Si bien es cierto que el descubrimiento de la vacuna de la viruela por parte de Edward Jenner cambió para siempre el modo en que nos relacionamos con la enfermedad y elevó las cuotas de bienestar humano hasta niveles nunca vistos, no menos cierto es que sin el trabajo de algunas personas que defendieron la evidencia científica y expandieron por todo el mundo las bondades de este nuevo avance, la mortal enfermedad se habría cobrado algunas decenas de millones de vidas más de lo que lo hizo.
En este sentido, una de las personalidades que más contribuyeron a la expansión del ansiado remedio para la viruela, la cual se calcula que solo en el siglo XX se cobró más de 500 millones de vidas, fue el cirujano y médico militar español, además de botánico, Francisco Javier de Balmis y Berenguer.
La historia de este ilustre de la medicina comienza en 1753, en Alicante. Francisco Javier de Balmis y Berenguer procedía de una familia con una arraigada tradición en la cirugía. Hijo y nieto de sangradores-barberos-cirujanos, tras terminar los estudios de secundaria ingresó en el Hospital Real Militar de Alicante, donde se formaría a las órdenes del cirujano mayor de la institución.
Balmis continuaría con su formación en el ejército, y así, en 1775, marcharía junto a la expedición dirigida por el general conde Alejandro de O’Reilly que por mandato de Carlos III partió hacia Argel. Finalmente obtendría el título de cirujano 3 años después, en 1778, en Valencia. Tras licenciarse sirvió también en el sitio de Gibraltar, campaña tras la cual, en 1781, fue destinado al regimiento de Zamora, junto al cual, en la Expedición del Marqués del Socorro, emprende su primer viaje al Nuevo Mundo.
Durante los 10 años siguientes Balmis pasaría con gloria por diversos hospitales y guarniciones de las Antillas y México, llegando a ser nombrado cirujano mayor de algunos de los mejores hospitales de los territorios españoles de ultramar. Durante este período, en 1787, también se graduaría en Artes por la Universidad de México, y solo un año después, en 1788, abandonaría temporalmente el ejército y emprendería un viaje dedicado al estudio de las plantas americanas y a comprender la tradición médica de las distintas tribus indígenas, lo que más tarde, en 1794, le serviría para publicar el Tratado de las virtudes del agave y la begonia; remedios para algunas enfermedades venéreas.
Una vez de regreso en España, en 1798, Balmis se graduó como bachiller en medicina por la Real Universidad de Toledo, llegando a ser nombrado cirujano de cámara de Carlos IV, a quien persuadió de enviar a las Américas una expedición para propagar la recién descubierta vacuna de la viruela de Edward Jenner, de la cual se encontró entre sus más tempranos partidarios. Así, su proyecto publicado en 1803, Derrotero que debe seguir para la propagación de la vacuna en los dominios de Su Majestad en América, se materializó ese mismo año en la llamada Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, de la cual fue nombrado director.
La expedición dirigida por Balmis, partió de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. Recorrería el mundo durante 3 años, entre 1803 y 1806, propagando la vacuna antivariólica por extensos territorios de América y Asia, a veces ante la escasa colaboración de las autoridades.
A su regreso, el cual vino acompañado de una detallada colección de ejemplares de plantas para el Jardín Botánico de Madrid, Balmis fue recibido con elogios por Carlos IV y su corte. En los años siguientes realizaría un último viaje a América, en 1810, con el fin de comprobar los progresos de la vacunación y solucionar algunos problemas respecto al fluido que preservaba las vacunas, del cual parecían escasear las existencias. A su regreso, marcado por la situación política derivada de la invasión napoleónica, en la que tomo partido contra el invasor, fue reconocido con honores y varios cargos que desempeñó hasta su fallecimiento, el 12 de febrero de 1819.