Cristina Kirchner prepara en el Congreso la nueva versión de la “resistencia peronista”

Las señales están a la vista. Cristina Kirchner hará del Congreso, ya no sólo del Senado, el escenario desde el cual encabezará una nueva versión de la “resistencia peronista” para el nuevo año y, sobre todo, ante la eventualidad de que el peronismo deba volver a fungir como principal oposición del próximo gobierno nacional.

Si bien la mayoría de los kirchneristas evitan los discursos derrotistas incluso en las conversaciones reservadas, en unos pocos despachos oficialistas de la Cámara alta admiten que la suerte parece echada y que en diciembre del año que viene tendrán que volver al llano de la oposición. Con esa idea es que ya se comenzó a trabajar en la mesa de arena del primer piso del Senado, donde se encuentra el despacho de la vicepresidenta en el palacio legislativo.

“Nunca te lo voy a decir en público, pero sólo un milagro económico podría salvarnos de una derrota. Con esa hipótesis trabajamos”, admitió una importante fuente legislativa en una charla con LA NACION en un Senado que en los últimos días lució casi desierto, en el que sólo se podía ver apenas un puñado de despachos activos, todos de senadores de confianza de la vicepresidenta.

Mientras la mayoría de los senadores oficialistas pasan las fiestas en sus provincias, el ultrakirchnerismo se mantiene activo. Es miércoles 28 de diciembre y Oscar Parrilli (Neuquén) se reúne en su despacho del tercer piso con diputados como Hugo Yasky y Carlos Heller. Juliana Di Tullio (Buenos Aires) y Mariano Recalde (Capital) también están en sus oficinas.

Cristina Kirchner y Oscar Parrilli entrando al Instituto Patria

Es que la tropa de Cristina Kirchner no descansa. No solo hacen cuentas sobre cómo quedará el Congreso a partir del año próximo, también planean el futuro más inmediato. La idea es retomar en febrero la guerra contra la Corte Suprema, a la que le cuestionarán cualquier decisión que tome, y elegir con detenimiento qué camino seguir ante los pedidos de leyes que haga el gobierno de Alberto Fernández en su último año. Hay un desplante kirchnerista a la vuelta de la esquina esperando al Presidente, sólo se espera el momento oportuno de asestar el golpe.

La relación con Fernández volvió a romperse. La “pax romana” que se pudo ver después que el jefe del Estado sufriera problemas de salud parece haberse destruido de manera definitiva con la marcha atrás del Gobierno en la disputa por los fondos coparticipables con la Ciudad de Buenos Aires.

No es que haya empatía con los gobernadores, a quienes Fernández desairó con su retroceso, sino que la postura radicalizada de desobedecer el fallo de la Corte salió del primer piso del Senado. No en vano sus principales voceros fueron el chaqueño Jorge Capitanich, que concurre desde hace varias semanas de manera periódica al despacho de la vicepresidenta; y el santiagueño Gerardo Zamora, cuya esposa, Claudia Ledesma, es presidenta provisional de la Cámara alta por decisión de Cristina Kirchner.

Por el momento, el despegue del kirchnerismo del Gobierno no afectará a Sergio Massa, con el que hay una tregua política en vigencia, aún cuando es más por el espanto a un fracaso económico estrepitoso que al amor político que pueda unir a los dos referentes y arquitectos del Frente de Todos.

En ese sentido, el papel jugado por la presidenta de la Cámara baja, Cecilia Moreau, parece mostrar una relación aceitada entre el ministro de Economía y la vicepresidenta. La diputada se ha sumado sin cortapisas a la estrategia de la vicepresidenta para paralizar el funcionamiento del Consejo de la Magistratura.

La massista Cecilia Moreau, en la primera fila del acto de Cristina en Avellaneda

Sin embargo, las lecturas sobre este fenómeno no son unívocas en el kirchnerismo. En un despacho de la Cámara alta sostienen que Moreau dejó de ser un alfil que Massa puso a disposición de Cristina Kirchner como moneda de cambio para que no le complique su gestión en el Palacio de Hacienda sino que juega, desde hace rato, su propio partido y que su terminal política, como la de su padre, el también diputado Leopoldo Moreau, está en el primer piso de la Cámara alta, a donde concurre de manera asidua a recibir instrucciones de la vicepresidenta.

La postura de Moreau no es la única señal del avance logrado por Cristina Kirchner en agrupar a la tropa legislativa detrás sus jugadas. No son pocos los referentes oficialistas que ven en los últimos movimientos del jefe de la bancada oficialista de la Cámara de Diputados, el santafesino Germán Martínez, un alineamiento con las posturas radicalizadas de la vicepresidenta.

En ese sentido, destacan cómo cambió la conducta de Martínez desde que asumió la jefatura del bloque en reemplazo de Máximo Kirchner. Atrás quedó la predisposición del santafesino al diálogo con la oposición de sus primeros tiempos en el cargo. Su apoyo a la decisión de Moreau de desafiar a la Corte por el Consejo de la Magistratura y el pedido de desafuero de la Cámara baja del macrista Gerardo Milman, a quien Cristina Kirchner tomó como principal objetivo de su teoría de que hubo una conspiración política con ramificaciones en el Pro detrás del intento de atentado del que fue víctima, parecen corroborar esta teoría.

 

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