Bruno Fernandes reclama a Cristiano Ronaldo el trono de Portugal

En el primer gol que marcó Portugal frente a Uruguay para clasificarse a octavos de final de este Mundial, Cristiano Ronaldo levantó el dedo y se puso a correr, reclamando la autoría del tanto. La realidad, sin embargo, es terca.

Más desde que, hace ya muchísimos años, el fútbol están trufado de repeticiones que dejan escaso margen para la interpretación. El gol lo había marcado Bruno Fernandes, al igual que el segundo, en su intento de centro. Y hay algo de metafórico en la escena, por mucho que el resultado sea el mismo.

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Porque toda su selección, su entrenador Fernando Santos y el propio capitán se siguen empeñando en que esta sea la Portugal de Cristiano, a su imagen y semejanza. Pero el tiempo pasa para todos, también para el armazón más perfecto que jamás haya existido para jugar a este deporte, y esta ya no es la Portugal de Cristiano. O no debería serlo, pues es con Bruno Fernandes quien ha asfaltado su camino hacia la siguiente fase. Lo hizo en el partido inaugural y repitió este lunes en el estadio Lusail, dejando a Uruguay con apuros para la tercera jornada: deberá ganar a Ghana y esperar que Corea del Sur no venza a los portugueses.

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Todo eso ocurrió un minuto después de que las reivindicaciones sociales se volvieran a colar en el Mundial con más connotaciones sociopolíticas de la historia. Esta vez fue un espontáneo el que agarró, literalmente, la bandera LGTBI, vestido además con una camiseta en la que pedía “salvar a Ucrania” y “respeto para las mujeres iraníes”. Fue reducido por la seguridad del estadio y evacuado en segundos, pero ahí queda su gesto. Otro más para abochornar a quien insiste en la connivencia con los represores en todos los ámbitos reivindicados por él.

Duelo de veteranos

Pepe frente a Cavani (luego Luis Suárez) en un área, Godín contra Cristiano en la otra, sabor añejo recorriendo cada palmo de césped el primoroso Lusail, el estadio que acogerá la final dentro de tres domingos. Ambas selecciones apuran la generación más primorosa que ha brotado de sus naciones en los últimos tiempos mientras dan vuelo a la siguiente, a los Valverde y Núñez, a los Leao y Joao Félix.

Entre una y otra se encuentran tipos en plenitud, que tratan de lucir de su madurez en este Mundial. Ahí está Bentancur, que arrancó el duelo dándole un doloroso recado a Carvalho que le costó la amarilla y que después se jugó la expulsión. Pero que también fue quien armó la mejor ocasión de la primera mitad, una arrancada desde el centro del campo, durante la que dejó en evidencia a Rúben Dias. Diogo Costa, con su codo sobre el césped, evitó el tanto de Uruguay.

Repliegue charrúa

Hasta entonces, 30 minutos de juego, la iniciativa había sido portuguesa, pero sin excesivo empaque ni determinación. Con Portugal ofrece siempre la sensación de navegar con las velas recogidas, sin aprovechar el impulso del enorme talento acumula en su frente ofensivo. Y ese es un escenario cómodo para una Uruguay veloz y eficaz en el repliegue, sin miedo a obstruir el escaso flujo de juego portugués con falta cuando era necesario.

Así se llegó al descanso, sin demasiadas historias que contar más allá de la agresividad charrúa y el quiero y no puedo luso. Un partido hasta entonces de resaca mundialista, tras los vibrantes Camerún-Serbia (3-3) y Corea del Sur-Ghana (2-3) que habían adornado el comienzo de la jornada de lunes.

El tedio lo quebró, a los diez minutos de la segunda mitad, Bruno Fernandes, de largo el mejor futbolista de Portugal en sus dos primeros partidos en Qatar. En el estreno ante Ghana revitalizó a su equipo a base de asistencias y en el Lusail firmó él mismo el gol. Su intención era centrar hacia Cristiano, pero el capitán portugués no llegó a tocar el balón. Simplemente pasó (muy) cerca de su cabeza y eso bastó para despistar a Rochet en su salida.

Uruguay lo intentó, sumando incluso un remate al poste de Maxi Gómez, pero no le dio el fútbol para igualar el duelo. Al contrario, encajó un segundo gol debido a un penalti incomprensiblemente pitado por el VAR, debido a una mano de Giménez, en posición natural amortiguando su lanzamiento hacia el suelo. No estaba Cristiano ya en el campo. ¿Quién lo tiró y lo metió? Bruno Fernandes, claro.

 

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