Jorge y César Cadaval, Los Morancos, se subirán este lunes y martes a las tablas del Auditorio Regional Víctor Villegas de Murcia, donde representarán, desde las nueve de la noche y ante un patio de butacas y anfiteatros abarrotados –en el primer pase han hecho sold out, en el segundo están a punto– su último show. Se trata de ‘Todo por la matria’, “un espectáculo de humor con una crítica social maravillosa” en el que le dan “caña a todo y a todos” y, lo más difícil, que “mantiene al espectador todo el tiempo en la carcajada continua”, asegura Jorge, el mayor de los hermanos.
Porque no son tiempos fáciles, ni en la calle ni en el teatro, y por eso Los Morancos prometen “dos horitas con las que olvidarse de los problemas, que son muchísimos. En todas las familias ahora mismo se viven momentos duros. ¡Todo se ha encarecido tanto!”, se lamenta el protagonista de ‘Todo por la matria’, cuya historia empieza con Omaita –uno de los personajes más populares del dúo sevillano– buscando a Antonio. “‘¿Dónde estás que no te veo?’. ‘Aquí, en el escenario’. ‘¡Enciende la luz!’. ‘Con lo cara que está, ¿tú crees que puedo encender las luces?’”, interpreta Jorge en un momento de esta entrevista.
“El público siempre está ansioso por pasar un buen rato. Pero ahora el español medio mira la cartera y se lo piensa dos veces a la hora de comprar una entrada; se tiene que privar de algunas cosas. Con esto quiero decir que está muy cara la cesta de la compra, la gasolina y 22.000 cosas más, pero nosotros tenemos la suerte de que nos está yendo bien. Así que hay ir dando las gracias a la vida diariamente, porque no es fácil”, reflexiona, en tono serio, sobre la gran acogida que está teniendo este gira (al igual que las anteriores, incluso las más difíciles).
Y es que Los Morancos no se detuvieron durante la pandemia; fueron de los que arriesgaron. “Cuando los teatros reabrieron, la primera semana palmamos [en términos económicos] porque no iba la gente suficiente. Piensa que llevamos 21 personas trabajando con nosotros y que somos autónomos, qué te voy a decir…”, apunta Jorge Cadaval, quien destaca que este espectáculo “da para vivir y para que muchas familias también puedan vivir. Y el empresario, en este caso, también”, asegura.
“Le damos caña a todos y a todo, pero sin ser hirientes; no nos reímos de las miserias de la gente”
Cuatro décadas
‘Todo por la matria’ se estrenó a principios de este año en Madrid, en la Gran Vía, y desde entonces ha pasado por los principales teatros y auditorios del país –incluido El Batel, de Cartagena–, para llegar ahora a Murcia. De ciudad en ciudad, Jorge Cadaval, sevillano, del barrio de Triana, lleva en el oficio 42 años, primero “en pubs, bodas, bautizos, comuniones, salas y tablaos flamencos”, y desde hace un tiempo, volcado en el teatro. “Mi patria es el teatro. Lo hemos hecho todo, y como el teatro, la verdad, no hay nada. Ahora que llevamos casi diez años en los teatros y nos dedicamos menos a la televisión, estamos encantados”, confiesa el cómico.
En cuanto al motor que le mueve a seguir en esto tras más de cuatro décadas, dice que es “la ilusión”, la suya y la de su hermano César –cuatro años más joven que él–, con quien levanta estos espectáculos. “Nosotros seguimos disfrutando muchísimo sobre el escenario, y ese disfrute el público lo nota. En Madrid hubo gente que vino hasta cuatro veces a ver ‘Todo por la matria’… También porque es diferente cada día (hay que ir condimentando siempre el guion con lo que te da la actualidad)», señala. En este sentido, personajes como Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid; el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, y el rey emérito, Juan Carlos I, han ‘viajado’ con Los Morancos hasta Murcia, pero que nadie espere groserías ni insultos: el “buen sentido del humor” manda en este caso. “Nosotros somos una gente muy llana. Hacemos un humor muy entendible porque es el humor de la calle, del barrio, de donde vivimos…, y lo es porque vivimos el día a día y compramos en el mercado del barrio en el que hemos nacido. Cualquier persona puede entenderlo. Te podrá gustar o no, pero entendible es”.
Como dice Jorge, «gusta o no gusta», y cuando no gusta, ¡ay las redes!, esas que las carga el diablo. “Nosotros éramos conscientes del tema de las redes sociales. Cuando empezamos, nos advertían: ¿ustedes se van a meter ahí? Pues sí, lo vamos a hacer. Porque yo creo que hay ahí un mundo estupendo. Tenemos un canal de YouTube donde hay más de 600.000 personas que nos siguen. Eso es una barbaridad. Entre todas las redes movemos a más de 4,5 millones de personas. Otra barbaridad. Nos hemos adaptado. Siempre sin ser hirientes. No nos reímos de las miserias de la gente. Lo nuestro lo entiende un chino, un alemán y un esquimal”, asegura.
Situado en «ningún extremo, ni de izquierdas ni de derechas», Jorge sigue un principio, el más básico, el del respeto. «En redes, si algo no me gusta, yo no lo miro; al contrario que los haters estos, a los que les gusta dar caña en todo momento, les gusta hacer daño. Y la mayoría lo hacen detrás de pseudónimos. Llega un momento en que dices: “¿Pa’ qué?. Bloquear, bloquear. Esto es como un virus. Yo no quiero malos rollos. Hace tiempo que bajé el volumen de lo que escucho y subí el tono de lo que siento. Esta frase es fantástica”, afirma, en referencia a la cabecera de su Instagram.
Porque si algo tiene claro el sevillano es que le gusta “ser una buena persona; por lo menos, lo intento. Me gusta muchísimo el respeto, una palabra que me parece importante”, insiste Jorge Cadaval, que siempre se ha mostrado claro en referencia a los derechos de la comunidad LGTBI. “Respeto, amor y libertad», escribía en Instagram con motivo del Día del Orgullo, una jornada que, en su opinión, tiene que seguir celebrándose, pese a quien le pese, incluidos esos de «la corriente chunga”, que ponen en peligro los derechos conquistados. “Hay muchísimos países en los que ser homosexual tiene la pena de muerte. ¿Por qué no se celebra el Día del Hetero? Porque no tenéis nada que celebrar. No habéis tenido que luchar por nada. Cuando eres homosexual te lo ponen (o te lo ponían) todo muy mal ya desde pequeño. ‘Ser maricón es lo peor que hay’, te decían. Yo nunca he visto a nadie mal por ser heterosexual”, reflexiona.