Antonio Caba y Gaspar Rivera están en prisión, acusados del crimen del empresario Juan Miguel Isla, cuyo cadáver fue hallado por la Guardia Civil en un pozo de una finca de Valdepeñas (Ciudad Real) el 14 de marzo. Pero durante meses, desde que la víctima desapareció el verano pasado tras quedar con Caba para cobrar 50.000 euros de la venta de una finca en Manzanares, el presunto asesino y su cómplice se creyeron a salvo de las pesquisas de la Unidad Central Operativa (UCO) y pensaron que se librarían de ser detenidos. Hasta finales de enero, cuando los investigadores encontraron el Renault Clio de Juan Miguel Isla y estrecharon el cerco contra Caba y Rivera.
El sumario de la ‘operacion Mancanti’ (desaparecido, en italiano), al que ha accedido CASO ABIERTO, el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica, revela el arduo trabajo de la Guardia Civil para dar con el paradero del empresario y detener a los presuntos responsables de su muerte: un corredor de fincas respetado en Manzanares y un jubilado ludópata al que el primero habría prometido 25.000 euros a cambio de que le ayudara a deshacerse del cuerpo y el coche del empresario.
En casa de Antonio Caba, acusado del crimen, los guardias civiles encontraron una nota manuscrita: “Que Dios me perdone… de espíritu”
Los investigadores siguieron, grabaron y fotografiaron los pasos de ambos hasta conseguir las pruebas necesarias para arrestarlos y lograr que uno de ellos, Gaspar, el compinche del presunto asesino, confesara que su amigo había matado con una pistola al empresario y luego le había pedido ayuda para trasladar su cadáver hasta un pozo y deshacerse del coche de la víctima.
Finca de 1.350.000 euros
Según la documentación del caso, Juan Miguel Isla había vendido a dos hermanos empresarios una finca de su propiedad llamada ‘Monte Milla’, ubicada en Manzanares, por 1.350.000 euros. Lo hizo con la ayuda de Antonio Caba. El empresario había pactado cobrar esa cantidad mediante dos transferencias y cuatro entregas de dinero en efectivo, de 50.000 euros cada una. El día que fue asesinado, Isla cobró el último pago. Viajó con Caba hasta La Solana la mañana del 22 de julio, una cámara de tráfico captó una imagen de ambos cuando volvían a Manzanares a bordo del BMW de Caba. Es la última vez que se ve con vida al empresario, cuyo teléfono móvil deja de dar señal a las 12:14 horas.
Una hora y media después, a las 13:48, una cámara de seguridad graba el Renault Clio de Isla en la carretera de Manzanares con dirección Membrilla, pero quien lo conduce es uno de los detenidos, Gaspar. El hombre para en la estación de servicio ‘Virgen del Espino’, en Membrilla.
Otra cámara lo graba allí mientras echa gasolina y compra una Pepsi y un Bollycao, como muestra la imagen del sumario que acompaña este reportaje. Luego, sigue su camino hasta un descampado de Albacete, donde los investigadores recuperaron finalmente el vehículo y coge un autobús y un taxi para regresar a casa. Según su confesión, Caba le dio 500 euros a cambio de que ocultara el coche y tirara la llave.
“Me han visto”
Fue el hallazgo de ese coche, el pasado 27 de enero, en un descampado de Albacete, lo que hizo que Caba y Rivera se pusieran nerviosos y cometieran errores que acabaron delatándolos. El día que la Guardia Civil encuentra el coche de Isla, Rivera, inquieto, llama por teléfono a Caba y le dice: “Tengo que hablar contigo”. Ambos acuerdan verse en el garaje de Caba esa misma tarde. Los agentes consiguieron grabar parte de su conversación:
-Gaspar: Me han visto.-Caba: Hay que estar atentos a… por si… Algo traman… aunque no te hayan visto.
Restos biológicos
El atestado de la UCO describe cómo, cuando aparece el coche de la víctima, “incrementa el desasosiego del investigado. Caba contacta de inmediato con su letrado y concierta un peculiar encuentro con Gaspar. Con Gaspar especula con el hallazgo de restos biológicos o huellas en el interior del turismo justificando a distintos interlocutores su presencia en el interior de dicho vehículo”. Los investigadores añaden que “su nivel de afectación se incrementa hasta el punto de referir una posible detención derivado de las ultimas actuaciones policiales”.
