Horacio Rodríguez Larreta procura sacarle votos al verano

Las vacaciones veraniegas suelen ocasionar en el político medio, no importa cuál sea su ideología, una suerte de excitación fotográfica que, lejos de beneficiarlo, puede dejarlo al borde del ridículo.

Viejo experto en estas lides, no pasa verano en que el actual embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, no nos regale la consabida y clásica postal de su paso como bañista siempre bien recibido por los populares habitués de la playa Bristol, de Mar del Plata. Ya anunció que si Alberto Fernández no va por la reelección, intentaría tomarse revancha de su derrota de 2015.

¿En qué se traducen estas acciones? En alguna mejora concreta para la ciudadanía, seguro que no. ¿En votos contantes y sonantes para quien se expone a estas dudosas piruetas? Dudoso.

Está claro que en la sociedad mediática y de las redes sociales, un dirigente político haciendo algo fuera de lo común se ganará un pequeño espacio en los medios y, probablemente, será tema de conversación en las redes sociales. Puede servir para mantener y hasta para sumar conocimiento, pero los estrategas de campaña con tal de conectar con el sector más joven del electorado son capaces de animar a sus jefes a pequeños actos de arrojo creyendo que así los humanizan y producen empatía. Pero el efecto puede resultar contraproducente en el contexto de una economía maltrecha y tan agrietada por los embates contra la Justicia ya que escenas frívolas protagonizadas por quienes se candidatean a sacarnos del pozo generan bronca o, a lo sumo, un consumo irónico.

Hay dos pensamientos fatales que ante esas imágenes se le vienen a la cabeza al ciudadano de a pie: 1) ¿qué dinero banca esas giras recreativas/proselitistas? 2) ¿por qué se muestran tan superficiales en vez de contarnos cuáles son sus planes para sacarnos del pozo en el que estamos hundidos?

El costo, a veces, puede resultar alto, como el que sufrió el presidente Fernández a cambio de un móvil más que modesto: anunciar la construcción de una cancha de hockey en Miramar. Autoridades nacionales desmintieron que hayan sucedido los abucheos e insultos que se ven y se escuchan claramente en un video muy fácil de encontrar en la Web. Igual, a esta altura, no sería lo más grave que le ocurre al primer mandatario. Sin embargo, se dedicó buena parte de la semana que pasó a denostar al gobierno anterior que terminó hace tres años, con nula capacidad de autocrítica. Hasta grabó un spot que recrea una escena familiar junto a su esposa en la que levanta en brazos a su hijo más pequeño. Fernández repite como un disco rayado que no ha podido hacer más por culpa de Macri, la pandemia y la guerra desatada por Rusia.

La suerte está echada para el actual presidente. En cambio, para un candidato presidencial en construcción, como Horacio Rodríguez Larreta, todos los pasos en falso restan, no solo frente a un oficialismo voraz que no perdona una, sino muy especialmente hacia su muy competitiva interna, en la que Patricia Bullrich le disputa ese espacio palmo a palmo, sin ceder por lo menos en estos primeros días del año a ese tipo de comunicación populista y farandulera.

Mauricio Macri, el líder del PRO, hace al revés: pone pausa en sus vacaciones en el sur para incursionar en las arenas marplatenses para hablar de política y medir su popularidad callejera con la excusa de presentar su último libro, pero manteniendo la incógnita de si será candidato o no.

En el esquema 7×24 de Larreta, los lunes, martes y miércoles están consagrados a la gestión en CABA, jueves por la mañana baja a algún distrito del conurbano y ya ese mismo día de la semana por la tarde emprende viaje alternando la costa atlántica con los muy concurridos festivales folclóricos del interior. Allí donde se encuentre una gran concentración de público va derecho a zambullirse.

Curso veloz de popularidad.

“El objetivo -señalan cerca del jefe de gobierno porteño- es profundizar el contacto con la gente sosteniendo su imagen que está bien consolidada a nivel nacional, corriéndolo de las discusiones políticas, despolitizándolo al máximo”.

¿Sirve, a los efectos electorales, si terminara siendo efectivamente el candidato presidencial de Juntos por el Cambio, mostrarlo bicicleteando o jugando al padel, intentando sorprendernos con sus dotes de repentino surfista, o emulando la archifamosa tapa de un disco de los Beatles, con Gerardo Morales, Martín Lousteau y Diego Santilli? Es algo que el equipo de comunicación del jefe de CABA debería evaluar mejor.

De San Clemente del Tuyú a Miramar, Larreta no dejó balneario importante por visitar, sin hacer distinciones entre distritos gobernados por Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. En esa recorrida se mostró deportivo; en tanto que este fin de semana trabaja su costado federal -tan atacado por el oficialismo en pleno por el conflicto de la coparticipación y el fallo de la Corte favorable a los porteños- con su presencia en el festival de doma y folclore de Jesús María, incursiones por las playas y la cartelera teatral de Villa Carlos Paz y el festival BumBum, con la Mona Jiménez, en Córdoba Capital (ya consiguió su fotito con el Chaqueño Palavecino). A fines de esta semana, Larreta dirá presente en la Fiesta Nacional del Chamamé, en Corrientes y llegará a Misiones. La incógnita a dilucidar es en cuántos votos pueden traducirse todas estas movidas.

 

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