Antonio Massa. El autor de la icónica imagen de Pugliese y Goyeneche realizó la primera foto de estudio de Soda Stereo

Por donde se la mire, la imagen es hipnótica: un veterano Polaco Goyeneche le da un beso en la mejilla a Osvaldo Pugliese bajo la sonrisa pícara del maestro del piano. Con los años, la foto trascendió el encuentro entre dos glorias del tango para convertirse en un talismán de los músicos y técnicos de sonido, que la utilizan como amuleto para proteger los escenarios. Hoy, se reproduce como estampa de la suerte en remeras, tazas, etiquetas de vino, postales y en toda clase de objeto de marketing. “Esa foto la saqué en 1984 frente al Congreso. Solo hice unas pocas tomas, porque vino un policía a decirme que no podía realizar fotos en la vía pública”, dice Antonio Massa, quitándole el aura romántica y llevándola a un plano bien terrenal.

Pugliese y Goyeneche. “Esta foto la saqué en 1984 frente al Congreso. Solo hice unas pocas tomas, porque vino un policía a decirme que no podía realizar fotos en la vía pública.” (Antonio Massa/)

Cultor del perfil bajo, tal vez su nombre sea menos conocido que sus retratos, pero Tuni Massa es una leyenda. Su labor forma parte de la memoria colectiva de un país: durante seis décadas, fue convocado por múltiples compañías discográficas para realizar la imagen de tapas de discos y las campañas de prensa y promoción. En tiempos analógicos en que los rollos, los negativos, la ampliadora y los químicos eran las nobles herramientas para el armado artesanal de la foto, fue el cronista de esos años dorados de la industria discográfica. “Tuve la suerte de fotografiar a grandes artistas desde sus comienzos, entonces había una afinidad cuando trabajaba con ellos”, explica, con una humildad a prueba de balas.

Ahora, a sus 87 años, se inauguró la muestra Antonio Massa: un obrero de la fotografía en el Teatro General San Martín, una exhibición que le hace justicia a su historia y que permanece abierta hasta el 26 de marzo. A través de 80 fotos, la mayoría en blanco y negro, el recorrido abarca desde la primera sesión en estudio de Soda Stereo y la tormenta de facha de un Sandro inédito a caballo o exhibiendo armas hasta la icónica foto de Julio Sosa con el farolito, el moño y la gomina, la cándida expresión de un aniñado Charly García y el abrazo en vivo de Silvio Rodríguez con Pablo Milanés que se convirtió en portada de álbum. También es la historia de una pasión familiar: se suman retratos de su hijo José Luis Massa y de su nieta Catalina Serrano Massa a músicos argentinos e internacionales.

“Con Sandro fuimos cómplices”, dice Massa
(Antonio Massa/)

Pero los homenajes no se detienen ahí: la muestra viene acompañada por un libro-objeto dedicado a los 60 años de su estudio. Como un pulpo que lo abarcó todo, su labor se proyecta desde la música hacia otras disciplinas, como el teatro, la televisión y el cine, para trazar un mapa fotográfico de la cultura de un país. O, dicho de otra manera, se trata de un recorrido sentimental por los íconos que nos marcaron a fuego: a lo largo de 500 páginas, desfilan retratos y producciones con popes como Diego Armando Maradona, Juan Manuel Fangio, Luis Sandrini, Alberto Olmedo, Carlitos Balá, Fidel Pintos, Cacho Fontana, Héctor Larrea, Alfredo Alcón, Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui, Luis Alberto Spinetta, María Elena Walsh, Mercedes Sosa.

Hijo menor de una familia porteña de padre tabacalero y madre ama de casa, Tuni nació, se crio y sigue habitando en el barrio de sus amores: Palermo. El potrero para su pasión fue el estudio fotográfico de uno de sus siete hermanos: hizo las inferiores preparando los químicos para el revelado. Llegó a Primera el día en el que, imprevistamente, debió cubrir el rodaje de una película con Dringue Farías y Olinda Bozán. “Me dejaron todo anotado, la luz y la velocidad que debía usar. No me sentía preparado”. A partir de ese momento, realizó trabajos para productoras de cine, Aerolíneas Argentinas, Ministerio de Economía, Dirección General Impositiva, Confederación General Económica. Cada labor abrió nuevas puertas y así fue como aterrizó en el corazón de la música: unas fotos a Louis Armstrong para Aerolíneas despertaron el interés en el sello Columbia, desde donde lo convocaron para retratar a sus artistas.

