Lionel Messi tocó el 18 de diciembre lo que había perseguido toda una vida deportiva: la Copa del Mundo.
Adolfo Cambiaso, un Messi del polo, cumplió 16 días antes el único objetivo de los últimos años de su carrera: ser como campeón del mundo… junto a su hijo.
“Ya está, ya está”: así como Lionel Messi dirigió ese mensaje a su familia desde la cancha tras la final de Qatar, Adolfo Cambiaso pudo decir, o más bien decirse, eso sobre el césped con un hijo, Poroto; todo estaba hecho en su trayectoria.
A Leo y a Adolfito se les caen de los márgenes del currículum los logros. Les sobran lauros y récords y reconocimiento en lo suyo. Al futbolista le faltaba el trofeo dorado, el más brillante, el más pesado. Al polista, el más afectivo, el más humano, el más paternal: su copa, más que la del Abierto de Palermo, fue la foto con Poroto en el podio, con ese mismo galardón. Plateado, pesado, enorme.
Cambiaso levantó en 18 ocasiones The Championship Cup. Muchas veces, con más euforia que en ésta. Era más joven, o había ganado finales más vibrantes, o no era favorito… Pero esa imagen de padre e hijo elevando sonrientes pero serenos la copa más preciada de su deporte queda como una de las principales postales en la carrera más grande del siglo y medio de polo argentino.
La foto que vale más que la copa en sí para Adolfito: con Poroto, levantando como campeones el trofeo del Abierto de Palermo. (LA NACION/Santiago Filipuzzi/)
Ya es dificilísimo llegar a eso, a encontrarse con el premio del Argentino Abierto. Muchos jugadorazos, incluso de 10 goles de handicap, no lo han conseguido. Aun más difícil, por supuesto, es conseguirlo con un hijo, con un padre. Los Cambiaso lo obtuvieron a los 47 y los 17, casi en el cierre de la trayectoria de uno y en pleno Big Bang de la del otro.
Era casi impensable que con 30 años de diferencia de edad se diera semejante cosa. Pero la genética, y el cuidado físico, y la caballada (clones incluidos), y la mentalidad voraz de uno convergieron para estirar en un nivel competitivo la carrera del crack que empezó a deslumbrar a los 15. Y coincidieron con el talento, la calma ambición, la madurez (¿se puede hablar de madurez a los 16/17?) y el profesionalismo (¿se puede hablar de profesionalismo a los 16/17?) del 10 goles más joven de la historia, para tocar juntos la gloria que tanto cuesta.
“Ya juega bastante mejor que yo”, comentó el padre sobre el chico tras la final ganada por La Dolfina contra La Natividad en el Campo Argentino de Polo; la Asociación de Polo no estuvo de acuerdo: subió a 10 a Poroto pero mantuvo en ese rango a Adolfito.
Y que volverán a disputar en 2023, cuando Adolfo y Adolfo compartan La Dolfina como titulares por segunda temporada. El fundador de todo esto les puso a los otros monstruos del equipo, Juan Martín Nero y David Stirling, la renuncia sobre la mesa el 4 de diciembre, dos días después de volver a conquistar la Catedral. En la propia escena del crimen, bajo un árbol de la cancha 1 de Palermo. Entendía que no estaba jugando bien, que no era el de antes (¿se puede pretender ser el mismo a los 47 en la elite de un deporte?). Hasta decía sobre su vástago adolescente: “Ya juega bastante mejor que yo”. Dolfi no quería ser un lastre para compañeros vigentes, cabales 10 que todavía podían aspirar a seguir gobernando el polo.
Pero la renuncia no era indeclinable. El metafórico papel tenía una cláusula: el 1 seguiría si los demás querían. Y el trenquelauquense y el uruguayo ni dudaron. Eligieron un año más de este La Dolfina, también campeón de Hurlingham –primer cetro de Poroto en la Triple Corona– y, pocos días después, convertido en equipo de 40. De 40 goles de handicap, y de casi 40 años de edad media: los cuatro promediarán 37,3 en 2023.
Las caballerizas de Adolfo Cambiaso VI en Cañuelas, que sonríe para la cámara con Adolfo Cambiaso VII. (Fabian Marelli/)
Como a Messi, a Adolfo Cambiaso se le agotaron las metas. Ya ganó todo. En diciembre de 2022 completó el álbum con el gran anhelo hasta entonces pendiente. Como a Messi, lo que llegue de ahora en más –bueno o malo– no le cambiará la vida deportiva. Y, también como Leo, sigue por un tiempo. Al zurdo rosarino le quedan marcas individuales por quebrar (más goles o títulos en equis circunstancia), pero ni las considera. Lo que le gusta es lo lúdico, jugar a la pelota. Al diestro cañuelense, también: disfruta el juego, lo encanta todo lo relacionado con los caballos, y tiene mojones personales como para alcanzar, pero no los acomete. Siempre dijo que no lo interesaba un récord importante: el de abiertos de Palermo conquistados. Sus 18 son dos menos que los de Juan Carlos Harriott (h.), el Pelé del polo, que vive en Coronel Suárez a sus 86 años. Adolfito nunca se propuso igualarlo, al menos explícitamente. Pero su hijo, que lo trajo hasta acá cuando él podría estar retirado, puede ser la locomotora que lo empuje hacia ese hito.
¿De quién es? El casco “argentino” nació en 2002 y tiene para muchos años más en el polo, con el heredero. (LA NACION/Santiago Filipuzzi/)
Por lo pronto, en 2022, Adolfo Cambiaso, un admirador de Diego Maradona, fue Lionel Messi. Y continuará activo en 2023. Hacerlo como rey de Palermo galopando a la par del heredero del trono es, para Dolfi, jugar unos partidos más como campeón del mundo.