¿Qué hace una empresa de biotecnología? La respuesta es prácticamente tan amplia como la cantidad de industrias que existen, porque la biotecnología es transversal a distintos sectores y eso la convierte en algo sumamente impredecible. Hay biotecnología en los test reactivos para detectar Covid-19, pero también la hay en un yogur con probióticos. Hay biotecnología en nuestros jeans (gracias al empleo de enzimas, la tela se vuelve más blanda); también en una copa de vino o en el jabón para lavar la ropa. La insulina, sin ir más lejos, es fruto de la biotecnología. Cultivos mejorados en el agro, producción de biocombustibles. La lista es, en efecto, casi infinita y de lo más diversa.
La biotecnología es un conjunto de herramientas para mejorar nuestra calidad de vida y encontrar respuestas a los desafíos del nuevo siglo: producir de manera más responsable, cuidar los recursos naturales, combatir el cambio climático, innovar y crear soluciones sustentables. Todo, de manera simultánea. Hoy esta disciplina, además de perfilarse como aliada para resolver los problemas complejos que enfrenta el mundo, es un pilar para el desarrollo económico y social.
Diversos países están realizando inversiones, generando políticas públicas e incentivos económicos para permitir que se establezcan industrias biotecnológicas nacionales robustas. La Unión Europea lanzó en 2018 una estrategia de Bioeconomía para promover un esfuerzo coordinado entre las autoridades públicas y la industria, que incluye priorizar los sectores de base biológica. A la vez, Estados Unidos anunció recientemente nuevas inversiones y recursos para impulsar la producción nacional en diversas industrias vinculadas a la biotecnología.
De acuerdo a los últimos datos disponibles, en la Argentina existen 201 empresas de biotecnología y el país está entre los 20 con mayor cantidad de empresas de este tipo a nivel mundial. Además, existen muchas condiciones favorables para el crecimiento de esta industria. En primer lugar, contamos con un gran ecosistema para su desarrollo, una comunidad de trayectoria y prestigio conformada por investigadores, técnicos, empresarios, emprendedores. Otro factor positivo: la reciente Ley de Biotecnología moderna y nanotecnología, que extiende el régimen de impulso hasta el 31 de diciembre de 2034 y prevé otros beneficios.
Pero no hay avance posible sin alguien que se haga una pregunta, plantee una hipótesis y se desvele para resolverla. Y en eso la Argentina tiene un gran valor agregado, con profesionales altamente calificados, investigadores a lo largo y a lo ancho del país que generan conocimiento y son el motor de estas innovaciones. Esta búsqueda también se alimenta del espíritu emprendedor local, que advierte la oportunidad de generar nuevas empresas de base biotecnológica y las aceleradoras científicas que muestran interés en sus proyectos, como el caso del Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (CITES).
El mundo está viviendo una transición hacia la economía del conocimiento. Distintos países están priorizando la articulación como motor, encontrando modelos sostenibles en los que variados sectores confluyan, cooperen y creen nuevas alternativas. Pero hay algo que es igual en cualquier parte del mundo: la innovación es producto de un trabajo en conjunto que requiere alinear las necesidades estratégicas de cada país con las de las empresas y las de la sociedad. Estoy seguro de que, como argentinos, tenemos viento a favor para generar valor a través de productos y servicios que mejoren la calidad de vida de las personas, gracias al aporte de la ciencia y la tecnología.
*El autor es presidente de Laboratorios Richmond