“Espero un juicio con total garantías. Porque esto no le va a salir gratis: vamos a ser inflexibles“. Lo dice Eugenio García, padre de Olivia, la pequeña de seis años presuntamente asesinada hace ahora un mes por su madre, Noemí Martínez, con una ingesta de fármacos. El progenitor está citado el próximo lunes a declarar, por videoconferencia, en los juzgados segovianos, y ha estado recopilando estas semanas lo que asegura que son “multitud de vídeos, capturas de pantalla y fotografías” que, espera, servirán para probar un crimen “execrable”.
“A mi hija me la quitaron y espero que esa mujer no vuelva a salir de la cárcel en su vida”, sentencia el segoviano, que aguarda también la declaración, el mismo lunes, del hermano de la acusada, que fue quien alertó a la Policía de que la mujer no respondía a sus llamadas, lo que motivó el hallazgo del cadáver de la niña en la cama del domicilio de El Llano de su madre en la noche del domingo día 30. Con la mente más clara ahora, y aunque explica que emocionalmente se encuentra peor que hace un mes, el padre de Olivia recapitula aquel último fin de semana de su pequeña, 48 horas que empezaron con la noticia de que la justicia le otorgaba la custodia y que terminaron con una visita de madrugada a la comisaría de la Policía Nacional de Segovia donde le confirmaron el desenlace.
Viernes, 28 de octubre. Comienza el puente por el Día de Todos los Santos. García se desplaza a Gijón para recoger a su hija y llevársela a su pueblo durante los días festivos. “Ya tuve problemas antes de llegar, porque ella entendía la sentencia como le parecía y decía que no me tocaba porque ya había estado con ella el fin de semana anterior. Pero es que, precisamente porque se la trajo a Gijón, a mí me correspondían los fines de semana alternos y los puentes”, cuenta. Explica que llegó a la ciudad pasadas las tres de la tarde y que se fue a comer a una pizzería del paseo del Muro. Y que allí recibió una llamada de su abogado. “Me preguntó: ‘¿Estás sentado?’ Yo al principio me asusté, pero me dijo: ‘Nos han dado la custodia’. Llevábamos cinco años luchándolo“.
Un vídeo antes del adiós
García aclara, no obstante, que la custodia no la logró por el “arraigo” de la pequeña en Segovia, sino porque con su abogado demostró que la madre se había mudado a Gijón alegando una oferta laboral que, asegura, no existía. “Era por vinculación a una empresa del hermano, pero no estaba trabajando, fue la excusa que puso para separarnos. Demostramos que ese contrato no existía”, explica. García, por tanto, fue al colegio de la pequeña, el Corazón de María, para hablar con la dirección y comunicarles el cambio. “Les expliqué que, técnicamente, al tener ya la custodia en realidad ese puente ya le correspondía a la madre, así que estuvimos esperando allí un rato, con la niña, en clase. Como nadie vino a recogerla, me la llevé a Segovia”, resume. Ese mismo día gestionó con el Codema y con el Claret, el colegio claretiano de Segovia, el traslado del expediente de la niña para que pudiese retomar sus estudios el 2 de noviembre.
Ya en Segovia, García comenzó a organizar con su actual mujer cómo se organizarían a partir de entonces. “Ella tiene una hija de su anterior relación y mantenemos muy buen trato con su papá, que es lo normal. Las niñas se llevaban muy bien”, aclara. Y fue su esposa la que le comentó, durante la mañana del sábado, la idea de “hacer las cosas bien” y ofrecerle a Noemí Martínez pasar con la niña el resto del puente. “Le puse un WhatsApp, porque no nos hablábamos, y me dijo que a las cinco y media estaría en La Lastrilla (un pueblo de Segovia) para recogerla”, relata. La maleta de Olivia seguía casi intacta, así que apenas hubo que hacer más gestiones. “Llegamos al portal donde habíamos quedado, con la madre a 20 metros, y me despedí de Oli. Le dije que la llamaría al día siguiente y que se lo pasase bien con sus primos en El Espinar (otro pueblo de Segovia). Porque yo di por supuesto que, a esas alturas del puente, esa señora se iba a llevar a Oli a su pueblo, con sus primos, no hacer otro viaje a Gijón. Si es que me la tenía que devolver el martes. Ese día grabé un vídeo, como por desgracia tenía que hacer siempre, para probar que le entregaba a mi hija con trato correcto. Lo que no sabía era que no la iba a volver a ver”, lamenta.
Llega el domingo. García y su pareja comen con la hermana de él y sus sobrinas, muy amigas de la pequeña, y deciden llamarla para saludar. Nadie responde. “Lo intenté más veces: a las cinco, a las seis, a la siete. Pensé: qué mal le ha sentado lo de la custodia. Pero es que era algo tan habitual en ella, eso de enfadarse y no cogerme el teléfono para que no hablase con mi hija, que no le di mayor importancia”, reconoce. A hacia las 22.00 horas, la primera llamada de alerta: “Un teléfono de prefijo 985. Policía Nacional de Asturias. Me preguntan cuándo fue la última vez que vi a Noemí y les dije que el sábado, a las cinco y media. Me asusté, pero me dijeron que era una llamada rutinaria y que me llamarían más tarde. Pero yo ya no pude dormirme”. Pasada la una de la madrugada, la policía de Segovia le pide que acuda a comisaría. “Cuando llego veo el coche de Dani (su abogado) y al entrar veo al inspector y a sus compañeros, buenos conocidos míos, y les veo llorando, veo que vienen a abrazarme. Yo no entendía nada. Me dijeron: ‘Olivia ha fallecido. La ha matado su madre’. Ahí empezó mi infierno”, relata.
“Te quiero, pirata”
“Hoy hace un mes que nos dijimos has pronto, un mes desde que se paró el reloj, un mes desde que se paró tu corazón y, con él, el mío y el de todos y cada uno de quienes te queremos”. Así empieza una carta escrita por el propio García y dedicada a su hija como recuerdo al primer mes desde su muerte. Una carta que ha pedido difundir en redes sociales, también, para “agradecer el gran apoyo” recibido en Gijón. “Me concediste el inmenso honor de ser tu papá”, le cuenta a la niña: “Me rompo en mil pedazos cada vez que recuerdo tu único pecado fue querernos sin más. Alguien que solo sabe odiar eligió por nosotros”. Y le recuerda: “Te prometí que haríamos justicia y tu papá cumple siempre“. “Te quiero, pirata”, se despide.