba. Fue muy determinante hacer esto con amigos, hijos y sobrinos. La Gringa tiene dos facetas: los ensayos y la gastronomía. Al mejor estilo piazzolleano, cuando terminamos de ensayar nos juntamos a comer dos tipos de una generación con tres o cuatro de otra y es riquísimo lo que se produce. No sé para ellos, para los adultos sí. Y es clave. No me imagino La Gringa sin mi amigo bajista, por ejemplo. Así como está, es algo maravilloso. Es una experiencia musical, laboral y humana enriquecedora.