Homenaje a Bartolomé Mitre a 117 años de su muerte

La historia enhebra, según Bartolomé Mitre, en el tormentoso decurso de la revolución argentina, la fuerza concreta del conflicto con la dimensión pacífica de la reconciliación.

Queremos destacar la deliberación, el consenso y el acuerdo que Mitre pedía cuando le tocó actuar para expresar esa tendencia histórica de la República Democrática.

Bartolomé Mitre
El patio del Museo Mitre, ubicado en la calle San Martín 336, en la casa que albergó al general y a su familia durante casi una década (Archivo La Nación/)

En su casa donada por la ciudad de Buenos Aires, donde vivió, estudió y soñó un grande de la patria mora su espíritu en los densos anaqueles de su famosa biblioteca que recorrió con infatigable vigilia, buceando en el alma americana y en el soplo de la cultura universal. Por él gozamos de nuestra Historia grande.

Poco antes de su muerte, Mitre, podía mirar el camino recorrido y ver, con satisfacción, que el país había alcanzado, después de muchos años de guerras y conflictos, la unión nacional.

Era también un país distinto, con una Justicia organizada e independiente, medios de transporte y comunicaciones y una educación pública extendida, con lo que había disminuido la enorme cantidad de analfabetos que, como recordaría en un célebre discurso en el Senado, todavía en 1869 llegaba a siete de cada diez argentinos. El país de la Constitución que había sido su programa de gobierno cuando asumió la presidencia, en 1862, era ya un país de la libertad, del respeto a los derechos, de progreso.

La unión nacional había sido, en parte, su obra. En parte, de otros, que antes y después, a pesar de estar muchas veces enfrentados, habían antepuesto odios y rivalidades para coincidir en la unidad de la Nación Argentina, lo que preocupa a Mitre -y así llamó a su diario- independientemente de donde lo ubicaran los conflictos circunstanciales.

Mitre había señalado en su momento que la separación de Buenos Aires era transitoria y que no debía tener el libre uso de la soberanía exterior, porque ello era propio del gobierno general.

Al concluir su mandato, Mitre pudo decir: “Aquel caos y aquella disolución política de que hablaba en el Congreso de 1862, cuando los pueblos me confiaron su reorganización, es hoy la Nación Argentina reunida y mantenida por primera vez en toda su integridad bajo el imperio de una sola ley”.

Hoy nuestra República espera con ansias el gesto superior de este gobierno para cerrar las heridas del pasado y enfrentar con grandeza el destino que la Generación del Ochenta nos señalara.

 

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