Este nuevo método permite observar las células humanas como nunca antes se había hecho

Rohit Bhargava, profesor de bioingeniería en la Universidad de Illinois Urbana-Champaign, y sus colegas del Instituto Beckman de Ciencia y Tecnología Avanzadas acaban de publicar los detalles de una nueva técnica que cambia las reglas del juego a la hora de estudiar las células.

Lo que permitiría este nuevo enfoque no solo sería el ver el interior de las células con una resolución mucho mayor, sino examinar también los detalles químicos significativos de forma mucho más fácil.

El secreto reside en la microscopía de luz infrarroja, que, a diferencia de la tradicional microscopía óptica, no usa luz visible para iluminar las características a nivel de la superficie. Cuando el interior de la célula se expone a la luz infrarroja, cada tipo de molécula la absorbe en una longitud de onda sutilmente diferente y emite una firma química única. Entonces, a través de la espectroscopia, se examinan los patrones de absorción y se puede identificar la localización de cada molécula.

La clave: la obtención de mediciones químicas de la célula

La imagen espectroscópica infrarroja (AFM-IR) ofrece mediciones de alta sensibilidad, pero gracias a un nuevo enfoque de esta técnica se ha logrado evitar las interferencias (estática) que impedían realizar mediciones químicas precisas. De esta forma se han obtenido imágenes químicas y estructurales de alta resolución de las células a nanoescala, una escala 100.000 veces más pequeña que un mechón de cabello.

Si bien ahora es posible obtener imágenes estructurales a nanoescala de las células, falta un registro directo de la composición química de las mismas. Así que este avance, según Bhargava, abre una amplia gama de posibilidades, incluida una nueva forma de examinar los aspectos químicos y físicos combinados que gobiernan el desarrollo de las enfermedades humanas.

 

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