Casas hechas de ADN

Aunque estas imágenes sorprendentes han sido generadas por inteligencia artificial (IA), en un futuro podrían ser una realidad. Así lo apunta Alberto Estévez, catedrático de Arquitectura de la Universidad Internacional de Cataluña (UIC) y responsable del grupo de investigación Arquitecturas Genéticas, en el seno del cual se han creado estas estructuras visionarias. El objetivo de las mismas es, nada más y nada menos, poder investigar con una materia prima sin parangón, el ADN, y experimentar con las posibilidades que encierra la materia viva como material de construcción. ¿Se imaginan crear, desde la máxima sostenibilidad, tanto objetos como viviendas e incluso ciudades enteras con células vivas? Aunque parezca increíble, ya se están llevando a cabo avances en esa dirección.

Pero ¿qué es la arquitectura genética? «Los que investigamos esta especialidad estudiamos los sistemas que permiten a los seres vivos crecer gracias al motor interno que, desde cada célula, organiza el desarrollo y las funciones de todos los seres vivos. Es una arquitectura basada en la biología», dice Estévez. Y no es una fantasía: su equipo ya ha dado los primeros pasos en el mundo real y ha creado, por ejemplo, limoneros luminosos tras inserirles el gen que codifica la proteína de la bioluminiscencia (GFP, por sus siglas en inglés de green fluorescent protein), presente en diversos seres vivos, como la medusa de cristal (Aequorea victoria). Entre 2007 y 2010 construyeron lámparas de bacterias bioluminiscentes vivas, conocidas como biolamps, que iluminaron durante días y de forma natural –sin cables ni electricidad– los diversos espacios arquitectónicos y urbanos de Barcelona en los que se instalaron. Años más tarde, ese mismo gen responsable de la bioluminiscencia de las bacterias se insertó en el material genético de siete tipos de plantas ornamentales, que se convirtieron en focos de luz para balcones y jardines.

Tras esa fase de lo que podríamos llamar simple manipulación genética se pasó, gracias a los avances tecnológicos, a otra mucho más prometedora basada en las increíbles posibilidades que brindan las impresoras 3D, como, por ejemplo, hacer impresiones tridimensionales con células vivas. «Una propuesta sería hacerlo con células de hueso que permitan el crecimiento natural de estructuras que puedan ser arquitectónicas. Es decir, fabricar “ladrillos vivos” para construir casas diseñadas para crecer», explica el arquitecto. Un material vivo, autónomo, autorreparable y capaz de remodelarse en respuesta a los requerimientos del entorno, como sucede en el tejido óseo gracias a la biomineralización, proceso mediante el cual los organismos vivos impulsan la precipitación de minerales. «Nuestro objetivo es estudiar las estructuras primigenias de la naturaleza y, mediante estrategias computacionales, morfogenéticas (los procesos biológicos que inducen a los organismos a desarrollar su forma) y machine learning, crear estructuras vivas de distinta índole que crezcan por las mismas».

En ese marco, y a nivel conceptual, el límite es el que marca la imaginación de los arquitectos y diseñadores, como muestran estas imágenes. «Todas ellas son visualizaciones de lo que se podría hacer como resultado de nuestras investigaciones», explica el arquitecto, creador de estas ensoñaciones arquitectónicas junto con Yomna K. Abdallah, arquitecta y profesora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ESARQ), de la UIC de Barcelona. En estos ensayos, a caballo entre la ciencia y el arte, han recreado todo tipo de objetos vivos e inteligentes, constituidos por el material genético más diverso que osemos imaginar: tejido óseo, células, alas de insectos, perlas, estrellas de mar, algas, flores, estructuras fractales como las que presentan los copos de nieve… 

«Es un ejercicio sobre la ciencia de los materiales inspirado en la belleza de la naturaleza, espejo eterno de la humanidad –apunta Estévez–. La belleza que la naturaleza presenta a todas las escalas, con estricta precisión».

La arquitectura genética, afirma este experto, puede ayudar a afrontar los grandes retos actuales de la humanidad, como la crisis ambiental y las desigualdades sociales. «Sabemos que la respuesta está en la naturaleza y que la naturaleza es la respuesta. Por eso llevamos a cabo esfuerzos interdisciplinarios que involucran campos tan diversos como la ciencia de los materiales, la biología, la genética, el arte, la arquitectura, la ingeniería civil, el diseño, la computación gráfica o la interacción entre humanos y máquinas. En realidad, estamos explorando fronteras posthumanas. Y una de esas fronteras está donde la genética se encuentra con la biología y con lo digital, y se puede aplicar a la arquitectura y a otros contextos, como al arte, la ingeniería civil o el diseño. Esta es la intersección en la que nos hallamos».

La arquitectura genética, impulsada por la investigación de biomateriales, se centra en las características intrínsecas de la materia para conseguir una construcción más sostenible. «Los materiales vivos son respetuosos con el medio ambiente, pues son renovables, asequibles, morfogenéticos, biocompatibles y bioactivos. Y permiten transitar del dominio de los materiales no renovables, como el hormigón y el acero, a otros regenerativos y más reciclables. Eso supondría un progreso para la regeneración continua y la economía circular», concluye el arquitecto. 

«Diseñar es hacer lo máximo con lo mínimo», decía el diseñador y arquitecto Richard Buckminster Fuller. Estas imágenes son todo un paradigma de ello. 

Este artículo pertenece al número de Abril de 2023 de la revista National Geographic

 

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