A tres años del crimen de Báez Sosa: por qué la policía baja a las playas de Villa Gesell todas las noches

VILLA GESELL.- En la mañana del 18 de enero de 2020 la policía bonaerense irrumpió en la casa, ubicada en la calle 203 y cortada, dentro del predio de la Reserva Pinar del Norte, en esta ciudad. Los agentes abrieron la tranquera, caminaron unos 20 metros hasta llegar a la residencia y detuvieron a un grupo de jóvenes señalados por haber asesinado, horas atrás, a Fernando Báez Sosa, de 19 años, en la puerta de la discoteca Le Brique. Les pusieron precintos en las muñecas, taparon sus rostros con remeras y los subieron al móvil policial.

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Desde entonces, las plantas crecieron alrededor de la reja de acceso. Ahora, el ingreso a la casa donde se alojaron los presuntos asesinos está casi irreconocible. “Allá está la casa de los acusados”, dice un cuidacoches que trabaja en el lugar. Y es ahí cuando cualquiera puede darse cuenta que, a pesar de la densa vegetación que envuelve la reja, ese rincón oculto aún guarda un singular magnetismo.

Son casi las 18.30 y una familia se acerca hacia la reja. Vienen de la playa, por eso llegan con bolsos y reposeras. “Uh, no me digas que esta era la casa, igual es un complejo con varias casas adentro. Tal vez, no estamos en la misma”, dice, con una sonrisa, el padre de uno de los chicos, que prefirió resguardar su identidad.

Ellos son de Buenos Aires y el crimen de Báez Sosa los movilizó a tal punto que hoy siguen muy atentamente a través de los medios el avance de las audiencias donde son juzgados Luciano Pertossi, de 21 años; Ciro Pertossi, de 22; Lucas Pertossi, de 23; Ayrton Viollaz, de 23; Máximo Thomsen, de 23; Enzo Comelli, de 22; Matías Benicelli, de 23, y Blas Cinalli, de 21.

Parte del complejo, donde los acusados fueron detenidos el 19 de enero de 2020 (Tomás Cuesta/)

“La verdad que no reconocimos la reja de entrada. Igual la dueña nos había comentado que le había sido muy difícil alquilarla, pero no sabíamos que fue por este antecedente. Ese crimen nos conmovió, ojalá que haya justicia para Fernando. Ahora nuestros hijos salen, pero dicen que hay mucha policía de noche”, agrega el hombre, y luego, junto a su familia, ingresa al complejo.

Así está hoy la disco Le Brique (Tomás Cuesta/)

A unos 200 metros de la casa se encuentra la discoteca Le Brique, ubicada en la Avenida 3 y la calle 102. El boliche, que era uno de los más convocantes de la ciudad, ahora está, al menos de aspecto, abandonado. No queda ni una pared que no lleve alguna pintada que refiera al crimen. Si bien el lugar no está clausurado, no está previsto que vuelva a abrir, y mucho menos mientras se lleva adelante el juicio en los tribunales de Dolores.

Carteles y pancartas con mensajes por el crimen en el “santuario” dedicado a Fernando Báez Sosa (Tomás Cuesta/)

Esa zona cambió para siempre. Al cruzar la calle hay una especie de santuario. Desde el día siguiente al asesinato las personas comenzaron a dejar flores y velas al pie del árbol que está justo al lado de donde quedó desplomado Báez Sosa, luego de sufrir la tremenda golpiza que terminó con su vida.

Ahora hay estampitas de la Virgen, velas y rosarios. Uno de los carteles tiene la foto del joven, donde se lee información sobre el juicio. Otra pancarta, tal vez la más grande de todas, dice “Justicia es perpetua”, para aludir al deseo de una condena. A diferencia de otros años, el santuario ahora cuenta con un cartel de madera con el nombre de la víctima sostenido por dos palos que están enterrados. De ese modo, en un espacio en donde antes solo había pancartas, que al poco tiempo se despegaban, hoy hay una que indica con claridad, y de manera casi permanente, que allí murió Báez Sosa.

El “santuario” para recordar el crimen de Fernando Báez Sosa (Tomás Cuesta/)

José Luis Heller está de vacaciones en esta ciudad. Él le está sacando fotos al santuario, mientras espera que su esposa salga de un local de la Avenida 3. Afirma que ver los mensajes de la gente en el árbol le genera mucha emoción y tristeza.

“Una pelea de ocho contra uno no es una pelea, sino un asesinato. Espero que reciban la condena que merecen, son realmente unos homicidas”, dice Heller.

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Cambios

En esta ciudad, no solo cambió el aspecto de muchos lugares, sino que, también, hubo modificaciones en la seguridad. De noche, en la Avenida 3 suele haber una gran presencia policial para evitar las peleas a la salida de los boliches, que cierran a las 6. Mientras que en la playa, todas las tardes se organizan los afters beach. Muchos grupos se llevan parlantes y la fiesta se organiza de manera espontánea, pero la policía corta esos encuentros a las 20.

Una de las ordenanzas municipales que empezó a regir luego del asesinato de Báez Sosa, y que aún está en vigor, es la prohibición de llevar a la playa bebidas alcohólicas. Y para hacerla cumplir, hay agentes que controlan el contenido de las heladeritas con las que llegan los jóvenes. Sin embargo, como señala uno de los policías de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas de la provincia de Buenos Aires (UTOI) a LA NACIÓN, “se van hasta una playa donde no hay control y por ahí pasan el fernet, y por acá meten solo las bebidas [no alcohólicas]”.

Por eso, al atardecer no faltan las jarras con todo tipo de líquidos, más las botellas y latas de cerveza, aunque todo transcurre con cierta calma y ya no se ven las guerras de botellas de vidrio como las que se viralizaron en videos en 2020. “La noche sigue igual de buena en Gesell, pero realmente veo menos piñas. Uno ahora piensa dos veces antes de pelearse, creo que todos tomamos un poco de consciencia”, resalta Nicolás Rufino, de 22 años, que está en la bajada a la playa de la calle 105.

Cerca de las 20, el UTOI, como todas las noches, recibe la orden de bajar a la playa para cortar la música y pedirles a los chicos que se vayan. Según fuentes de la policía bonaerense, este operativo se hace solo en Villa Gesell porque allí, a diferencia de otras ciudades balnearias, los chicos se agrupan en la playa a tomar y bailar. Sin embargo, en Pinamar, a la altura del parador Boutique, también se generan esos afters beach y la UTOI no desciende a la playa para cortar la música.

Gerardo Heitz es bañero municipal y hace 35 años que vigila esta playa céntrica a la altura de la calle 105. Dice que está de acuerdo con el accionar de la UTOI, porque de ese modo se puede mantener cierto orden y los chicos están más seguros. “Si esto no se corta sigue hasta cualquier hora. Mi turno en la playa termina a las 20 y me da miedo irme si todavía hay gente, se puede meter uno borracho al mar y es un peligro. Por eso, me parece que si la policía corta la fiesta de manera pacífica, sin agredir a nadie, ayuda a que todo sea más ordenado y seguro”.

 

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