El verde urbano salva vidas

En el verano de 2015, unas 360 personas murieron en Barcelona a causa del efecto isla de calor, -como se conoce el hecho de que la ciudad tiene un temperatura más alta que su entorno (un grado más en la capital catalana). De esas muertes, unas 216 se habrían ahorrado, si los árboles hubieran cubierto el 30% de la superficie de la ciudad, en lugar del 8,4%. 

Así lo ha revelado un estudio publicado en ‘The Lancet’, que ha analizado la cuestión en 93 ciudades europeas. El trabajo, liderado por Mark Nieuwenjuijsen, investigador del Institut de Salut Global de Barcelona (ISGlobal) es la enésima prueba de que el verde urbano, literalmente, salva vidas. 

“La gente que vive en zonas verdes tiene menos problemas de drogas, depresión, ansiedad y desórdenes del sueño”

Pero también tiene otra cara. Barcelona es la única ciudad europea que ha experimentado entre 2000 y 2016 un proceso de gentrificación sostenida y creciente relacionada con el aumento del verde urbano a partir de los años ’90, entre las 28 analizadas en un reciente estudio publicado en ‘Nature Communications’. Otras ciudades europeas, como Nantes y Copenhagen han vivido procesos de gentrificación asociados con el verde en la última década. El trabajo está liderado por Isabelle Anguelovski, investigadora del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA).

El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica, ha reunido a Anguelovski y Nieuwenjuijsen para hablar de ese dilema. ‘Spoiler’: el dilema no es inconciliable. Se puede naturalizar la ciudad sin crear injusticia, si eso se acompaña con muchas más vivienda protegida y menos turismo y coches. Los expertos temen que las elecciones en Barcelona resulten en un frenazo en esas políticas.

Mucho más que decoración

“Durante 40.000 años hemos vivido en la jungla o la sabana. Nuestro cerebro está adaptado al verde. La gente que vive en zonas verdes tiene menos problemas de drogas, depresión, ansiedad y desórdenes del sueño”, afirma Nieuwenjuijsen. 

“Es contradictorio crear nuevas áreas verdes y a la vez cargarte los espacios informales existentes”

“Pero desafortunadamente el verde se ha ido quitando de muchas ciudades. Barcelona [en referencia al Eixample] se diseñó para tener mucho más verde. Hay que preservar el que tenemos. Es muy valioso. Hacen falta 50 años para tener un árbol grande”, añade.

Gentrificación verde

“No puedo estar más de acuerdo, pero es importante tener en cuenta unos matices”, replica Aneguelovski, que apunta a la gentrificiación verde. Este proceso consiste en el desplazamiento de vecinos de clase media y baja por parte de habitantes más ricos, que llegan atraídos por las nuevas zonas verdes. El proceso va de la mano de un aumento del coste de la viviendas.

“El género también influyen en que un espacio verde se convierta en un activo”, observa la investigadora. Por ejemplo, el contacto con las zonas verdes tiene un efecto en la salud mental más beneficioso para las mujeres que para los hombres, pero ellas son menos propensas a utilizarlas que ellos, por la sensación de inseguridad o las normas sociales, según un estudio en el cual participó. 

“El porcentaje de vivienda protegida no llega al 2%, frente al 25% de otros países”

Para la investigadora es crucial que se diseñen los espacios verdes acogedores. Y también que los vecinos los sientan como algo suyo. “Es contradictorio crear nuevas áreas verdes y a la vez cargarte los espacios informales existentes, como los huertos comunitarios”, observa.

No obstante estos matices, Anguelovski niega que haya un dilema entre beneficios ambientales y beneficios sociales. “Es un asunto de estrategia. No basta con decidir qué calles serán verdes. El Departamento de Medio Ambiente tiene que planificar de la mano del de vivienda y del desarrollo económico”, afirma.

Vivienda, turismo y coche

Las políticas de vivienda son el principal dique contra la gentrificación verde. “En España, el porcentaje de vivienda protegida no llega al 2%, frente al 25% de otros países”, observa Anguelovski, que alaba las políticas municipales de compra y fabricación de vivienda protegida. 

“El otro ámbito que ha contribuido a la gentrificación en Barcelona es el turismo y la vivienda para compradores extranjeros”, afirma la investigadora, que se muestra favorable a la congelación de licencias para hoteles y pisos turísticos y a la reducción de los cruceros. 

“Concentrarse en [reverdecer] unas cuantas calles no ayudará mucho. Hace falta más de ambición con la limitación del coche”

Nieuwenjuijsen apunta a un tercer ingrediente: el coche. Las ‘superilles’ y los ejes verdes son grandes experimentos en los cuales se introduce una jerarquía entre calles transitadas y calles naturalizadas, que crea un problema de acceso igualitario al verde. 

“Concentrarse en [reverdecer] unas cuantas calles no ayudará mucho. Hace falta más ambición. Hay que crear una ciudad que sea para la gente, no para el coche. Algunas ciudades del norte han conseguido eliminar casi totalmente el coche de la ciudad. Es eso lo que hay que buscar”, observa Nieuwenjuijsen. 

Preocupación ante las elecciones

Los dos investigadores se muestran preocupados ante las elecciones en Barcelona. “No quiero que mi investigación sea instrumentalizada por quienes están en contra de la agenda del gobierno municipal. Lo último que necesitamos es vaya Trias y tire abajo todo lo que se ha hecho”, afirma Anguelovski. 

“Lo último que necesitamos es vaya Trias y tire abajo todo lo que se ha hecho”

“Lo último que necesitamos es vaya Trias y tire abajo todo lo que se ha hecho”

Nieuwenjuijsen quisiera ver una naturalización más ambiciosa. “Tengo mucho respeto para lo que está haciendo Janet Sanz, pero ponerlo en práctica es muy difícil. Entras en esta área pantanosa de la política en la cual todo el mundo está en contra”, comenta. Por ejemplo, los investigadores no entienden la posición del PSC sobre el plan de usos del Eixample.

Sin embargo, Nieuwenjuijsen tiene clara su carta a los reyes. “Imagino una ciudad donde la gente puede respirar aire limpio, sin sufrir por el calor y el ruido, y con unos barrios mixtos, con gente rica y menos rica, locales y migrantes: es la mejor manera de formar una buena comunidad”, concluye.

 

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