Detrás de la máscara balinesa

Encarnar a patih manis (abajo), un personaje de los dramas de danza balinesa, es mucho más que ponerse un tapel, o máscara. «Cuando bailas con un tapel e interpretas su personaje, experimentas una transformación –explica I Made Bandem, profesor de artes balinesas y bailarín desde hace siete décadas–. Debes “casarte” con esa máscara y hacer ofrendas rituales para crear una unidad con ella. Muchos bailarines duermen con la máscara a su lado para llegar a conocer su verdadero carácter».

El tapel tallado a mano es parte integral del Topeng Pajegan y el Topeng Panca, formas dramáticas de danza que suelen interpretarse en festividades celebradas en los templos y en rituales familiares en toda esta isla indonesia. Las máscaras, junto con los elaborados trajes, la música hipnótica y los movimientos entrecortados –a veces solo de los dedos– cautivan al público balinés desde el siglo XVII. Lo que se escenifica en el Pajegan y el Panca relata la historia de su pueblo, y los personajes nunca cambian: su aspecto, sus movimientos, sus papeles e incluso el orden en que aparecen son inmutables. Aun así, a pesar de esa rigidez estructural, el topeng deja amplio margen de libertad. Sin guion ni arreglo musical preescrito, toda la representación, que puede durar hasta cuatro horas, es improvisada: bailarines y músicos se van dando pistas unos a otros.

Cada máscara tiene su propio espíritu. Y si se han respetado las ofrendas y los tabúes de la cultura balinesa y los bailarines se han consagrado a su entrenamiento mental, físico y espiritual, sus cuerpos se convertirán en médium del espíritu del tapel.

«El bailarín se afana por lograr el taksu, palabra en sánscrito que denota presencia, poder y pasión –dice Bandem–. Por eso rezamos antes de la actuación. Y a través del taksu damos vida a los antepasados y a sus historias».

Este artículo pertenece al número de Abril de 2023 de la revista National Geographic

 

Generated by Feedzy