Graciela Hammes: una fuga de película luego de matar y quemar a su esposo para cobrar un seguro de 100 mil dólares

Para cobrar un seguro de vida de 100 mil dólares, Graciela Hammes no dudó en quemar a su marido, Alberto César Ortega. Antes para minar su resistencia, lo dejó inconsciente con un fuerte golpe en la cabeza. Después, incendió el Fiat 600 en el cruce de la colectora de Panamericana y Los Andes, en Benavídez, y abandonó el cuerpo dentro del vehículo, en el frío junio de 1998.

El plan que había pergeñado incluía la radicación de la denuncia por averiguación de paradero de su esposo y que, después, la policía hallara el cuerpo dentro del vehículo y se determinara que su marido había fallecido en un accidente de tránsito o que, incluso, nunca se pudiera establecer la identidad del muerto debido al estado de carbonización del cuerpo.

Luego, ella cobraría el seguro de vida que había contratado días antes. En la póliza se había colocado a sí misma como única beneficiaria y así, percibiría los US$ 100.000 del seguro vida. Pero hubo un detalle que puso al descubierto su plan.

Alberto César Ortega, asesinado por su esposa, Graciela Hammes

Su caso llegó a la pantalla chica. Fue uno de los capítulos de Mujeres asesinas, el premiado unitario de la productora Pol-ka basado en el libro homónimo de Marisa Grinstein. La serie de ficción se emitió en la pantalla de Canal 13 en septiembre de 2005, ocho meses después de que Hammes huyera durante un traslado. La entrega llevó por título Graciela Hammer, incendiaria. Fue interpretada por Mercedes Morán.

Graciela Hammes: asesinó a su marido para cobrar un seguro

Un detective sagaz

El 8 de junio de 1998, Hammes concurrió a la comisaría de Tigre para radicar la denuncia por la averiguación de paradero de su esposo. Su codicia y la ansiedad por cobrar los 100.000 dólares la traicionaron. Actuó apurada porque necesitaba ese documento para poder presentarlo ante la compañía de seguros.

Ella decía que su marido, que trabajaba como custodio de transporte de cargas, había dormido mal, que tenía problemas económicos y que había salido muy temprano, a las cinco, dispuesto a vender el auto. Pero el jefe de la seccional escuchó el relato de la mujer en la oficina de guardia y relacionó el hecho que describía la mujer con el parte urgente (PU) que había recibido minutos antes, en el que le informaban sobre el hallazgo de un cuerpo carbonizado dentro de un Fiat 600.

Movido por su intuición, el comisario alertó al oficial de guardia y le pidió que dilatara la conversación con la mujer para ganar tiempo hasta que llegara el juez. El jefe policial regresó a su despacho, se comunicó con el magistrado Ernesto García Maañón, le describió la situación y destacó la necesidad de que se presentara en la seccional.

Así comenzó a tomar forma la trampa para atrapar a la asesina. Cuando el magistrado llegó a la seccional, el comisario se dirigió a la oficina de guardia e invitó a la mujer a que lo acompañara a su despacho con el objetivo de completar la denuncia y, supuestamente, agilizar los trámites para presentar el documento ante la aseguradora.

En ese momento, el juez le pidió a Hammes que se quitara los guantes para poder firmar la denuncia por averiguación de paradero. Así, quedaron a la vista las quemaduras en las manos de la mujer. Al advertir esas lesiones, el magistrado le preguntó a Hammes qué le había pasado. Entonces, la sospechosa respondió que se había quemado al encender una estufa a querosene.

Luego de advertir que las heridas por quemaduras que la mujer tenía en las manos eran recientes, García Maañón ordenó un allanamiento en la casa de Enrique Fermi 4798, donde vivía la pareja. Al revisar la vivienda, los policías hallaron una póliza de seguro de vida a nombre de Ortega, cuya única beneficiaria era Hammes. La póliza había sido autorizada cuatro días antes de la muerte del hombre.

Allí también estaban los papeles del auto que supuestamente Ortega iba a vender. Y en San Nicolás, en la casa del hijo mayor de Hammes (fruto de una pareja anterior), estaba el registro y el DNI de la víctima.

De no haber mediado esa deducción detectivesca, a los investigadores les hubiese costado mucho tiempo vincular ambos episodios, pues el cuerpo carbonizado dentro del auto quemado estaba irreconocible y habría quedado en una morgue como NN.

Desde el principio, el caso deparó detalles horrorosos. En la autopsia se determinó que Ortega estaba vivo cuando lo prendieron fuego. Los forenses llegaron a esa conclusión a partir del hallazgo de humo en los pulmones de la víctima.

Dos años después, Hammes fue condenada a prisión perpetua por el homicidio de su esposo, a quien mató para cobrar los US$100.000 del seguro de vida. Durante la etapa de instrucción de la causa los peritajes caligráficos confirmaron que la firma en la póliza que se le atribuía a Ortega había sido falsificada.

Otro estudio caligráfico realizado para comparar esa firma apócrifa con los trazos ascendentes y descendentes de la escritura de la acusada determinó que aquella rúbrica en la póliza había sido realizada por Hammes.

El juicio

Para la Justicia quedó probado que el 8 de junio de 1998 Hammes golpeó a su marido en la cabeza con un objeto contundente y luego lo introdujo, inconsciente, al Fiat 600, que abandonó y quemó en Benavídez, partido de Tigre, a 30 cuadras de la casa en la que vivía con su marido.

