Primo Levi (Turín, 1919 – ibíd., 1987) mantuvo entre 1982 y 1986 una serie de conversaciones con el escritor Ferdinando Camon en las que el gran escritor del Holocausto reflexionó sobre su obra antes de su suicidio, envuelto todavía en misterio. La traducción, inédita en España, se publica ahora en nuestro país en formato de libro breve por la editorial Altamarea, coincidiendo con el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, que se conmemora hoy. La traducción es obra de Carlos Gumpert, Premio Nacional Italiano de Traducción. El título refleja bien el contenido: “Si existe Auschwitz, no puede existir Dios”.
Levi, químico de profesión, fue apresado por milicias fascistas cuando integraba un grupo de partisanos en el valle de Aosta, el 13 de diciembre de 1943. Cuando le dijeron que sería fusilado por ser partisano italiano, reveló su condición de judío. Sus captores le prometieron que le mantendrían prisionero y no le harían daño hasta el final de la guerra. Estuvo recluido en el campo de internamiento de Fossoli, cerca de Módena, sin mayores problemas, hasta que en febrero de 1944 fue entregado a los nazis y terminó en Monowice, instalación del complejo de Auschwitz donde pasó 11 meses hasta que el campo de concentración fue liberado por las tropas soviéticas el 27 de enero de 1945.
El libro, de poco más de 90 páginas, recoge en forma de entrevista (preguntas y respuestas) las diversas conversaciones que el escritor italiano Ferdinando Camon y Primo Levi mantuvieron en Turín. El primero, en un hotel; el último en casa de Levi y el resto en restaurantes de la zona.
Levi murió unos meses después de la última de la última de estas conversaciones, tras caer desde el rellano interior de su apartamento en un tercer piso en Turín. El forense dictaminó que su muerte fue un suicidio, aunque el hecho de que no dejara nota alguna y que tomase un tratamiento que pudo haberle causado un mareo abre la puerta a una muerte accidental.
“Nuestros encuentros concluyen con la siguiente afirmación de Levi: ‘Auschwitz existe, de modo que Dios no puede existir’”, comenta Camon en la introducción del libro. “Soy de la opinión de que, con esta frase, Levi quería introducir una prueba filosófica de la inexistencia de Dios, una prueba que contraponer, por ejemplo, a las de Anselmo de Aosta”. Camon, católico, plantea a Levi, judío de origen sefardí, cuestiones filosóficas de muy hondo calado. El autor de “Si esto es un hombre” (1947) confiesa que la experiencia de Auschwitz fue de tal calibre para él que “arrasó con cualquier resto de educación religiosa que pudiera tener”.
Más que una entrevista periodística al uso, se trata de un intercambio de reflexiones en el que Ferdinando Camon expone sus propias opiniones sobre el Holocausto, con las que Levi concuerda a menudo.
Pero uno de los puntos de discrepancia –cordial, eso sí– es el que atañe a las raíces de esta barbarie, que el entrevistador entiende como “el último acto de una labor de separación y rechazo que hunde sus raíces en siglos anteriores”. Camon cita como jalones previos de este proceso las conversiones forzosas y la época de los guetos. Hitler significó el último eslabón al decirle a los judíos: “Ni entre nosotros ni lejos de nosotros, no podéis vivir en ninguna parte: estéis donde estéis, debéis morir”. Para Camon, este último paso no se explica sin los dos primeros, que constituyen la raíz de la barbarie del Holocausto, y en los que el cristianismo tuvo una grave responsabilidad. “Por eso ir a ver a Primo Levi significaba para mí ‘un acto de contrición’”, explica Camon.
Para Primo Levi, sin embargo, hubo un salto cualitativo entre la Alemania de antes y después de Hitler, y atribuye a la turbia personalidad y a los encendidos discursos del dictador germano la catarsis que provocó entre la población. En todo momento rechaza atribuir al pueblo alemán un odio larvado durante generaciones: “Todos los juicios generales sobre las cualidades intrínsecas, innatas de un pueblo, me suenan a racismo”, sentencia. Y eso que confiesa que muchos alemanes que conoció en décadas posteriores a la guerra seguían justificando el nazismo.
El libro, que aporta un dato que cuestiona la versión oficial sobre el suicidio de Primo Levi y apoya la hipótesis de la muerte accidental, plantea que el escritor seguía intentando resolver la disyuntiva entre la existencia de Dios y la barbarie del Holocausto. En una corrección al texto, Levi añadió una línea a bolígrafo: “No encuentro solución al dilema. La busco, pero no la encuentro”. Para Ferdinando Camon, que Levi reitere “la busco” después de haber escrito “no la encuentro” indica que “la búsqueda no se detuvo por el hecho de no encontrar, y que, por lo tanto, el resultado final no es el no encontrar, sino la búsqueda en sí misma, que continúa”. Conectaría así, de algún modo, con otro gran libro de otro superviviente del Holocausto: “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl.