Es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Nacional de Córdoba y tiene un PhD por la Universidad de Harvard; fue vicepresidente del Banco de la Provincia de Córdoba, presidente del Banco Central, canciller y ministro de Economía de la Nación (1991-1996 y 2001); es fundador del Ieral de la Fundación Mediterránea
A los 76 años, Domingo Cavallo se mantiene activo escribiendo en su blog personal, haciendo consultoría y dando charlas. Desde Córdoba, su provincia natal y donde ahora descansa unos días, el exministro de Economía (ejerció el cargo entre 1991 y 1996 y en 2001) dialogó con LA NACION sobre las dificultades para bajar la inflación, la posibilidad de una moneda en común con Brasil y los desafíos que enfrentará el próximo gobierno.
–Usted asumió como ministro de Economía en momentos conflictivos, en 1991 y en 2001. ¿Cómo ve la situación actual? ¿Es más difícil ser ministro hoy?
–Siempre es difícil ser ministro de Economía, sobre todo cuando se está en una situación de alta inflación o también de depresión, como se estaba en 2001. No siempre son comparables las situaciones. Lo importante, cuando alguien asume como ministro de Economía, es que haya una gran coherencia entre el partido o el movimiento que respalda al ministro, y el ministro y su equipo. Hoy veo que este Gobierno difícilmente pueda darle respaldo a un ministro de Economía. Es cierto que a Sergio Massa le está creando menos problemas que los que le creaban a Martín Guzmán, pero no se ve ningún tipo de coherencia entre las ideas que predominan en el Gobierno y lo que quiere hacer o lo que necesitaría hacer el ministro de Economía.
–¿Dice que el apoyo que recibe Massa no alcanza para hacer reformas de largo plazo?
–Exactamente. Además, se ve que Massa, para tratar de tener una especie de protección frente a los grupos de gobierno de Cristina y sus adláteres, concede cosas que van en contra de la lógica de una buena política económica. Como esto de los controles de precios a cargo de Camioneros o, por ejemplo, la recompra de deuda, que no sé bien a quién trata de satisfacer con eso.
–Massa logró igualmente subir tarifas y bajar el déficit en los últimos meses…
–Si le daban apoyo a Guzmán, hubiera hecho lo mismo. Cualquiera hubiera tratado de cumplir con las metas muy poco ambiciosas del programa con el FMI. Massa no ha hecho ningún milagro. La diferencia es que a Guzmán le ponían palos en la rueda para hacerlo fracasar, porque estaban en contra del lo que había negociado con el Fondo. Cuando se dieron cuenta de que seguir con esa política los ponía al borde del abismo, a Massa le permitieron tratar de cumplir a pie juntillas con esos compromisos.
–¿Puede ser candidato a presidente un ministro de Economía que lleva adelante un ajuste?
–Para que alguien aspire a ser candidato tiene que demostrar éxito en las políticas que aplica. De hecho, Fernando Henrique Cardozo era ministro de Relaciones Exteriores en Brasil, y después de Hacienda, y en el poco tiempo que estuvo puso en marcha el Plan Real. A los pocos meses fue elegido presidente. Pero tiene que mostrar éxito. Yo no veo que haya chance de que Massa pueda mostrar éxitos del tipo de los que mostró Fernando Henrique Cardozo.
–Massa dice que la inflación mensual podría empezar con un tres a partir de abril. ¿Lo ve posible?
–[Risas] Me sorprendería mucho. Creo que es una expresión de deseos y pienso que él debe confiar en los controles de precios que ha puesto en marcha, porque todas las demás medidas que viene aplicando apuntan a una inflación no inferior al 6% mensual; es decir, al 100% anual.
–¿Por qué?
–El Gobierno está obligado a mantener un ritmo de devaluación en el mercado oficial que no signifique atrasar el tipo de cambio. Por otro lado, la emisión monetaria que ya se produjo y la que se produce mensualmente crece a un ritmo de 6% mensual. Además, los sindicatos piden aumentos de sueldo que están también en ese porcentaje. Yo no veo, sinceramente, cuál es el mecanismo a través del cual logrará que la inflación sea entre el 3% y el 4%. Lo podrá lograr por un mes con algún tipo de artificio, del estilo congelamiento de precios o volviendo a atrasar el tipo de cambio o las tarifas, pero eso no es sostenible en el tiempo. Creo que él se tiene que dar por satisfecho si logra que la inflación promedio de este año no supere el 6% mensual.
–Esta semana se volvió a hablar de la posibilidad de que la Argentina y Brasil tengan una moneda en común. ¿Puede ocurrir?
–[Risas de nuevo] Una unión monetaria, como la que tiene Europa, es la última etapa de un proceso exitoso de integración económica. Algún día podríamos llegar a tener una moneda común con Brasil y quizás con toda América del Sur, pero primero tenemos que lograr avanzar mucho en materia de integración económica. En verdad, no hemos sido capaces, como país, ni nosotros ni Brasil siquiera, de lograr que funcione el área de libre comercio, que era la primera etapa del Mercosur. Nunca hemos llegado a coordinar políticas macroeconómicas. De todas maneras, hay un aspecto positivo del anuncio: cada vez se toma más conciencia por parte de la dirigencia política de la necesidad de tener un régimen monetario completamente diferente al actual. Esta toma de conciencia comenzó con la propuesta de Milei de dolarización de la economía; de alguna manera la idea era volver a un régimen como el de la convertibilidad. A partir de ahí, prácticamente todos los economistas que están pensando propuestas para el futuro han empezado a imaginar sistemas monetarios que apuntan a que volvamos a tener un régimen monetario que asegure estabilidad. Creo que lo más viable de todo es un régimen bimonetario, en el cual se permita que la gente utilice monedas extranjeras en competencia con la moneda local.
