La enorme hazaña de la Selección Argentina y de Lionel Messi en Qatar fue la mejor cortina posible frente al ajuste que profundiza el Gobierno. Fue incluso más efectiva que la aplicada por Claudio “Chiqui” Tapia a Eduardo De Pedro en Ezeiza para evitar la foto más deseada para La Cámpora. Pero, esa pseudo ortodoxia oficial –repleta de parches para gambetear una devaluación brusca y prohibida al Palacio de Hacienda–, conlleva el germen del enfriamiento económico, que empieza a sentirse de manera cada vez más perceptible.
Se trata un costo que –sumado a la sentencia por corrupción aplicada por la Justicia– hicieron que Cristina Kirchner decidiera correrse de la carrera electoral en 2023. No se siente competitiva. Pero, si la inflación desacelera, ¿la vicepresidenta se subirá a la “Scaloneta”? Un dato: la mayoría de los argentinos dicen cambiaría su decisión ante un operativo clamor. O sea, visto de otra manera, no le creen cuando dice que no estará en ninguna boleta el año que viene.
Mientras comenzaba la Copa del Mundo, el ministro de Economía, Sergio Massa, pisó el acelerador, irónicamente, para frenar el gasto primario. No lo dice el Ministerio de Economía, sino que lo vuelve a confirmar el último documento elaborado por la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), que estimó que ese gasto primario se derrumbó 27,7% interanual en noviembre pasado. Es la mayor caída en cinco meses, desde que Massa reemplazó a Silvina Batakis y dio vuelta los números de Martín Guzmán.
En detalle, el tigrense pasó la tijera por partidas que podrían considerarse sensibles si los ojos no estuvieran puestos en las atajadas del “Dibu” Martínez o en los goles de Julián Álvarez. Recortó subsidios energéticos y otros (AYSA, Fondep y Correo Argentino) y achicó gastos de capital. Redujo fondos para cajas previsionales y hospitales provinciales, y para Aportes del Tesoro (ATN). Además, frenó obras de vialidad, compras de computadoras para Conectar Igualdad, vacunas para el Covid y por calendario, hubo una retracción de transferencias de capital a fondos fiduciarios, empresas públicas, y a las provincias. También redujo aportes de capital a Aerolíneas Argentinas. Además del “ole” de Messi en Ezeiza, Pablo Ceriani, presidente de Aerolíneas, sufre por la caja de la línea de bandera que es conducida por La Cámpora.
“Los recortes reales por arriba del promedio recayeron en sobre déficit operativo de empresas públicas, subsidios a la energía, transferencias corrientes a provincias, jubilaciones, subsidios al transporte, transferencias a universidades”, confirmó el Iaraf en un informe sobre las cuentas públicas del mes pasado. Massa necesita cortar un 0,72% del producto para poder alcanzar la meta anual con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Parece posible, pero se trata de un desafío en diciembre, el mes de mayores gastos por estacionalidad. Por suerte, la Selección extendió su participación en el Mundial hasta el final. Ganar esa competencia generó incluso una paradoja: un ajuste con el pueblo feliz.
El problema de los precios
Massa y Cristina saben que la inflación aparece como el principal problema de los argentinos en todas las encuestas. El ministro de Economía ya dijo públicamente varias veces que el Frente de Todos sólo puede ser competitivo en 2023 si contiene los precios que derriten los ingresos, sobre todo de los más pobres (la base electoral de la vice). El ancla para frenarla –además de alguna heterodoxia para comprar algo de tiempo– es reducir el déficit fiscal y cumplir con el Fondo. De hecho, en las próximas horas el directorio del FMI dará su veredicto final sobre los objetivos criterio del tercer trimestre.
Para convencer al mercado a futuro vale aclarar una premisa. El rojo fiscal es un problema argentino; de toda la clase política. En los últimos 60 años, escribió Jorge Colina en El Economista, los peronistas gobernaron la mitad del tiempo y jugaron con un déficit fiscal promedio del 3% del PBI anual y una inflación del orden del 78% anual. “Los militares gobernaron un cuarto del período jugando igual con 4% del PBI anual e inflación del 132% anual. Los radicales, solos o en alianza, con la centro-izquierda y la centro-derecha, gobernaron el otro cuarto del período con un juego exquisito, déficits fiscales del orden del 7% del PBI anual y una inflación del 386% anual”, escribió el director de la consultora Idesa.
En ese tiempo, el déficit fiscal promedio fue de 5% del PBI y la inflación anual de 180% anual. “Este trabajo humilde, silencioso y profesional de la dirigencia política hizo que la Argentina sea hoy campeón mundial de la inflación”, escribió el especialista. Otro dato a recordar es que, desde 1960 a la fecha, el país tuvo 14 recesiones y 24 años de caída del PBI. Otro galardón mundial. Sólo con estas cifras en el cuerpo se entiende el desahogo en las calles de 5 millones de argentinos.
La economía cayó por segundo mes consecutivo en octubre, según el Indec. La desaceleración es probablemente mayor por el cepo a los insumos para producir que por las altas tasas de interés en una Argentina en la que las empresas se financian generalmente con ahorro propio. Pese a los eslóganes grandilocuentes que llegan de Presidencia, según datos de Cuentas Nacionales del Indec, la economía está en un nivel 1,7% por debajo de octubre de 2017 y apenas 3% por encima de 2011. Se trata de un síntoma del estancamiento histórico y de la desaceleración actual. FIEL ya anticipó en su último informe una caída interanual de la industria en noviembre (-0,5%). El impacto en el empleo no se siente, porque las empresas hace meses que contratan en negro. El de baja calidad es el único empleo que crece. Esos puestos, en muchos casos, no superan el umbral de la pobreza. Por eso, bajar la inflación es crucial para el oficialismo.
Una encuesta realizada por D’Alessio Irol y Berensztein preguntó sobre la decisión de Cristina Kirchner de correrse de la carrera electoral, que ya trajo movimientos en la política. El 61% respondió que esa negativa será susceptible de cambiar ante un “operativo clamor”. Sólo dentro de los votantes del Frente de Todos es mayoría la idea de que “se mantendrá firma” (52%), pero por poco. Lo interesante es que el 48% de los consultados afirman que desistió de su candidatura porque “iba a perder de todas formas”. Hasta en el Frente de Todos es mayoritaria esa opción.
Todavía falta mucho para llegar a las urnas. Ya no están las gambetas de Messi para distraer a nadie. Massa deberá atravesar un verano con menos dólares hasta la próxima liquidación, con efectos de la sequía y más cepo, lo que afectará la economía. Tendrá que luchar para generar entusiasmo en ese contexto y soportar las tentaciones de descarrilar que llegarán del kirchnerismo. Un escenario tan complejo como lanzar –sin plan– a cinco millones a la calle tras salir campeón mundial, poner a Messi cerca del Obelisco y esperar que no haya heridos. Sí, Dios es argentino. Por eso, Cristina espera.