Hay más de 800 variedades de higos que se pueden dividir en más o menos cuatro tipos distintos.
El que nos interesa a nosotros es el higo común, que sin polinización nos da brevas e higos. Así, podemos tener un solo árbol en nuestra huerta. Con la inmensa variedad que hay, se puede elegir entre varias combinaciones de colores: verde, ámbar, negro, púrpura, marrón, con interior rojo, rosado o crema.
Cuando el higo está colgando, curvando su tallo hacia abajo, con una gotita de miel en el ostiolo y con grietas en su piel como si fuera a explotar, está maduro. Hay que estar atentos para comerlo en el momento justo.
Una vez que hayamos comido todos los higos que podamos, pueden llevarse algunos a la cocina. Su piel delicada, su textura suave y su dulzura inigualable, complica un poco el trabajo del cocinero. Nuestro arte culinario está limitado a utilizarlo como ingrediente para elevar otros.
El dúo perfecto
Podemos empezar uniendo dos ingredientes perfectos: el higo natural con jamón crudo.
También podemos seguir añadiendo elementos, como un poco de queso, que puede ser gorgonzola, mozzarella de búfala, brie o queso azul.
Y también se puede aumentar la construcción con tiras de morrón rojo asado y unas plumas de hinojo para un contraste de texturas.
Rociamos todo con aceite de oliva, un balsámico añejo, unas flores del hinojo y logramos la ensalada perfecta.
Fiesta de tomates en la huerta
Higos con jamón crudo y queso, un trío estupendo que funciona solo. Con otros pocos ingredientes, se convierte en ensalada (Archivo Revista Jardín /)
Elevan cualquier plato
Una ensalada que toma inspiración del higo es la que lleva papas, chauchas verdes, rabanitos cortados finitos, pecanes, jamón serrano y cuartos de higos: toda una comida para el verano.
Para elevar un plato de acelgas, saltearlas con higos y cebollas; se pueden espolvorear los higos con azúcar y caramelizarlos un poco antes de unirlos con las hojas de acelga.
La remolacha se beneficia cuando es asada con higos, aceite, sal y ajedrea o tomillo.
Los higos adornan todo lo que tocan, como un lomo de cerdo asado con higos, miel y aceto balsámico para acompañar polenta hecha con gorgonzola.
Estos mismos sabores en un sándwich son una ofrenda a los dioses.
Al comer un higo estamos comiendo una colección de flores sin abrir, encerradas en una bolsita que se llama sicono (Pixabay/)
La mermelada perfecta
Sacar los cabitos y la piel de 700 g de higos y cortar en pedacitos.Colocar en una cacerola. Agregar 300 g de miel o azúcar (o 150 g de cada uno) y unos trozos de cáscara de limón. Llevar a hervor, removiendo siempre con un cucharon de madera, hasta que la mermelada esté bien espesa.Ahora, añadir 1 cucharada de coñac y el jugo de cuatro limones.Embotellar
higos
Experta consultada: Janet Winter