El miedo y la soledad de las ‘babushkas’ ucranianas

En cualquier país en paz, si una persona presenta un nivel de presión arterial muy alterado, como 200 sobre 100 -cuando la lectura normal de presión es de 120 sobre 80- es hospitalizada. No en la guerra. Casos de presión arterial disparada, entre otras muchas dolencias, es lo que se están encontrando clínicas móviles de Médicos Sin Fronteras (MSF) que han accedido a la zona de Járkov recuperada por Ucrania tras meses de ocupación rusa.

Muchas de las pacientes son ‘babushkas’ –mujeres mayores y ancianas ucranianas– que han sobrevivido como han podido a más de medio año de ocupación rusa en refugios, compartiendo la poco comida que había. Los achaques de cualquier mujer de su edad se han multiplicado exponencialmente y ahora los sanitarios han encontrado en Járkov necesidades médicas y mentales sin resolver.

Pacientes ucranianas esperan ser atendidas en una clínica móvil de Médicos Sin Fronteras (MSF). | LINDA NYHOLM / MSF

Movilidad limitadapérdida de audición o vistahipertensióndiabetes, son un ejemplo de los cuadros médicos que se encuentran los sanitarios, según explica el doctor Gino Manciati, jefe del equipo médico de MSF para puntualizar: “En otro contexto, estos pacientes serían hospitalizados. Aquí simplemente no es posible”. El doctor explica que la hipertensión no tratada puede provocar graves complicaciones, como la pérdida de la vista, la insuficiencia renal, el deterioro neurológico e incluso la muerte súbita. La falta de personal sanitario y de medicamentos, además del estrés de la guerra, ha provocado que las condiciones médicas de muchos pacientes se descontrolen. “Lamentablemente, hemos visto pacientes que han acabado desarrollando complicaciones en los órganos, como insuficiencia renal”, añade el facultativo.

Diabéticos sin medicación

En esta región, la guerra ha impedido a muchas personas con diabetes disponer de medicamentos, agravado por el hecho de que la escasez de alimentos les ha impedido controlar su dieta, lo que ha derivado en problemas de movilidad, vista y función muscular.

Una de ellas es María, que tiene dificultades para caminar después de meses sin tratamiento para su diabetes. “Hemos venido aquí [a la clínica] por la ‘babushka'”, dice Tonya, la hija de María. “Está temblando y le duele la cabeza. [Hace meses] que no tenemos medicación para su diabetes“, puntualiza. El marido de Tonya, que sufre una parálisis, ha vuelto a su casa. Como muchas otras personas con discapacidades graves, su esposo tiene dificultades para salir de la vivienda y por eso no puede acceder a ningún tipo de asistencia sanitaria.

Maria, una anciana ucraniana, y su hija Tonya, con el doctor Igor Bodnia en una clínica móvil de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ucrania. | LINDA NYHOLM / MSF

“Una anciana había caminado media hora para llegar a nuestra clínica, lo que no es fácil cuando tienes problemas para andar”, recuerda el doctor Manciati que no pudo evitar sorprenderse: “Lo que me sorprendió fue que no estaba allí por sí misma, sino para conseguir medicamentos para su marido. Lo vemos a veces: estas mujeres mayores vienen a nosotros desde muy lejos, no solo por ellas, sino por sus maridos o hijas o hijos, que no pueden llegar hasta nuestros equipos. Uno piensa que está aquí para apoyar a la gente que ve, pero a veces el impacto va más allá”.

Heridas psicológicas

“Cuando llegó la guerra, en la mañana del 24 de febrero, estaba sentada junto a mi ventana”, cuenta Raisa, de 68 años, que ha permanecido en su aldea natal de Yakovenkove desde el inicio. “Oí fuertes explosiones y vi una nube de polvo en el cielo. Filas de tanques comenzaron a avanzar. Cuando comprendimos que no todo acabaría en un día, intentamos pensar qué hacer: cómo comer, cómo cuidar nuestros huertos. Tratamos de acostumbrarnos a la situación, pero era imposible acostumbrarse a tal volumen de bombardeos. Disparos toda la noche y todo el día. Era terrible”.

Raisa recibe apoyo en salud mental del equipo psicológico de la clínica móvil de MSF. Este proporciona herramientas a los pacientes para controlar su estrés, lo que puede ayudar a normalizar la presión arterial, y le facilita mecanismos de afrontamiento para la ansiedad, las reacciones de estrés agudo y los ataques de pánico. “Vine a ver al psicólogo porque todavía no puedo dormir“, dice Raisa. “En la oscuridad de la noche, los misiles vuelan sobre los edificios. Da mucho miedo. Está destruyendo mi sistema nervioso“.

Aunque muchas personas se recuperan por sí solas de las pesadillas y los flashbacks, el apoyo de salud mental puede acelerar su recuperación. Cuando este apoyo no es suficiente, los médicos y psicólogos de MSF trabajan juntos para encontrar la mejor manera de ayudar a los pacientes.

“Me despierto horrorizada”

“Duermo muy mal, estoy agotada“, reconoce Valentyna, de 70 años, de Vasylenkova, que perdió a su hijo Roma a causa de una mina terrestre. “Me despierto horrorizada y lo veo delante de mí. Esta guerra se ha llevado mi salud y a mi hijo“, dice. “Lloro y grito. Ahora él se ha ido y mi vida se ha acabado“.

Valentyna recibe atención sanitaria para ayudarle con sus problemas de sueño, mientras que los psicólogos de MSF le proporcionan apoyo en salud mental.

Muchas de las mujeres mayores que acuden a las clínicas de MSF se sienten aisladas, abandonadas y solas. Con el dolor de la pérdida de familiares y de la vida que conocían, muchas sienten que sus vidas ya no tienen sentido. “Para estas mujeres mayores, la sensación de haber perdido su propósito en la vida les provoca ansiedad, y la impresión de tener que reconstruir un nuevo propósito para los últimos años de su vida, desesperanza”, expone el responsable de actividades de salud mental de MSF, Camilo García. “Escuchamos a las mujeres mayores decirnos que sienten que les han robado los últimos años de su vida”, añade.

Entre los más vulnerables se encuentran las personas mayores con demencia o afecciones psiquiátricas que no pudieron viajar a un lugar seguro al comienzo de la guerra y las que están solas sin nadie que las cuide. Algunos decidieron quedarse en sus casas, otros fueron evacuados a hospicios saturados en las ciudades; estas evacuaciones aún continúan.

Aunque las necesidades de salud mental de los habitantes de esta región son elevadas, García cree que su fuerza interior les ayudará a sobrellevar la situación y recuperarse.

Las ‘babushkas’ de Ucrania tienen un poder oculto: la resiliencia“, indica García. “Han decidido quedarse en sus pueblos a pesar de los combates y de las bombas. Han defendido su derecho a quedarse donde pertenecen -añade-, lo que requiere valor”.

 

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