Un cartel decorativo en su cocina resume su mantra casi a la perfección. “Empieza hoy”, le recuerda el cuadro cada mañana. “Cuando empiezas, te das cuenta de que tu cerebro es más espabilado de lo que crees: siempre buscará el camino”, defiende Elisabet de los Pinos. En cuanto al empeño que hay que echarle (o que ella le echó) una vez puesta a andar, una anécdota bien explícita: un día, esta investigadora convertida en emprendedora estaba vistiendo a su hijo pequeño para ir a la nieve y decidió ignorar una llamada de teléfono porque no podía con más cosas a la vez. “Mamá, tienes que cogerlo, puede ser un inversor”, dijo aquel niño en un comentario que evidenció, con solo siete palabras, lo mucho que se hablaba en aquella casa de su proyecto empresarial.
Ha pasado aproximadamente una década, desde aquella escena, y esta madre está a un ensayo clínico de lanzar al mercado un fármaco que permite tratar el cáncer de ojos sin dejar ciego al paciente. Y todo apunta a que puede hacer lo mismo con otros tantos tumores. Empezará por el mercado estadounidense, que es donde está instalada Aura Biosciences, su empresa, pero ella sueña a lo grande. “La visión es ayudar a tantos pacientes como se pueda”, sintetiza De los Pinos, sentada junto a su primer mecenas, el empresario farmacéutico y promotor artístico Antoni Vila Casas.
“Si no hubiese sido por él, no estaríamos aquí sentados”, comienza la directiva. “La persona clave que me ayudó a dar el salto de ser emprendedora, montar la compañía e irme a Estados Unidos, fue él”, explica esta catalana afincada en Boston desde entonces.
Su trayectoria empieza como tantas otras, con una carrera y un doctorado en la Universitat de Barcelona (UB) que hizo gracias a una beca de la Generalitat; con un máster relacionado con el mundo de los negocios en Madrid; y muchas más vueltas que la acabaron llevando al Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde estaba su hermano ingeniero de telecomunicaciones, quien la animó a montar su empresa en Estados Unidos mejor que en Europa, donde se presumía mucho más capital. Hoy en día, reconoce esta empresaria, una chica como ella no tendría por qué irse a Boston con todo lo que ofrece Barcelona, pero allá en 2008, el mercado norteamericano ganaba por goleada.
Virus artificial
Su idea era desarrollar un fármaco que transportara un virus artificial que no fuera peligroso para el cuerpo humano (como los de las plantas) pero sí atacara al cáncer, y que, además, al ser virus, despertara al sistema inmune y lo llevara a disparar también en la dirección del tumor. De los Pinos tuvo la oportunidad de exponerle la propuesta al reputado científico alemán Harald zur Hausen, que, meses después de animar a esta investigadora a tirar su proyecto hacia adelante, acabaría ganando el Premio Nobel. Lo único que faltaba, llegados a ese punto, era dinero. Y ahí entra Vila Casas.
La investigadora fue de contacto en contacto hasta reunirse con este empresario fundador de Prodesfarma y creador del laboratorio Aquilea, entre otros muchos hitos farmacéuticos. “Siempre escucho las nuevas ideas, y si me convencen y me hace ilusión, juego”, explica este ahora inversor, que acabó atrayendo a otras firmas de capital riesgo como Ysios (con quien colabora en este caso y en tantos otros) para que apoyaran lo que entonces era la semilla de Aura Biosciences.
No costó mucho que entraran luego los inversores norteamericanos, que fueron quienes sugirieron a De los Pinos centrarse en una enfermedad en concreto, no en todos los tumores a la vez. El cáncer de ojos era perfecto, en este sentido: la radioterapia para curarlo deja ciego, su abordaje parecía funcionar a la perfección sin esta secuela, y se trata de una enfermedad lo suficientemente rara como para no tener mucha competencia pero tan conocida que existen clínicas y hospitales especializados en ella.
Salida a bolsa
Así ha ido superando ensayo clínico tras ensayo clínico, y obstáculo económico tras obstáculo económico hasta llegar a donde está hoy: una compañía que cotiza en el Nasdaq desde 2021 (fue, por cierto, la primera mujer catalana en sacar una empresa a bolsa en Estados Unidos); que trabaja en la producción comercial de su fármaco, el Bel-Sar, para superar la última prueba que le demandan los reguladores para validar su llegada al mercado; y que ha puesto en marcha el engranaje para comprobar si el tratamiento funciona también con el cáncer de vejiga.
De momento, no obstante, los esfuerzos están centrados en que el Bel-Sar llegue por fin al mercado (lo que podría ocurrir de aquí a unos dos años) y en proyectar la fiesta que montarán en la Costa Brava, destino que ocupa un lugar privilegiado en el corazón de ambos, para celebrarlo. “Ahora mismo la ilusión es nuestra empresa”, sintetiza la empresaria. “No se puede perder nunca la ilusión, en el momento que pierdes la ilusión por tu compañía te la compran por dos duros: si nadie quiere un cuadro, vale poco dinero; en cambio si todo el mundo lo quiere…”, razona, antes de desvelar otro de sus mantras: “La primera que tiene que quererlo, eres tú”, concluye.