Con el primer aniversario cumplido de Alberto Núñez Feijóo al frente del PP si algo no ha cambiado respecto a su predecesor, Pablo Casado, es la escasa interlocución entre el Gobierno y el principal partido de la oposición. Moncloa y Génova se culpan mutuamente de una desconexión, especialmente sangrante en los temas relacionados con la política exterior.
En el Ejecutivo imputan al dirigente gallego que se haya instalado un clima de desconfianza, tras retirarse a última hora del acuerdo alcanzado para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. En la sede del PP lamentan que desde el primer momento el Gobierno les haya negado información que tradicionalmente han compartido los dos principales partidos. A populares y socialistas no les vinculan ya ni los asuntos de Estado y, aunque en los últimos meses han existido tímidas comunicaciones, no han incluido las cuestiones internacionales.
El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, habla de vez en cuando con la portavoz de este área en el Congreso, Valentina Martínez. Pero no hay contactos más allá, a pesar de que Feijóo ha ampliado su lista de asesores en política exterior con el fichaje del diplomático Ramón Gil-Casares para la fundación del PP. Como público El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, el embajador de España en Estados Unidos y secretario de Estado de Asuntos Exteriores con José María Aznar, Gil-Casares, lleva tiempo en la órbita de las personas que asesoran a Feijóo junto a otros diplomáticos de alto nivel como Juan Pablo García-Berdoy e Ildefonso Castro.
Su incorporación no ha pasado inadvertida en el Gobierno. Las conversaciones entre Albares y Martínez suelen producirse dentro de las rondas del ministro con los portavoces de Exteriores del resto de grupos. Un trato que los populares consideran desigual porque no otorga ninguna singularidad al primer partido de la oposición, el único con opciones de presidir el Ejecutivo. Fuera del ámbito parlamentario no existe comunicación entre Génova y el Ministerio.
En Exteriores se sacuden las críticas del PP con el argumento de que las llamadas son siempre a iniciativa del ministro y nunca al contrario. “No llaman”, afirman. Desde el Ejecutivo se añade además que ni siquiera tienen claro a quién deben dirigirse porque, señalan fuentes gubernamentales, existe una “falta de referencias claras”. En definitiva que no saben a qué atenerse. Si el vehículo correcto, sostienen, es Valentina Martínez o Pablo Hispán, otro de los portavoces de este área; si ahora tienen que comunicarse Gil-Casares o si la política internacional está en manos solo del vicesecretario de Institucional del PP, Esteban González Pons, que es quien acompaña a Feijóo en todas las salidas europeas.
En realidad, al menos hasta ahora, la idea que tiene el líder del PP con ese anillo de asesores es exclusivamente la de que le asesoren y le aporten ideas y posturas de cara a su programa electoral. Más aún, Feijóo trabaja desde hace meses con la idea de poder llegar a la Moncloa tras las próximas elecciones generales. En el partido había una sensación de vacío con respecto al área internacional porque todo el peso recaía en González Pons. Y a pesar de su dilatada trayectoria bruselense y ser un conocido con muy buenos contactos en todas las instituciones europeas, algunas voces alertaban de la necesidad de ampliar las áreas de asesoramiento hacia Latinoamérica o África.
Malestar con las posiciones de Feijóo
Lo cierto es que, al margen de esta recriminación sobre quién es el verdadero interlocutor en el PP, lo que subyace es un profundo malestar del Ejecutivo con Feijóo por sus críticas al Gobierno en el cambio de postura del Sáhara -su apoyo al plan autonomista de Rabat- hasta el punto de considerar que mantiene posiciones “antimarroquíes”, a pesar de que todos los jefes del Ejecutivo español, explican, independientemente de si han sido del PP o del PSOE han reconocido la importancia de Marruecos en la política exterior.
Este asunto emponzoña totalmente las relaciones entre Exteriores y Génova e influye en la ausencia de comunicación. El Gobierno no ve que los populares hayan ido modulando su discurso ante la perspectiva de gobernar y, de hecho, considera que su falta de visión estratégica sobre la relación que España debe tener con Marruecos les “incapacita” para ello.
En Génova reciben esas críticas con estupefacción, defendiendo que “el error mayúsculo” fue abandonar la posición histórica de neutralidad de la manera en la que lo hizo el Gobierno sin contar con el resto de partidos a pesar de ser un tema de Estado y de máxima relevancia. El PP insiste en que Sánchez “ha creado muchos problemas que no existían”, dando pie a “consecuencias muy perjudiciales” para los intereses españoles. En todo caso, como publicó este periódico, la orden del líder conservador es clara: “mirar con lupa” y “cuidar” cada intervención sobre Marruecos con los ojos puestos en un futuro gobierno.
La excepción Bolaños-Gamarra
La enorme distancia en un tema nuclear aleja las opciones de que la interlocución mejore a corto plazo, a pesar de que la relación entre Moncloa y Génova ha mejorado en los últimos meses. El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, mantiene abierto un canal con la secretaria general del PP y portavoz en el Congreso, Cuca Gamara. Fue él, a través de esta dirigente, quien informó a los populares del contenido del real decreto sobre la formación militar de la princesa Leonor. Una deferencia que no tuvo con sus propios socios de Gobierno, Unidas Podemos, que se enteraron durante el Consejo de Ministros que lo aprobó.
También este cauce permitió que el Gobierno y el PP olvidaran sus diferencias y se repartieran los puestos del Consejo de Estado. Bolaños ofreció a Gamarra dos cargos y la secretaria general del PP propuso los nombres del ex presidente de La Rioja, Pedro Sanz, y el ministro Juan Carlos Aparicio.