El asesino de la niña Erika en Oviedo reconoce por primera vez que la violó y la mató

Se negó a declarar tras ser detenido por la policía y, más tarde, ante la jueza. Ahora, Igor Postolache, el hombre moldavo de 32 años que violó y asesinó a Erika, su vecina de 14 años en Oviedo, el pasado 5 de abril, ha reconocido por primera vez el crimen, según ha sabido CASO ABIERTO, el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica. 

Lo ha hecho mediante su escrito de defensa, enviado al juzgado de instrucción 2 de Oviedo, en el que reconoce como “ciertos los hechos relatados por la Fiscalía”, sobre cómo planificó el ataque y luego agredió sexualmente y mató a la niña, que vivía en su mismo edificio y a la que había estado acechando

De esa forma indirecta, sin añadir ningún detalle de cómo ni por qué cometió el crimen, se declara culpable, lo que lo aboca a una condena de prisión permanente revisable, como piden el fiscal y la familia de Erika. Postolache, en prisión provisional, en el centro penitenciario de Mansilla de las Mulas (León), a la espera ser juzgado por un jurado popular, dice en su escrito que está “conforme” con la condena que solicita el Ministerio Público para él y acepta, por tanto, la máxima pena por el asesinato de la cría y 15 años de cárcel por el delito de violación

Estudió sus horarios

El acusado admite así que, hace diez meses, “decidió terminar con la vida de la menor”. El hombre, que vivía en el primer piso del edificio, se había fijado en su vecina del cuarto, “estudió sus horarios de entrada y salida de su casa y llegó a saber que la niña regresaba del instituto a su casa todos los días a partir de las 14:40 horas, así que decidió que la mejor opción para llevar a cabo su acción criminal era esperarla un día a su regreso del instituto”. 

Cuando cumpla condena, Postolache será vigilado durante diez años y deberá participar en un programa de educación sexual

Así lo hizo. El día del crimen, Postolache “dejó perfectamente bajadas las persianas de todas las ventanas de su casa para que ningún vecino pudiera ver lo que iba a suceder minutos después en el interior de su casa. Guardó dentro del cajón de su mesita de noche una cinta de embalar de color marrón y nueve bridas negras por si fuera necesario tener que amordazar a la menor. Finalmente, cogió un cuchillo de mesa, de 11 centímetros de longitud, y lo escondió entre sus ropas, salió de su domicilio y esperó a la niña escondido en una zona próxima al portal, hasta que ella apareció”.

Según el relato del fiscal, que el asesino da por bueno y cierto, la menor de edad “picó al telefonillo y le abrió su padre. Postolache entró detrás sin que ella se percatara de su presencia”. Cuando Erika se dirigió al ascensor, el acusado “se abalanzó sobre ella, por la espalda y de forma absolutamente sorpresiva, de forma que la víctima no pudo prever ni imaginarse el ataque, siendo imposible la defensa por su parte”. Postolache “le asestó una primera cuchillada mientras la empujaba por las escaleras a la vez que le tapaba la boca para que no gritase”. 

Imagen del funeral de Erika, celebrado en Oviedo. | Luisma Murias

36 heridas

El hombre “arrastró a la menor escaleras arriba, a la vez que le seguía asestando puñaladas para que no se resistiese, en el pómulo, el labio, el mentón y el cuello”. El fiscal describe el calvario de la cría durante aquellos minutos en que su asesino le provocó hasta 36 heridas, como luego acreditaría la autopsia: “Erika hacía todo lo humanamente posible para defender su vida, trató de defenderse y oponer resistencia”. 

Postolache “consiguió arrastrarla hasta el interior de su casa ayudándose de los tirantes de la mochila que la niña llevaba puesta en su espalda, cargada de libros escolares. Cerró la puerta con llave y la llevó hasta el baño, donde la dejó tirada en el suelo para dirigirse a su dormitorio. Allí, con el único propósito de satisfacer su deseo sexual se quitó toda su ropa y la tiró en el suelo de su habitación para regresar, completamente desnudo, al cuarto de baño donde le esperaba Erika, gravemente herida ya e incapaz de desplazarse por sus propios medios”. 

En ese momento, “continuó asestando puñaladas a la menor con la finalidad de que cesase en la escasa resistencia que la misma era capaz de oponer, la desnudó y consumó la violación. Luego, dejó a la víctima tirada en el suelo del baño y herida de muerte”.

Sufrimiento innecesario

El fiscal destaca en su escrito que Postolache “propinó un número de puñaladas que excedieron de las necesarias para producir la muerte, y sólo lo hizo para asegurarse que causaba a la víctima un dolor y un sufrimiento absolutamente innecesario”. Sobre todo teniendo en cuenta que “presentaba una gran fuerza física frente a la víctima, al ser el acusado un hombre de 30 años y complexión atlética y la víctima una niña de 14 años y apenas 50 kilos de peso”.

Antes de acabar con la vida de Erika, Postolache ya había tenido problemas con la justicia por acosar a al menos seis chicas, cuatro de ellas lo denunciaron, como publicó CASO ABIERTO. Fue condenado a 240 euros de multa por un delito leve de coacciones.

Inteligente y narcisista

Al aceptar todos los argumentos de la fiscalía, Postolache rechaza también presentar durante el juicio contra él cualquier circunstancia que atenúe su condena, porque reconoce también que “presenta una inteligencia normal, comprende lo que ha sucedido y entiende perfectamente lo que está bien y lo que está mal“, como detalla el Ministerio Público en su escrito. Por lo que el acusado asume que “presenta una imputabilidad plena, con rasgos narcisistas”, como concluyeron los forenses que lo examinaron en prisión.

La petición del fiscal que Postolache acaba de aceptar incluye además dos medidas con las que el asesino de Erika tendrá que cumplir cuando se extinga su condena: una vez salga de prisión, Postolache será vigilado durante diez años más y está obligado a participar en un programa de educación sexual.

 

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