No quiero ser polvo (México, Argentina / 2021). Dirección: Iván Löwenberg. Fotografía: Rodrigo Calderón García. Edición: Damián Tetelbaum. Elenco: Bego Sainz, Anahí Allué, Agustina Quinci, Romina Coccio, Eduardo Azuri, J.C. Montes-Roldán, Mariana León, Mónika Rojas, Iván Löwenberg, Rodrigo Cuevas. Calificación: apta para mayores de 13 años. Duracion: 86 minutos. Nuestra opinión: buena.
La historia de esta película está basada en hechos reales ocurridos en la década del 90. Así lo reveló su director, el mexicano Iván Löwenberg, también parte del elenco, en el rol del agobiado hijo de una mujer obsesionada con el new age que se aferra al pronóstico de una teoría catastrófica y sin fundamentos que además predica con esmero entre sus familiares y allegados como una profecía indiscutible.
Hay una evidente pulsión de muerte en ese personaje que Bego Sainz interpretó con una solvencia admirable a pesar de que no tenía ninguna experiencia previa en cine. Su obstinación, apoyada en la fe ciega que le exige esa “comunidad espiritual” (por denominarla de algún modo genérico), produce inquietud, incomodidad y resquebrajamientos en su entorno. Sobre todo porque en los hechos funciona con la lógica de una secta, e incluso lisa y llanamente como un negocio opaco y lucrativo. El film, una coproducción entre México y Argentina (en el reparto hay tres actrices de nuestro país: Anahí Allué, Agustina Quinci y Romina Coccio), trabaja muy bien ese clima denso que se acentúa todavía más en un final sugestivo.
Resuenan los ecos de la fiebre planetaria por la amenaza del Y2K y otros vaticinios bizarros que en el pasado insólitamente funcionaron en el imaginario de muchísima gente sin justificaciones racionales, creencias inspiradas por el pensamiento mágico que hoy, en la era de las redes sociales y las fake news, también hacen pie en el terreno de la política.