Julio Sosa con un afiche de si mismo en la puerta de los estudios Columbia (Antonio Massa/)

Años 60 y 70. Los vinilos se vendían como pan caliente, la pujante industria del disco necesitaba promocionar a sus tanques y dar a conocer a las nuevas promesas. ¿Cómo era la dinámica de trabajo con los músicos? ¿Cómo se preparaban las producciones en esa época? Según explica Massa, lo primero que hacía era rastrear la locación adecuada para cada artista. Como trabajaba para múltiples compañías discográficas –Microfón, Music Hall, EMI, Columbia–, el desafío de rastrillar espacios se volvía clave. “Buenos Aires se mantenía siempre igual, y yo no podía utilizar la misma locación para Palito Ortega y para Sandro, era un tema de códigos. Las opciones se dividían entre San Telmo, el puerto, la costanera, los bosques de Palermo, los museos. Me salvó la autopista, porque ahí aparecieron muchos lugares nuevos”.

Parece el paleozoico, pero no sucedió hace tanto tiempo: para las producciones en exteriores, Massa solo utilizaba dos rollos con 24 disparos cada uno y el trabajo requería un delicado proceso de laboratorio que contrastaba con los tiempos urgidos de la industria. Una secuencia de pasos que hoy pondría los pelos de punta a cualquier influencer en la era de la inmediatez. “Yo trabajaba de día y de noche, y contaba con asistentes que me ayudaban en el revelado. No pensaba en exhibiciones ni en libros ni en nada. Si la foto tenía mucha luz de un lado, había que nivelar los tonos. Cada etapa demandaba su tiempo”.

Atahualpa Yupanqui, fotografiado en su casa. Don Atahualpa no era muy amigo de hacerse fotos (Antonio Massa/)

En realidad, la cuestión principal estaba en lograr un ida y vuelta con el artista. “El tema era captar la expresión del músico, de eso me daba cuenta durante la sesión. El secreto pasaba por generar climas, por el vínculo humano”.

– ¿Les proponía fotos diferentes a los músicos si venían del tango, del folclore o del rock?

– Cada género tenía su estilo. En el tango se usaba mucho la calle y los ladrillos como paisaje de fondo y el folclore mostraba la naturaleza. Los tangueros se sentían más cómodos si en las fotos aparecía el instrumento que tocaban. Cuando llegó el rock se mezcló todo.

– ¿Con que músicos terminó siendo amigo?

– Con Sergio Denis, con Leo Dan, con un montón de figuras cultivamos amistad. Antes se estilaba que el disco se presentara en todo el país, entonces compartíamos las giras. Dyango siempre me decía: “Oye, cuántas veces ya me has sacado fotos”. Pero sobre todo con Sandro fuimos cómplices. Vivimos muchas cosas. Cada vez que se compraba un auto, salía una nota con una foto mía. En la muestra, se exhibe por primera vez una foto que le hice sosteniendo dos armas.

Sergio Denis en la vieja estación Anchorena del ferrocarril Mitre (Antonio Massa/)

– ¿Quién le quedó en el tintero?

– José Larralde. Tuve dos o tres oportunidades para hacerle fotos, pero el encuentro se postergó y nunca pude sacarle. Fue uno de los pocos que se me escapó.

Catalina Serrano Massa es un personaje fundamental en esta historia. Fotógrafa y cancerbera del legado de su abuelo, se encargó de ordenar, sistematizar y poner a punto el archivo familiar con miles de negativos de 4300 figuras. También se ocupó de la curaduría de la muestra y de aportar una serie de fotos de músicos de trap que se pueden ver en el hall del primer piso del San Martín, en el marco de la exhibición. Si cada época tiene su repertorio, ella, a sus 29 años, retrató con su mirada fresca a la nueva generación de músicos. Aparecen Cazzu en el back de filmación, Ca7riel en vivo, Trueno en la entrega de un disco de oro y destaca una impactante foto en la que Klan muestra una temeraria fila de dientes de metal.

