Parece una criatura salida de una película de género fantástico: un mamífero con el hocico semejante a un pico, del que asoma una lengua larga y pegajosa.
Y, además, pone huevos. El equidna de hocico corto no es raro solo por sus características físicas, sino también por su conducta: para aparearse, los machos comienzan por formar una caravana de hasta diez rivales que siguen a la hembra. Si ella está dispuesta, secreta feromonas para anunciar su fertilidad a los candidatos. Si la respuesta es claramente un no, se convierte en una bola de púas.
Todas estas maniobras de cortejo pueden prolongarse durante semanas. Algunos machos pierden una cuarta parte de su peso corporal en el proceso.
Algunos machos pierden una cuarta parte de su peso corporal en el proceso.
La segunda fase del cortejo es un trabajo de zapa en toda regla: la hembra se tiende en el suelo boca abajo y los machos se lanzan a excavar una zanja a su alrededor. A continuación, los pretendientes intentan expulsar a sus rivales a empujones. El vencedor es el único que consigue situarse detrás de la hembra en el hoyo de apareamiento.
El siguiente paso también lleva su tiempo: caricias a base de púas. Para el apareamiento, el macho pone a funcionar su pene retráctil de cuatro cabezas: dos de ellas se acoplan a los orificios vaginales de la hembra.
También este paso se demora lo suyo, ya que puede durar hasta tres horas. Finalmente, los amantes se separan y cada uno se va por su lado: este es es un animal solitario. La hembra no volverá a aparearse hasta el año siguiente; el macho quizá se una a la próxima caravana de candidatos.
Al cabo de unas tres semanas la hembra deposita un huevo, que pasa de la cloaca a una bolsa ventral transitoria (formada para la ocasión) y que incuba durante diez días.
La cría, ciega y lampiña, desarrolla un diente diseñado para romper el cascarón. Los siguientes dos meses los pasa en la bolsa, mamando la leche que sale directamente de dos glándulas mamarias. Cuando las primeras púas empiezan a asomar, la cría debe abandonar la comodidad de la bolsa materna. A los seis meses de nacer, el pequeño equidna se independiza: a partir de entonces deberá poner a trabajar su veloz lengua para buscar por sí mismo hormigas y termitas.