–¿Habla con los economistas de la oposición? ¿Cómo se imagina la Argentina en diciembre?
–Espero que estén bien preparados. Hay buenos economistas, incluso el propio equipo de Massa tiene buenos economistas, como es el caso de Gabriel Rubinstein [secretario de Programación Económica], pero la cuestión está en que los dirigentes políticos tengan ideas claras respecto de cómo quieren organizar la economía, cuáles son las reglas de juego con las que quieren avanzar en materia económica. Por lo tanto, economistas buenos hay.
–¿Por qué cuesta implementar un plan de estabilización? ¿Por qué los políticos en los últimos años no pudieron hacerlo?
–Porque la economía argentina, en 2002, quedó totalmente desorganizada. Las reglas de juego que se habían establecido en la década del 90 se revirtieron sin ninguna coherencia y simplemente como una forma de satisfacer demandas sectoriales del momento. Con una economía muy mal organizada, se empieza a recurrir a manejos económicos que son tipo parches y que van complicando cada vez más el funcionamiento. Cuando Macri asumió como presidente, creo que minimizó la dificultad que significaba una economía tan mal organizada, y no tomó las medidas necesarias al inicio de su gestión como para encausarla en la dirección sostenible en el tiempo; pasó a ser muy dependiente de la entrada de capitales. Por lo tanto, la economía siguió mal organizada y eso se acentuó desde que asumió Alberto Fernández, que trató prácticamente de implementar las ideas que no eran de él ni de Massa, sino de los asesores de Cristina Kirchner.
–Teniendo en cuenta los beneficios que trae una economía estabilizada, ¿por qué los políticos recurren a los parches?
–A veces, porque creen que no es necesario. Por ejemplo, si usted le pregunta a Kicillof, para él los agentes económicos son una suerte de perversos que generan todos los problemas; serían los poderes concentrados, como les llaman. No creen en el funcionamiento de una economía de mercado, con reglas claras y con un sector público suficientemente disciplinado que prioriza el gasto eficiente. Además, creen que se puede cobrar cualquier tipo de impuestos, aunque los efectos económicos sean muy malos. Hay gente que piensa que este tipo de economía es la adecuada. En mi opinión, tienen ideas equivocadas y han tenido gran influencia en los gobiernos de Cristina y de Alberto Fernández.
–¿Es solo una cuestión ideológica entonces?
–Sí, una cuestión ideológica y también un desconocimiento de la realidad. Los economistas que piensan así están absolutamente equivocados, no entienden bien el funcionamiento de la economía.
–Hay inversores en el exterior que dicen que la sociedad no está dispuesta a afrontar medidas de ajuste. ¿Comparte esa visión?
–No, la gente busca resolver sus problemas familiares y empresariales. En todo caso, el problema de la Argentina es de la dirigencia, que tiene ideas equivocadas. Una dirigencia que además es irresponsable, que recurre a defaultear, a no cumplir con sus obligaciones, a utilizar el poder público para alterar contratos firmados entre los particulares. El gran problema que hay es de inseguridad jurídica, que obviamente enfrenta cualquier inversor extranjero.
–Habló de demandas sectoriales. ¿Ve capacitados a los políticos para implementar medidas contrarias a esas demandas?
–Esas demandas son fruto de las dificultades que tienen los distintos sectores. Hay algunos que están más organizados y predominan sobre otros. Una demanda sectorial que llevó a una desorganización completa de la economía fue la de los que estaban endeudados en dólares en 2001, y presionaron para que el gobierno dispusiera la denominada pesificación de la economía. Ese fue el punto de partida de la desorganización completa de la economía, porque significó destruir toda la base contractual. El sector privado puede demandar lo que quiera. La cuestión es qué hacen los dirigentes políticos, que tienen la responsabilidad de gobernar.
–¿Es optimista a partir del año próximo?
–Quizás soy exageradamente optimista, pero veo que la dirigencia política está tomando conciencia de la necesidad de una reorganización de la economía, de un nuevo sistema monetario y de equilibrar las cuentas fiscales. También, de buscar un mejor sistema impositivo. Además, está el tema de si la economía seguirá siendo totalmente cerrada o si avanza hacia una economía más abierta, como la que funcionó en la década del 90. En general, las ideas que se están discutiendo van todas en esa dirección, que es la correcta. Por eso soy optimista respecto de lo que puede pasar desde 2024 en adelante, lo cual no significa que piense que, a partir de ese año, será una panacea, sino todo lo contrario. La política que está siguiendo el actual gobierno obligará al próximo a admitir ajustes rápidos y severos, que van a producir un clima inicial de quizás mayor inflación que la que se está dando este año. La cuestión será qué explicaciones se le dan a la gente y cómo se hace para que se entienda que eso es un sinceramiento de una situación muy perversa, y que luego se pondrán en marcha reglas de juego que van a permitir estabilizar y hacer crecer a la economía de una manera sostenible en el tiempo.