Aunque los investigadores sopesaron la hipótesis de que Hammes hubiera contado con la asistencia de un cómplice, esta eventualidad nunca pudo ser probada. Uno de los elementos en los que se sustentaba esta pista fue el hallazgo de una gorra de hombre a metros del auto incendiado. Los detectives del caso creían que podía pertenecer a un joven del entorno de la imputada.

Dos años después, el 3 de julio de 2000, los jueces Juan Carlos Fugaretta, Fernando Maroto y Roberto Borserini, de la Sala I de la Cámara de Apelaciones y Garantías de San Isidro, le aplicaron la pena máxima por homicidio calificado por el vínculo y alevosía.

La fuga

Hammes pasó cinco años presa. En ese período de detención se comportó como una interna de conducta excelente, a pesar de haber sido una asesina despiadada. Rápidamente entendió las reglas de la cárcel y aprendió qué debía hacer para obtener algún beneficio.

Así fue que siete años después de haber sido detenida, consiguió la posibilidad de que le concedieran el traslado a Neuquén, para visitar a su padre que sufría una enfermedad terminal. Se trató de un beneficio contemplado en la ley N° 12.256, de Ejecución Penal bonaerense.

Hammes había analizado muy bien la norma legal. Además, recibió algún asesoramiento de parte de una interna, una compañera de pabellón que le comunicó sobre la posibilidad de solicitar el beneficio por cuestiones humanitarias. Después de presentar todos los documentos e informes médicos, la Justicia autorizó el traslado de Hammes a Neuquén.

Aprovechó un descuido de los custodios del SPB y huyó. Una década después, ante la falta de novedades, el Ministerio de Seguridad bonaerense ofreció una recompensa de hasta 150.000 pesos para quien aportara datos sobre el paradero de la homicida.

Hammes estuvo prófuga 14 años. Durante ese tiempo, su rostro apareció en el listado de los delincuentes más buscados por la policía bonaerense.

Con un DNI falso regresó a la ciudad de Buenos Aires y comenzó una nueva vida. Empezó una relación con un hombre de 55 años y se dedicó a cuidar a abuelos internados en hospitales. Por realizar esa tarea cobraba importantes honorarios y se aprovechaba de la noche para movilizarse sin llamar la atención.

Consciente del riesgo que representaba recorrer el Gran Buenos Aires, ante la posibilidad de que algún policía bonaerense pudiera reconocerla, rechazaba cualquier ofrecimiento de trabajo en establecimientos del conurbano.

Hammes creía que al desempeñarse en un trabajo que pocas personas aceptaban debido a la carga horaria y a la nocturnidad, podía mantenerse en la clandestinidad. Pero se equivocó. Hubo alguien que la reconoció y que estuvo tentado por la posibilidad de cobrar la recompensa.

A mediados de enero de 2019, Hammes aceptó la propuesta de ir a cuidar a una mujer internada en el Hospital Italiano, de Olivos. No lo sabía, pero esa decisión marcaría el final de sus años como fugitiva.

El 14 de enero de 2019, minutos después de las 20, siete efectivos de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro que habían montado un operativo de vigilancia, la vieron llegar. Caminaba por la calle Córdoba en dirección a Ricardo Gutiérrez cuando la interceptaron.

Los investigadores de la policía bonaerense llegaron al lugar después de que una mujer, para cobrar la recompensa ofrecida, les diera información precisa y un ultimátum: “Es hoy o nunca”.

Al ser detenida, Hammes negó ser la persona que los policías buscaban. Se identificó como Marcela Beatriz Robledo y presentó un DNI que empezaba en 18 millones. La mentira le duró cuatro horas. Los detectives accedieron a la foto original de ese documento y comprobaron que los rasgos de la sospechosa no se parecían en nada a los que se veían en la imagen de la titular del DNI. Cuando se completó la comparación de la ficha con sus huellas dactilares reales, a Hammes se le cerraron todas las vías de escape.

De nada le sirvieron los 5000 dólares, 40.000 pesos en billetes de mil y la moneda de oro que llevaba encima para usar en caso de contingencia como, justamente, ese que vivía a solo 12 días del 14° aniversario de su sonada fuga.

Había acondicionado una toalla femenina para ocultar el dinero y llevarlo entre sus prendas íntimas sin llamar la atención. El monto en efectivo que portaba superaba ampliamente los 150.000 pesos que las autoridades provinciales ofrecían como recompensa por su captura.

De no haber sido por la constancia de un funcionario judicial que la buscó desde el día que huyó y por una mujer que vio el rostro de la fugitiva cuando un canal de televisión realizó un informe noticioso sobre los prófugos más buscados del país, Hammes no hubiera regresado a la cárcel.

Le faltó un año para que la causa en su contra prescribiera. Si la testigo que pretendía cobrar la recompensa no hubiese llamado, la mujer que mató al marido para cobrar el seguro de vida e incineró su cuerpo para que no lo reconocieran hubiera logrado su objetivo de caminar por las calles libremente sin que la policía pudiera encarcelarla.

Actualmente, Hammes pasa sus días presa en la cárcel de mujeres de Ezeiza. Debido a los antecedentes por la fuga, la Justicia la sacó del ámbito del Servicio Penitenciario Bonaerense para prevenir una nueva evasión y evitar una venganza porque, Hammes, la asesina e incendiaria, había provocado un escándalo para huir por el baño de la terminal de ómnibus de Retiro.

 

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