Para la Guardia Civil, resulta revelador que “este día sea la primera vez que Caba y Rivera mantienen un encuentro planificado con este fin, dado que en el resto de ocasiones en las que se tiene constancia que han mantenido conversaciones por vía telefónica o han ido juntos en el mismo coche, ninguno de los dos investigados ha exteriorizado cuestiones o reflexiones acerca de la desaparición de Isla”.
Ellos no lo sabían, pero la Guardia Civil había instalado un micrófono en el coche que Antonio Caba utilizaba habitualmente. Así, los agentes lograron registrar grabaciones, que fueron adelantadas por CASO ABIERTO, en las que el presunto asesino expresaba su nerviosismo ante los avances de la investigación y la posibilidad de que los detuvieran.
El teléfono, en otro pueblo
Los dos sospechosos saben que la Guardia Civil está investigando una finca que le compraron al empresario cuatro días antes de que desapareciera. Intranquilos, ambos acuden en dos ocasiones, los días 3 y 8 de marzo, hasta allí para comprobar si los agentes están registrándola. Dejan sus teléfonos en otro pueblo para que no quede rastro de sus movimientos. El 14 de marzo, finalmente, la Guardia Civil inspecciona la finca y encuentra el cadáver de Isla metido en un pozo. Horas después, Gaspar confiesa su participación en el crimen y acusa a su amigo de ser el autor del asesinato.
Los dos fueron detenidos y la jueza decretó su ingreso en prisión. Caba se ha negado a declarar hasta ahora. Los investigadores sostienen que este intermediario, que también está siendo investigado por la desaparición de otro empresario de Manzanares, mató a Isla para quedarse con el dinero de la venta de la finca. De hecho, al menos 100.000 euros procedentes de los dos últimos pagos, no han aparecido. “Caba estaría en una paupérrima situación económica, acuciándole las deudas, recibe llamadas de empresas de cobro de impagos… El precario escenario financiero en el que se encuentra Caba podría guardar relación con la motivación tras la cual se halla su posible implicación”, de acuerdo con el sumario del caso.
Situación extrema
Sobre el otro acusado, la Guardia Civil apunta: “Gaspar se encuentra en una situación económica extrema, llegando a constatarse que tiene incluso dificultades para adquirir productos básicos de alimentación. El incierto escenario personal en que se encuentra podría haberle convencido a participar en la comisión del homicidio/asesinato, tratando con ello de obtener un lucro económico en contraprestación”.
El segundo acusado es ludópata. Fue 282 veces en seis meses a salas de juego. El día del crimen, estuvo jugando más de cuatro horas en una sala de Valdepeñas
Los investigadores añaden en su informe que Rivera fue 282 veces en seis meses a diferentes salas de juego: “Podría tener una patología de dependencia al juego, pudiendo ser esta la razón que le ha llevado a demandar constantemente dinero para subsistir, así como para hacer frente a su afición patológica“, apuntan. De hecho, la misma tarde del crimen, tras regresar de Albacete, Gaspar acude a la sala de juegos Emotiva de Valdepeñas y permanece allí una hora y media, entre las 19:33 y las 21:02. Solo unas horas después, regresa y está en el salón desde las 23:28 hasta las 2:13 de la madrugada.
La investigación apunta a que Caba actuaba como una especie de jefe y tenía ascendente sobre Rivera. Durante el registro de la casa de Caba, encontraron multitud de armas y munición. Un fusil Mauser chileno, otro persa, un fusil K-98, una escopeta Beretta, una escopeta Víctor Sarasqueta, un rifle Sako, dos pistolas y un mosquete, entre otras.
Los investigadores dicen en su atestado que Caba “posee armas de fuego largas y cortas y queda evidenciado que las utiliza asiduamente, dado que afirma practicar ejercicios de tiro con ellos e incluso alude a compras y ventas de armas de fuego de forma habitual”. Además de las armas, los agentes hallaron una nota manuscrita en la que el presunto asesino, que guardó silencio, había escrito: “Que Dios me perdone… de espíritu”.