El medico rural y científico Edward Jenner nació un 17 de mayo de 1749, en Berkeley, Inglaterra, en un contexto en el que dos hechos fundamentales marcarían su vida. Por un lado una enfermedad devastadora, la viruela -la cual se cree que surgió en poblaciones humanas en torno al año 10.000 a.C.- se había extendido con una gran virulencia por la Europa del siglo XVIII. Por otro, la medicina inglesa vivía un proceso, aunque lento, de profundo cambio hacia el empirismo.
Hijo pequeño de un clérigo, padre al cual perdió a la temprana edad de 5 años, el joven Edward Jenner fue criado por uno de sus hermanos mayores. Tras acudir a la escuela primaria hasta los 13 años de edad, muy pronto se inclinaría hacia la medicina, convirtiéndose en el joven aprendiz de un cirujano local y adquiriendo un sólido conocimiento en las prácticas quirúrgicas y médicas de la época. Dicha experiencia le sirvió para algunos años más tarde, a la edad de 21 años, convertirse en alumno de uno de los más reputados cirujanos de Londres; el cirujano, fundador de la anatomía patológica en Inglaterra y uno de los primeros defensores de la investigación y la experimentación, John Hunter, con quien mantendría una profunda amistad hasta la muerte de este.
Tras estudiar en Londres durante tres años, entre 1770 y 1773, Jenner volvería Berkeley, donde ejerció la profesión de médico y cirujano ganándose la fama y admiración de sus coetáneos. Fue de regreso en Berkeley, donde pasaría el resto de su vida, que el doctor pudo observar el hecho de que las personas que habían padecido el ataque la viruela bovina, una variante de esta procedente del ganado, no desarrollaban la terrible enfermedad, entonces causante de numerosas muertes o de secuelas que en ocasiones dejaban completamente desfiguradas las caras de los afectados. Fue de este modo que el medico llegó a la conclusión de que la variante bovina de la viruela no solo podía proteger contra la enfermedad, si no que su transmisión de persona a persona podía emplearse como un método para inmunizar a la población de la viruela humana.
Aunque aún no lo sabía, Jenner estaba anticipando la vacuna: el invento que quizá más vidas humanas ha salvado en toda la historia. Era mayo de 1796 cuando Jenner observó que una lechera llamada Sarah Nelmes, mostraba lesiones recientes en la mano de la variante vacuna de la viruela. En época del médico, ya se sabía sobre una forma ancestral de vacunación originada en India o China que, llamada variolación, consistía en infectar a una persona sana con el “material” obtenido de un paciente con síntomas leves de la enfermedad, un método que no siempre parecía demostrar los resultados esperados.
Jenner, no obstante, inoculó a un joven niño de 8 años llamado James Philips con el material obtenido de las pústulas de Sarah Nelmes. Las crónicas cuentan que el pequeño enfermó levemente durante un período de aproximadamente 10 días. Semanas después, el médico volvió a inocular al joven Philips, esta vez con la viruela humana, comprobando que el niño nunca llegó a desarrollar la enfermedad; había quedado inmunizado para el resto de su vida.
Pese a las buenas noticias, sin embargo, Jenner tuvo que enfrentarse a una reacción pública que no fue del todo favorable. Su búsqueda inicial de voluntarios en Londres para seguir investigando en su método fue un todo un fracaso. Tuvo que enfrentarse, además, al intento de sabotaje de algunos colegas médicos a los que Jenner había proporcionado el inoculante de la vacuna. Pese a todo, la fórmula ideada por Jenner pronto demostraría sus beneficios, extendiéndose la vacuna rápidamente por Inglaterra, Europa y también América.
La tasa de mortalidad provocada por la viruela descendió drásticamente en todo el mundo hasta el punto de que al día de hoy está completamente erradicada. Pese a todo, los inicios de la vacunación no estuvieron exentos de complicaciones. En muchos casos los procedimientos no seguían las pautas marcadas por Jenner, y en otros la vacuna de la viruela bovina no siempre fue fácil de obtener o conservar. Al igual que sucedió con Charles Darwin, el médico inglés fue víctima de ataques, calumnias y una fuerte oposición a la vacunación, algo achacable a las circunstancias de una época en la que la ciencia todavía tenía que abrirse hueco en una sociedad profundamente religiosa, pero que sin embargo, pese a la evidencia, una situación a la que lamentablemente seguimos asistiendo a día de hoy.