Sergio Massa recién se acomodaba en la imponente mesa del círculo rojo ubicada en el centro del salón cuando LA NACION le preguntó lo que todo argentino quiere saber. “¿Ganamos el sábado?” Massa sonrío y contestó. “Yo tengo fe. Pero la tenemos difícil. México va a salir a empatar. Va a ser un ajedrez”, auguró. Más allá del Mundial, pudo ser una predicción sobre la economía argentina.
Un rato antes, uno de los primeros en llegar al almuerzo exclusivo del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp) en el Hotel Alvear había sido el viceministro Gabriel Rubistein, quien deambulaba solitariamente donde se realizaba el cocktail. “Es un escenario desafiante”, dijo el economista. No hablaba del Mundial de Qatar esta vez. “Seguimos trabajando en todos los frentes”, aseguró sobriamente –para evitar nuevos ruidos tras el IAEF– sobre el plan que a él le gusta llamar “Avanzar” y no “Aguantar”, ya que cree que la gestión actual dejará una inflación y un déficit menor al actual.
Detrás llegaron José Ignacio De Mendiguren (Industria), Juan José Bahillo (Agricultura) y el jefe de asesores, Leonardo Madcur. Más tarde, cuando Massa ya se dirigía a los empresarios desde el escenario, entró por la puerta trasera la secretaria de Energía, Flavia Royón.
Para el círculo rojo, el principal problema argentino será la estanflación previa a una elección en la que las crecientes demandas sociales presionarán a la política. El “enfriamiento” fue incluso descripto por el titular del Palacio de Hacienda. Nace de las medidas oficiales para contener los precios (tasas altas y contracción del gasto) y sostener las escasas reservas (trabas a la importación). Sin embargo, para los presentes –tras la traumática renuncia de Martín Guzmán y el polvorín económico del mes de Silvina Batakis–, Massa se convirtió en un garante de una estabilidad parcial.
El ministro, por su parte, fue claro: si el Frente de Todos quiere llegar de forma competitiva a la elección, tiene que reducir la inflación. Él volvió a bajarse de la contienda. Habló de los pasos finales de su carrera política. Aunque quienes lo tratan siempre escuchan un latiguillo suyo sobre el proceso electoral: “Cualquier candidato de hoy es un fiambre mañana”.
De hecho, Massa dejó una frase que extrañará a Cristina y Máximo Kirchner, que le pedían a Guzmán gastar más. “Nuestro Gobierno va a ganar la elección si es capaz de bajar la inflación y darle mejor acceso al crédito a los ciudadanos”, dijo el ministro y agregó: “Tenemos que acostumbrarnos a que las elecciones no se ganan por política fiscal expansiva”.
En su discurso fue aplaudido por el círculo rojo en dos oportunidades. La primera, cuando afirmó que “los compromisos que toma el país [en este caso, con el FMI] no son de una fuerza política sino del Estado”. La segunda, cuando mencionó que era necesario un consenso sobre tres o cuatro principios básicos para administrar el Estado y otros temas para el desarrollo económico que ofrezcan previsibilidad. Era de lo que habían charlado los empresarios del Cicyp a solas con el ministro antes del almuerzo. Apenas comenzó su discurso, Massa describió 2022 como un año “durísimo” para el país. “Con picos de inflación, el año en el que intentaron matar a un vicepresidente, el año de la pelea política”, agregó el ministro.
Lo escuchaban Nicolás Pino (SRA), Jorge Brito (Macro), Mario Grinman (Cámara de Comercio); Gustavo Weiss (Camarco), Bettina Bulgheroni; Eduardo Eurnekian (Corporación América), Mario Ravettino (ABC), Juan Marotta (HSBC), Martín Cabrales, Daniel Funes de Rioja (UIA), Eduardo Elsztain (IRSA), Adelmo Gabbi (BCBA), Cristiano Rattazzi (FCA), Javier Madanes (Aluar), entre otros importantes empresarios.
Massa, que dijo que recibió el Palacio de Hacienda con US$776 millones en el Banco Central y con una expansión del gasto de 12,4%, afirmó que cumpliría el 2,5% del déficit fiscal este año (que se aprobarán las metas del tercer trimestre), habló de “decisiones incómodas” para sobrevolar las trabas a la importación, reafirmó que en estos 15 días firmará el intercambio de información automática con EE.UU. y ratificó que no habrá un plan de estabilización tradicional.
Los empresarios junto al ministro de Economía, Sergio Massa, minutos antes del evento
La crítica a la devaluación y a los “cuervos”
“Tengamos cuidado: los que piden una devaluación desesperados están destruyendo el valor de sus compañías”, dijo y prometió seguir “un camino metódico”. Mencionó entonces la necesidad de orden fiscal, superávit comercial, tasas positivas y un bajo o nulo régimen de emisión monetaria. Luego celebró el programa Precios Justos (34.000 productos) y llamó “cuervos” a los empresarios que especulan y aprovechan “la carroña”.
Curiosamente, apenas comenzado el almuerzo, Funes de Rioja y Mendiguren –viejos conocidos– peloteaban ese tema. Los empresarios se niegan a firmar un acuerdo que no tiene por escrito que el congelamiento tendrá como contraprestación una garantía de acceso a las divisas. “¿Preferís este o el de Feletti?”, respondía Mendiguren a esa dudas y pedía un “puente de plata” (dólar soja y acuerdos de precios) como transición para tranquilizar la economía. Recordaba que tipos de cambio diferenciales también habían existido con los planes de competitividad de Domingo Cavallo a comienzos de este siglo.
“No podemos seguir actuando con parches”, sentenció, en cambio, el presidente de Cicyp, Marcos Pereda Born (Grupo Bermejo). Pidió además “terminar con las luchas intestinas de poder” y políticas de fondo para “evitar que se vayan más empresas del país”.
“¿Cómo está la situación vos que conocés la cocina?”, preguntó LA NACION a un industrial. “Estamos en el sótano”, respondió. “Cuando se vienen las suspensiones de personal vemos cómo hay que negociar paritarias por encima del 100%”, dijo y avizoró más conflictividad. “Estamos desesperados. Hay paradas de fábricas y quiebre de la cadena”, afirmó otro sobre la falta de insumos y los largos plazos para acceder a los dólares oficiales. “El principal problema que tenemos es el pago a proveedores”, avisó otro. “Los stocks están justos”, dijo un importante dueño de una empresa, que llamó a no hablar mal de Massa. “Si se va él viene [Fernanda] Vallejos”.
“La Argentina, el Gobierno y quienes no lo quieren hoy son Massa dependientes”, describió Jorge Asís. Antes, el hombre del Banco de Valores, Juan Nápoli, que describía a la inflación como el peor de los males, había arriesgado que todo mal sería “exponencial” si la Argentina no le gana a México. Por las dudas, LA NACION le preguntó a Massa por la posibilidad de otro dólar soja para juntar más divisas. “Se lo contesto el lunes en el Ministerio”, cerró.