“Me siento muy identificada con la postura de mi abuelo. Él no hacía tantas tomas y si bien ahora la cantidad es ilimitada, hay un punto en el que el fotografiado se cansa. Por eso, hay que terminar cuando lograste la foto. Te das cuenta al instante”, define Catalina, poniendo bien en claro su ADN y su linaje, mientras Tuni la observa con gesto de abuelo orgulloso. “En algún momento, toda la familia estaba vinculada a la fotografía, todos intervenían. Mi esposa les marcaba la cancha a nuestros cuatro hijos: les decía que en sus ratos libros me ayudaran con el trabajo”, sostiene él desde la misma casona palermitana donde construyó el estudio hace décadas.

De tal palo, tal astilla. Antonio junto a su hijo José Luis Massa, fotógrafo, cineasta y eslabón intermedio entre su padre y su sobrina Catalina, quien retrató a la nueva generación de músicos (lucas perez alonso/)

Otra figura clave en este sistema familiar de postas es José Luis Massa, fotógrafo, cineasta y eslabón intermedio entre su padre Tuni y su sobrina Catalina. Fue el responsable de hacerle las fotos a los Rolling Stones en 1995, cuando los británicos pisaron por primera vez la Argentina. No la tuvo fácil: debió improvisar un estudio en la cancha de River Plate para captar el alma del grupo en apenas quince minutos por reloj. Además, se ocupó de las producciones de la crema del rock durante los años 80 y 90. ¿Su debut profesional en la fotografía? A los 17 años, trabajando con Sumo.

Son tres generaciones que comparten el amor, el oficio y el ojo por la fotografía. Finalmente, la labor de la familia Massa cubre un amplísimo espectro musical que empieza a mediados del siglo pasado y que alcanza nuestros días. Estructurada por géneros, la muestra incluye a leyendas de rock, folclore, tango y música melódica del país en su esplendor. También abarca un panel dedicado a las visitas internacionales –única área con fotos en color– con retratos que van de Ella Fitzgerald a pura sonrisa y un Tony Bennett irreconocible a Michael Jackson en vivo y Caetano Veloso recién llegado en el aeropuerto.

Luca Prodan en sus primeras actuaciones en Cemento (Antonio Massa/)

Entre todos los retratados asoma gigante su artista fetiche: Sandro. Y está su foto más reproducida con el encuentro del Polaco Goyeneche y Osvaldo Pugliese junto a un hermoso detalle: la tira de contactos con unas pocas tomas antes del celebrado beso contra la mala suerte y antes de que el policía le impidiera a Tuni seguir trabajando.

– La muestra se titula Un obrero de la fotografía. ¿No se considera artista?

– No, nunca pasó por mi cabeza. Me gustaba lo que hacía, lo disfrutaba y conocí a mucha gente. Seguí sus trayectorias desde la lente, eso es muy lindo.

– El libro que acompaña la exhibición tiene un subtítulo sugerente: Tomo 1. ¿Está pensando en próximos volúmenes?

– Quedó abierto. No alcanzaron 500 páginas. Toda la parte de política ni la toqué. Pero, bueno, esa es otra historia.

Antonio Massa inauguró su estudio en Av. Corrientes y Azcuénaga con una producción de Soda stereo (Antonio Massa/)

Massa acompaña a la puerta. En el trayecto, muestra el archivo de negativos, especialmente acondicionado en un cuarto para su preservación. Recuerda la sesión de fotos con los “chicos” de Soda Stereo para promocionar su primer disco, de 1984, y una producción por todo el centro porteño con una joven promesa, Julio Iglesias, sin que nadie lo reconociera. No todas son flores: también rememora la única vez en que fue maltratado por una actriz y cantante, a quien prefiere no mencionar. Se lo ve tranquilo, como un gladiador en reposo después de atravesar mil batallas. Solo se envalentona cuando cuenta jugosas anécdotas con músicos que pide no reproducir. “Me divertí mucho, hice todo lo que quise, no me puedo quejar”, asegura, mientras saluda como un vecino más.

 

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