El 7 de mayo pasado fue un día de fiesta para los que amamos a los animales. Un camión con dos cajas a bordo, en las que viajaban dos elefantas asiáticas, Pocha y Guillermina, madre e hija, salió del Ecoparque de Mendoza, adonde vivieron en un foso de piedra, durante 25 y 40 años, respectivamente. Recorrieron 5000 km hasta llegar al estado de Mato Grosso, en Brasil, adonde vivirían en semilibertad, junto a otras cinco elefantas, en las lomadas del santuario de Chapada de Guimaraes, propiedad del norteamericano Scott Blaise. Una vez allí, Pocha demoró once horas en salir de la caja. Pero una vez pasado ese momento de pánico, su entusiasmo fue visible para todos los que presenciamos sus primeros pasos sobre la tierra blanda. Así las dos fueron acostumbrándose a los espacios abiertos y a interactuar con las otras elefantas rescatadas, y en compañía de Mara, que vivió durante años en el Ecoparque porteño y que fue la primera en llegar al santuario desde Buenos Aires.
Sin embargo, el 6 de octubre, Pocha murió repentinamente. Nadie esperaba que algo así pudiera suceder, y las especulaciones empezaron a correr como reguero de pólvora. En ese momento, el único indicio de que algo no funcionaba del todo bien fue su falta de apetito, por lo que le suministraron algunas vitaminas. Esa mañana fue hallada muerta junto a Guillermina. Luego del shock inicial y antes de enterrarla, se extrajeron muestras para hacer un estudio y conocer con precisión las causas de su muerte. Hace diez días, el resultado fue contundente: murió de tuberculosis, la misma enfermedad que padecemos los humanos.
“El informe dice que Pocha tenía un compromiso extenso y crónico de sus órganos internos y la causa oficial de su muerte se enumera como enfermedad renal crónica grave en asociación con la enfermedad inflamatoria granulomatosa, en respuesta a una micobacteria. Lo que esto significa es que había contraído una infección por mycobacterium tuberculosis que, durante la necropsia se presentó de manera atípica. Si bien esta bacteria, generalmente se transmite de las personas a los elefantes, es bastante común entre los elefantes cautivos en América del Norte, Europa y Asia. Y es raro en América del Sur”, señala Scott Blaise. “La vivienda de concreto adonde vivían Pocha y Guillermina [en Mendoza] tenía muy poca circulación de aire, luz natural limitada, y permanecía húmeda. Todo eso puede haber abierto la puerta a agentes infecciosos. Se cree que este proceso empezó hace varios años, pero es imposible saber cuándo fue” aclara, cauto, Blaise.
Así estuvieron Pocha y Guillermina en el Ecoparque de Mendoza hasta mayo pasado (Gentileza: Fundación Weber/)
Interrogantes
Ante lo irremediable de la muerte de Pocha, la pregunta que se impone es qué pasará con Kenya, la próxima elefanta africana en la fila, para viajar a Brasil, además de Cuki y Pupi, también africanas, que la seguirán, y por último, Tamy (el padre de Guillermina), que saldrá también del Ecoparque mendocino hacia ese país. En definitiva, ¿qué ocurrirá con todos los elefantes que todavía viven encerrados en minúsculos espacios en nuestro país? ¿Cuáles son los recaudos que deberán tomarse? ¿Qué análisis se les deberán hacer y cuáles son las medidas a tomar en el Ecoparque de Mendoza y en el mismo santuario para asegurarse de que no haya ni humanos, ni animales contagiados con tuberculosis?
“El riesgo del contagio hacia el personal, y hacia otras personas es mínimo. Pocha no tenía la bacteria en el aparato respiratorio, sino en el digestivo, y el contagio más fácil, es cuando expectora”, dice Juan Ignacio Haudet, el nuevo director del Ecoparque mendocino. “Hay que testear al personal y luego hacer un pool de los animales que están adentro del parque. He pedido reportes desde hace cinco años. Una vez que tengamos eso claro, el Senasa y las autoridades de Brasil, se expedirán y sabremos qué es lo que se exigirá para viajar. El único antecedente de este tipo de tuberculosis, aquí en Mendoza, fue en el 92, cuando se detectó en algunos chimpancés, que ya murieron”, aclara. Y agrega: “A partir del desenlace de Pocha, tuvimos la visita del responsable del programa de Tuberculosis provincial del Ministerio de Salud. Este médico, en particular, intervino cuando se denunció la posibilidad de que Cecilia, la chimpancé que viajó a Brasil, hace ya algunos años, tuviera tuberculosis. Se estudió y dio negativo.. Ahora tenemos que pensar en el futuro. A todo el personal que lo desee, se le harán estudios en el hospital Lencinas, que tiene un programa de tuberculosis. Y con Kenya se hará un seriado de análisis, a ver cuál es su estado. Las probabilidades de que lo tenga son mínimas, ya que al ser africana [y, por eso, no tuvo contacto con los elefantes asiáticos), su recinto está muy alejado del de piedra en el que vivían Pocha, Guillermina, y Tamy, los asiáticos.
Leandro Frutos, representante de la Fundación Franz Weber, y quien está a cargo del traslado de las elefantas, aclara: “Para que una persona u otro animal se contagie tienen que permanecer cuatro horas en contacto directo. La probabilidad que eso pueda haber sucedido con Pocha es mínima. Los testeos demorarán un par de semanas porque hay que hacer placas, sangre y estudios de fluidos y son voluntarios. Hay múltiples causas por las que Pocha se enfermó y es muy difícil saber dónde y cuándo se contagió. Sí es cierto, que se ha contagiado de un humano. Gran parte de los elefantes asiáticos que viven en cautiverio tienen tuberculosis. Es muy elevada la presencia de la enfermedad en los elefantes”.
Mientras tanto en el Ecoparque porteño, Cuki y Pupi se preparan desde hace tiempo para poder viajar. “Entender qué pasó para que no se repita con las otras elefantas, y tomar todas las medidas precautorias dentro del parque y exigir que también se tomen en Brasil para que no vuelva a pasar, es lo que haremos”, dice Federico Iglesias, director del Ecoparque.
Lo cierto es que las precauciones que se tomaron y los análisis requeridos por el gobierno brasileño y el argentino no fueron suficientes para detectar la enfermedad de Pocha. Ya que este diagnóstico, mediante el lavaje de trompas, método utilizado para la tuberculosis (no humana), jamás hubiera arrojado esos resultados y el análisis de sangre por el que se hubieran detectado la enfermedad no fueron requeridos por ninguna de las autoridades. Hoy, ante la evidencia de la presencia de la tuberculosis humana se tomarán todas las precauciones pertinentes y el operativo seguirá adelante para, finalmente, y con el esfuerzo de todos los que trabajan para ello, no quede en nuestro país, un solo elefante tras barrotes, prácticamente inmovilizados.
“Cincuenta años sin estudios médicos ya te habla de todo. Hay muchas cosas que nos deberíamos cuestionar como sociedad. Eso es responsabilidad, no de una gestión, sino del Estado. Es cuestionable. Claramente, estamos violando los derechos de los animales. Estamos intentando cambiar esa historia”, concluye Frutos.