La Torre Eiffel brilla en una noche extraña para Emily, la estadounidense que llegó a conquistar el mundo de fashionismo y el mercadeo de alta gama en la capital parisina y que se convirtió en todo un fenómeno para Netflix.
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Ahora está ansiosa, un poco asustada y parece sentir que vive en un mundo de mentiras que contrasta con la belleza y el glamur que la rodea. Se siente mareada ante una nueva presión que revela un poco más la fragilidad de una chica que llegó a Europa con ganas de dar un primer bocado de su sueño de comerse al mundo. Pero, no es tan fácil.
Lily Collins en la premiere de la serie (AP Photo/Francois Mori) (Francois Mori/)
Así se puede describir la experiencia de la protagonista de la serie Emily en París, uno de los éxitos de Netflix, que ya tiene disponible su tercera temporada, contando las aventuras y descubrimientos de una protagonista divertida, talentosa y con mucha suerte en un mundo de lujos, en el que hay tiempo para la comedia romántica y unas caricias para el drama y el autodescubrimiento.
Y eso precisamente es lo que le pasa a Emily, que en su afán de seguir conquistando a París pondrá a prueba su lealtad laboral, tratará de seguir siendo una chica dulce, en una cultura que entiende un poco mejor y tendrá que trabajar en su equilibrio emocional con una relación nueva y un tanto difusa, sumado a la tensión sexual que aún gravita con un exnovio que se convirtió en un buen amigo y consejero. Lily Collins retoma con más seguridad el papel que la ha hecho famosa en todo el mundo y consigue ser creíble en su afán de crecer, eso sí, sin perder el estilo.
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“Esta serie siempre ha sido acerca de la idea de tomar decisiones difíciles. Mi personaje siempre está buscando lo que quiere y todo ese cúmulo de decisiones se desarrolla a partir de esta mezcla de drama y comedia en la que cada vez que toma un camino siempre sucede algo inesperado. Aunque en este momento es capaz de entender mejor su camino en la historia”, explica Collins, en una charla vía Zoom con EL TIEMPO.
Para ella, hay un elemento de vulnerabilidad que contrata muy bien con el tono de entretenimiento que contiene la serie. “Se deja guiar más por lo que siente que por lo que le dicen los demás y eso trae consecuencias, pero a la vez es algo liberador”, reconoce la protagonista y productora.
Emily Cooper (Lili Collins) convive entre la atracción de su nuevo novio Alfie (izquierda) y Gabriel, un ex que parece no haber salido del todo de su corazón (Netflix/)
El reto cultural crece
“En esta temporada, Emily está mucho más involucrada en hacer su vida específicamente en París, y averiguar lo que eso significa. Ella está buscando una nueva relación con Alfie (su nuevo amor), pero todavía existe esta atracción mutua con Gabriel (su exnovio) que los persigue a ambos. Además, debe tomar algunas decisiones importantes en su trabajo y madurar”, adelantó en una entrevista el creador de la serie, Darren Star. Ella vive más intensamente la experiencia de alguien que llega a un país y tiene que asimilar de una manera seria su cultura y sus costumbres”, recalcó.
En ese aspecto, la serie fortalece su idea de romper un poco el esquema de ‘la gringa adaptándose al país europeo’, algo que tanto funcionó en sus dos temporadas anteriores y que hasta llegó a causar algunos conatos de polémica entre una parte de los franceses, que pensaron que se estaba caricaturizando un poco su estilo de vida. En realidad, no se pierde ese juego de contrastes culturales, pero ese elemento da un pequeño paso al costado para insistir en la idea del poder y el peso de las decisiones que se toman en la vida.
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El personaje principal tiene que tomar una decisión entre seguir creciendo en la Ciudad Luz o regresar al confort de Chicago; mantenerse fiel a la locura de su trabajo en esas nuevas tierras o asumir un nuevo reto sin sentirse culpable o que está traicionando a quienes la ayudaron a llegar a dónde está.
Un panorama más adulto que enriquece el humor sencillo y esa magia que antes hizo que los problemas de Emily se difuminarán rápido entre fiestas, redes sociales exitosas y muchos objetos de alto diseño. “Ella está encontrando su lugar en el mundo y en su trabajo”, sostuvo Star, quien no solo le ofrece nuevos contextos para la reflexión, sino que añade otros personajes que complicarán (en un buen sentido), la búsqueda de equilibrio de Emily.
La serie mantiene su estilo fashionista y una comedia de enredos bien lograda (Netflix/)
Un giro interesante
Esta temporada se suma Paul Forman, que interpreta a Nicolás De León, un príncipe heredero y ejecutivo de un conglomerado de marcas de lujo JVMA, que también parece llevar riqueza y estatus, pero acompañadas de una presión aplastante para probarse a sí mismo.
Una característica que pronto generará un vínculo con Emily; sumado a Melia Kreiling, que asume el papel de Sofia Sideris, una artista griega que llegó a París para exponer su obra y será una pieza clave en los conflictos y divertidos desencuentros que ofrece la serie.
La tercera temporada de Emily en París se revela como una receta más rica por explorar a los personajes que giran alrededor de ella, demostrando que hay más estrellas en el universo de la joven que viste muy vistoso y se gana el amor de todo el mundo. Un giro muy interesante.