Hacía tiempo que Brasil había quedado esta noche de viernes para cenar con Camerún. A Brasil, en realidad, no le apetecía nada tener esa cita, entre otras cosas porque dentro de tres días tiene otra con Corea del Sur que le interesa mucho más. La cosa, claro, no funcionó con tan negativa premisa. No eres tú, soy yo, le hizo ver a Camerún, a modo de sincera disculpa. Le explicó que la suya era una de esas citas que colocas en tu agenda a medio plazo, sin pararse a pensar mucho en el momento ni el lugar. Por puro impulso. Pero no, la magia no podía surgir entre ambos en este Mundial.
Fue cortés en el fondo Brasil, pues ya virtualmente primera de grupo se presentó con buena cara y correctos modales a su cita en el Lusail, aunque no lo hiciera con sus mejores galas, reservada su ropa más elegante (Vinicius, Casemiro, Richarlison, Marquinhos…) para esa cita coreana que tiene el lunes en octavos de final. E incluso le sirvió a Camerún la oportunidad de que su noche fuera feliz, brindándole la ocasión de prepararse también para tener una cita con otra selección más interesada en ella dentro de unos días. Haz conmigo lo que quieras, le dijo al fin.
Y Camerún, con mucho recelo, le acabó tomando la palabra. Ganaron los africanos con un gol de Aboubakar en el descuento, pero no lograron su objetivo final, pues estaba el día para el sexo salvaje que al unísono practicaron Serbia y Suiza, en el que los suizos salieron victoriosos. Ahora se las verán con Portugal.
No hubo amor ni sexo en el monumental Lusail, apenas un par de besos en la mejilla de despedida para selecciones que toman caminos distintos, una hacia su casa, otra a la siguiente sala VIP del restaurante, una de las tres de transición que le restan hasta alcanzar la que realmente desea. Ninguna de las dos recordará con especial cariño una noche prescindible y olvidable en sus vidas. Quizá se vuelvan a encontrar dentro de cuatro años y entonces la situación sea distinta. Quién sabe.
Récord de Alves
Hasta entonces, toca narrar lo poquísimo que pasó entre Camerún y una Brasil difícilmente reconocible. Tite aprovechó la última noche de la fase de grupos para descanso a todos sus titulares, que se quedaron en el banquillo al igual que un Neymar, la joya que espera volver a lucir pronto. Fue el día para los Rodrygo, Fabinho, Ederson, Martinelli y hasta Dani Alves, que con 39 años se convirtió en el futbolista más viejo en representar a Brasil en un Mundial.
A Camerún, en cambio, le iba la vida en este encuentro. Estaba obligada a ganar y que Suiza no lo hiciera, además de a remontar la diferencia de goles en contra. Sin embargo, nada en la puesta en escena de los africanos daba a entender tales urgencias, conformes con que el reloj fuera avanzando sin que Brasil les hiciera daño.
Martinelli, el mejor
Solo Martinelli aprovechó a ratos la oportunidad de Tite y la pasividad camerunesa. El delantero del Arsenal percutió bien por la banda izquierda, ofreciendo buenos detalles de calidad y un par de disparos que requirieron la respuesta Epassy, el sustituto de un Onana que pagó con su regreso aéreo a Yaoundé la discusión que tuvo con su entrenador, Rigobert Song.
Camerún, todo sea escrito, gozó de un par de buenas oportunidades, ambas muy aisladas, ambas bien resueltas por Ederson, antes y después del descanso, por medio de Mbeumo y Aboubakar. Versos sueltos en medio del poema tosco y sin gracia que escribió Brasil con el balón en los pies durante toda la noche.
La cita se fue convirtiendo en un espectáculo tan insoportable que ni Carlos Sobera, aun tirando de sus mejores recursos de ‘showman’, habría sabido convertir en pasable. Tuvo que hacerlo, ya en el descuento, con la cuenta sobre la mesa, Aboubakar, el ariete camerunés. Marcó de cabeza, se quitó la camiseta en la celebración del gol de una victoria que no le daba el pase a su equipo y vio por ello la segunda amarilla. Y no le pudo dar más igual. Era su cita y la iba a terminar a lo grande. Tú vete con la Corea esa que yo me voy a mi casita tan contento.