En Kupiansk la bienvenida es un crucifijo alto y parapetado en un checkpoint a pocos kilómetros de la ciudad. De madera carcomida por el viento helado, su semblante púdico desentona entre los numerosos cacharros bélicos del puesto de control. Pero también es el indicio que, de aquí en adelante, la cosa no va nada bien. El soldado ucraniano revisa rápidamente el automóvil y le deja pasar con más velocidad aún. No hay tiempo ni ganas para más.
Hoy la artillería ha escupido desde temprano y los estallidos están buscando sus víctimas sin descanso. Por eso la carretera ha de estar libre y el tránsito son vehículos que esquivan gigantescos baches y puentes reventados. Porque Kupiansk, ciudad del extremo oriental de la región de Járkov, es ahora mismo el frente más violento de esta región del este de Ucrania. Desde febrero, los rusos, que en algunos puntos de la ciudad se encuentran a menos de cinco kilómetros, disparan con mayor intensidad desde los pueblos cercanos ocupados y la limítrofe región de Lugansk.
La ciudad, cuya población antes de la guerra era de alrededor de 26.000 habitantes, acoge ahora a unos pocos centenares de almas que vagan por sus calles con bolsas de plástico en mano o conducen en barrios casi desiertos con la mayor sangre fría posible. Desde lo alto de la colina en la que se encuentra el edificio del ayuntamiento, perforado como un queso emmental y sin una ventana que aún se pueda llamar así, el lugar aparece en la entereza de su destrucción. En el suelo, nieve y barro se mezclan y se escurren por agujeros creados por las explosiones. A lo lejos, pero no tanto, un humo gris dice que otro proyectil ha dado en un blanco. En el mercado central el cielo plomizo se funde con el polvo de los escombros. Ya no queda mucho en pie.
Ruta estratégica
Muchos vecinos han sido evacuados de Kupiansk y de los pueblos cercanos después de que días atrás las autoridades regionales ordenaran la salida de los más vulnerables y las familias. La razón no está clara. Algunos soldados ucranianos sostienen que es para que las tropas de Kiev puedan disparar con fuerza contra las tropas rusas sin temor a que se produzcan víctimas entre los civiles. Otros confiesan escenarios peores: la posibilidad de que, en caso de que esta ciudad retomada en septiembre sea nuevamente ocupada, no haya tiempo para evacuar a los que no han querido irse antes. Y también los hay quienes se han empezado a hacer a la idea de una nueva invasión y están esperando a los otros.
El desenlace es incierto también porque el éxito de la artillería e infantería ucraniana depende aquí de posiciones escondidas del Ejército, a las que la prensa occidental tiene acceso no solamente bajo la condición de que no se revele su ubicación exacta, sino que extreme al máximo cualquier precaución de seguridad. Muchos soldados aquí no son novatos; empezaron a luchar ya hace nueve años cuando estalló el conflicto en el Donbás. Otros se encontraban el año pasado defendiendo la ciudad de Járkov y ahora llevan hasta cinco meses por estas zonas, en las que, aseguran, ha mejorado su capacidad de hacer frente a los ataques rusos.
“Antes, respondíamos con un disparo a sus 30 disparos, pero esto ya no es así. Eso sí, (los rusos) cavan trincheras muy rápido, hacen muchas líneas de defensa y tienen una gran cantidad de soldados”, asegura Igor, comandante de tanques de la Brigada 92 del Ejército ucraniano. “Atacan para recuperar Kupiansk, fortalecerse, y asegurarse la posición. Por aquí pasa la ruta hacia Lugansk que, si lograsen ocupar, sería un importante éxito para ellos”, cuenta otro militar de la misma unidad militar y que también esconde su identidad.
Evacuaciones
Redes de voluntarios locales, autogenerados y autoorganizados, hacen lo que pueden. Pero la situación es tan grave que el gobernador militar de la región de Járkov, Oleg Sinegybov, desde hace ya días ha vuelto a ordenar la evacuación para los civiles de las zonas más expuestas. “Con respecto a la evacuación del frente de Kupiansk, que es actualmente el más caliente: allí se encuentra la línea del frente y las fuerzas rusas están tratando de atacar sin descanso nuestras posiciones. Por eso hemos anunciado una evacuación obligatoria y se lo estamos explicando a los vecinos de la zona”, dijo el funcionario.
La operación no es tan sencilla también porque las carreteras de los pueblos cercanos, más que las casas, están destrozadas por los morteros, los misiles, el paso de los blindados y gigantescos charcos de nieve derretida, y algunos no se quieren ir. Aun así, en toda la zona han sido colocados carteles con números de teléfonos a los que llamar para pedir ser evacuados. Zhytomir, ciudad en el oeste de Ucrania, ya se ha ofrecido a recibir a unas 500 familias de aquí, según han informado medios ucranianos.
En tanto, las hostilidades continúan. El sábado, el propio presidente Volodímir Zelenski citó a la región de Járkov como uno de los lugares que están experimentando ataques “brutales”, “todos los días, todas las noches”. El martes, el Estado Mayor del Ejército ucraniano indicó que las fuerzas rusas siguen atacando Kupiansk y Limán con el objetivo de impedir el traslado de tropas de Kiev a otras áreas. Los soldados rusos también habrían intentado romper las líneas de defensa ucranianas, por ahora sin éxito, según las fuentes ucranianas.